Capítulo 4

55 0 1
                                    

Valeria desde hace algún tiempo ha planeado cómo ingresar a trabajar en casa de los Verdini. Ha escuchado rumores de la belleza de Angélica, y esto la obsesiona con un ímpetu enfermizo. Cuando duerme pronuncia el nombre de la señorita en repetidas ocasiones; sueña con ella, la desea y quiere tenerla a como dé lugar. Se imagina el momento en que la conocerá. Crea, destruye y reforma planes para poder entrar a laborar en la residencia.

Al cumplir los 13 años, comienza a recoger agua para el obispo en el río próximo a la mansión de los Verdini, con la intensión de observar y analizar el diarismo de las personas que viven con Angélica.

Valeria ve las grandes y hermosas murallas que circundan la casa, la reja blanca, que llena de enredaderas, permite observar el interior del territorio sin ser avistado. Siente una profunda taquicardia que le agudiza la fijación por Angélica.

En una de esas mañanas, escondida entre los arbustos, escucha hablar a dos criadas de la manera de cómo lograr ser asistente de Angélica. Valeria corre de inmediato a la iglesia y allí se dispone a impresionar al obispo Henríquez, con la fiel intensión de ser aceptada como la próxima sirvienta de la señorita. Sólo hay un problema, Adela contrata a doce criadas, ni más ni menos, es muy neurótica con esta regla; por lo que Valeria tendría que idear un plan para deshacerse de alguna de ellas.

Valeria es una muchacha blanca con cabello liso, brillante y negro. De piernas perfectas, glúteos redondos, abdomen plano que deja entrever unos abdominales poco desarrollados y unas costillas algo marcadas. Con cejas finas, nariz perfilada y labios que provocan la saliva de cualquier mozo. Sus pies son pequeños, lindos y despiden un ameno olor. Sus manos son tan suaves que esclavizan todo lo que acarician.

Sus ojos son azules, profundos, intensos; llenos de fuego, calor y pecado. Sus gestos y mirada, bañados de una falsa inocencia, persuaden con facilidad. Puede poseer a quien quiera; hombres, mujeres, niños y ancianos. Es la seducción en sí misma, la más cruel atracción; siempre obtiene con el menor esfuerzo lo que desea.

En tres años conquistaría por completo el aprecio del obispo, quien, desde su acto sexual, no es la misma persona. Henríquez perdió su juicio, autoestima, fortaleza y sabiduría. La voz del ángel dejó de resonar en su tímpano, no porque lo abandonara -un ángel nunca desampara a su protegido-, sino porque quería que el propio obispo aceptara su destino, aprendiera de sus fallas y amara.

Por las noches, Henríquez apenas puede conciliar el sueño. Cuando logra dormir las pesadillas lo atormentan. No soporta las malas imágenes del mundo onírico, se levanta despavorido de su cama, y solloza a solas con la pena carcomiendo su consciencia.

Los peregrinajes no son tan frecuentes como antes, sus palabras olvidaron las tildes de bondad. Todo lo hace por inercia, por cumplir la labor que el pueblo espera de él. Reside en su interior un alma gris y taciturna, que lo deposita en lo banal y no lo deja proseguir con su vida.

El obispo imparte clases de dialéctica, retórica, gramática, teología y filosofía a los jóvenes y adolescentes que así lo deseen. Muchas de estas materias ayudarán a desarrollar la persuasión de Valeria durante tres primaveras, donde las pulirá con la profesionalidad de un académico ilustre.

Al primer mes de estudio se hace la alumna predilecta de Henríquez, quien la favorece con los mejores libros, horarios, datos, enseñanzas y puestos en el salón. Al año de clases, Valeria se convierte en la asistente del obispo, e incluso llega a mudarse a su estancia. Desde entonces, pasa muchas horas diarias con Henríquez, lo ayuda en sus tareas personales y clericales, lo acompaña en sus labores sociales y culturales.

Henríquez la trata como si fuese su propia hija. Le enseña modales, buena educación, cómo vestirse, hablar y alimentarse. Incluso le compra un hermoso corcel negro, tan oscuro como el azabache; fuerte, tajante y despótico. La única persona que puede montarlo es ella, porque su energía domina hasta la ferocidad de las bestias.

AngélicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora