Capítulo 3

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Samantha me mira como si no creyera lo que acabo de decirle

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Samantha me mira como si no creyera lo que acabo de decirle. Como si de mis labios hubiese salido la blasfemia más grande en la historia de las estúpideces. Como si estuviera más loco que los locos Adams. Como si me hubiese tirado de...

-¿Qué? -parece que sale de su estupefacción porque su rostro comienza a teñirse de ¿rojo?-. Repítelo -ordena.

Dudo. Lo que dije fue incorrecto y un total disparate. A lo mejor la espanté y quiere asegurarse de que escuchó bien para huir lo mas rápido posible de mi.

-Yo-yo de verdad lo siento.

Genial, no puedo terminar de formular ni una oración que tartamudeo.

- No quería...so-solo quise seguirte el juego. Lo siento.

Ella comenzó a negar frenéticamente con su cabeza.

-No es eso - habla-. es solo que... dilo otra vez -me mira desesperada-. repítelo, por favor.

¿Qué? Estoy más perdido que antes.

<<Okey...aquí vamos>>

-Que si yo soy-soy tuyo, como-como dices, entonces tú er-eres mía. -repito nervioso.

Pero todo rastro de nerviosismo se esfuma cuando ella sonríe. Una sonrisa de lo mas sincera y cariñosa.

Todo era ilógico, en lo absoluto. Carecía de sentido común y así como lo veía esta chica junto con sus amigos necesitan un psicólogo de urgencia, y yo también ya que estabamos.

-Si, Liam, soy completamente tuya. De pies a cabeza -habla y toma mi mano-. Solo tú puedes tocarme, solo tú puedes bésarme, solo tú puedes hacerme tuya cuantas veces se te plazca.

¿QUÉ? ¿CÓMO DICES QUE DIJISTE?

No recuerdo haber estado tan rojo en toda mi vida. Nunca. Pero es que no puede decirme eso ¿Qué la haga mía? No es que nunca haya socializado con una chica pero nunca he echo "eso". Si señoras y señores, Liam Wilson, es más virgen que la virgen María.

Aparté mi mano de su agarre como si ella tuviese alguna clase de enfermedad contagiosa ¡Dios, es que me pone nervioso y apenas si sé nombre!

Tuve que bajar el rostro para que el sonrojo no se notara, aunque supongo que ya era tarde.

-Bueno -suspira ante mi silencio-. Vamos, y por favor, no olvides lo que dije.

Asiento y bajo del lujoso coche. Ella, al llegar a mi lado, toma mi mano izquierda entre la suya y así avanzamos.

Su tacto, para mi sorpresa, no se me hacía incómodo o erróneo. Las sensaciones que me hacía experimentar me sacaban de balance. Quiero decir, recién la conozco y aún así no me incomoda esa clase de confianzas con ella.

Samantha abrió las grandes puertas de roble y un gran recibidor nos dio la bienvenida.

<<¡Diablos Liam! Esto es demasiado lujoso.>>

Mi chica, mi alfa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora