Capítulo 31

2.6K 171 19
                                    

Acariciaba las rosas y begonias mientras corría por los senderos de piedras del jardín trasero del castillo. En realidad estaba huyendo de un alegre Jodikev, a quien le había escondido su arco favorito.

-¡Ven aquí Samantha! -oí su grito, que aunque parecía enojado yo sabía que se estaba divirtiendo.

Aunque era cierto que él era más fuerte y alto que yo, definitivamente yo le ganaba en rapidez, agilidad y destreza. Era normal que en actividades como carreras, inteligencia o planeación, yo le ganase.

-¡Eres muy lento! -grité sin detenerme.

Estaba a punto de entrar al pequeño laberinto que teníamos cuando algo cayó sobre mi. Maldita sea, era la segunda vez en esta semana que Kenya saltaba desde lo alto de un árbol, sin previo aviso, sobre mi.

Debería estar más atenta.

-¡Kenya! -me quejé sacándola de encima-. ¡No es justo!

Detrás de mí oí a Jodikev a tan solo unos cuantos pasos nuestros. Yo nunca perdía, menos contra alguno de mis hermanos.

Observe a mi hermanita con sus trencitas bastantes desarmadas y su vestido rosa lleno de tierra por estar trepando árboles. La verdad no podía enojarme con ella, sabía que sólo hacía eso para demostrarme que sí podía ganarme en algo. Se había convertido en su meta diaria, o bien se podría ver como una búsqueda de atención hacia a mi, aunque yo siempre se la diese.

-¡Lo hice Sam! -sonrió mostrando que le faltaba un diente-. Te tomé por sorpresa, ¿no?

Aquello me lleno de dulzura. La verdad es que aquella niña tenía mi corazón en la palma de su mano. Ella era la menor de mis hermanos. La más apegada a mi me atrevería a decir. En total éramos siete hermanos. Siete hijos directos de la luna y el rey.

Los siete legítimos solían decirnos.

-Por fin te alcanzo -llegó hasta nosotras un agitado Jodikev-. Y por lo que veo obtuve ayuda -comentó mirando cómplice a la pequeña.

-¡Yo la detuve Jodikev! -alardeo Kenya.

-De todas formas aquello no fue…

Me detuve a medio hablar, pues un gruñido gutural se escuchó en todos los alrededores. Era claro que hoy estaba molesto. Si bien su forma de llamarnos a más de uno podría causarle miedo, era bastante efectivo, porque, siendo sincera, no era fácil reunir a siente personas.

Los tres suspiramos a la vez. Kenya tomó mi mano y juntos comenzamos a dirigirnos nuevamente al castillo. Era hora de enfrentar a papá.

Allí estábamos todos. Sus siete hijos formados de menor a mayor. Rectos y tensos. Padre en realidad solía ser una persona bastante razonable e incluso cálida, pero con el paso del tiempo se fue oscureciendo cada vez más hasta llegar a ser el hombre frío y calculador que tenía ahora frente a mí. Nos reunía cada tanto para recordarnos que tan malos hijos y gobernantes somos. Lo habitual.

Nunca entendí porque lo hacía.

-Mírense los unos a los otros -dijo escueto-. ¡Inaceptables!

Gruñó con fiereza y se detuvo en Mason, el mayor. Lo estudió de arriba a bajo y negó lentamente; la desepcion estaba plasmada en su rostro.

-Deberías ser el ejemplo pero no eres más que un renegado de la vida -confesó pesimista-. Alguien poco agredecido a decir verdad -prosiguió-. Una total desepcion.

Mason no mostró reacción alguna. Así era él, pasaba de todos. En realidad era de esa clase de personas incomprendidas por el denominador común. Claro que para mí no, yo conocía muy bien a todos mi hermanos. Él era un aficionado a la poesía, y por el contrario de lo que la gente podría prejuzgar de él, era un hombre bastante pacífico y racional. Nunca quiso el puesto de “hermano mayor” y para nada quería ser la persona que quedara a cargo de ésta familia y todo lo demás.

Mi chica, mi alfa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora