Capítulo 32.

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Estuve al rededor de casi cuarenta y ocho horas para recién poder volver a mi forma humana. Todo había sido sinceramente alucinante. Todavía no me podía creer que mi cuerpo pasase de un estado humanoide a aquel de majestuoso animal, que por cierto se sentía bastante poderoso estar de aquella forma, pues por primera vez me sentí capaz de luchar al lado de mi pareja. Me sentí útil para ella.

Yo no tenía la conexión con la especie de espíritu encarnado en lobo que sí tenían los licántropos "puros", como mi mate lo tenía con su loba por ejemplo. Pero sí que de alguna forma logré conectar con los instintos licántropos, y así mismo experimenté de primera mano lo que el lazo de mates dictaminaba. Debía recordarme felicitar a Samantha y profesarle mi más sincera admiración por la paciencia con la que esperó a que yo le correspondiera. El lazo con tu mate era algo exquisito e inexplicable. El concepto humano del amor se quedaba corto frente a éste.

Tenía mis dudas sobre si al transformarme podría tener pensamiento crítico y no tan animal pero descubrí que en realidad era una mezcla homogénea de ambos. Con lo único que no podía controlarme era con la protección de Samantha, aunque aquello tampoco me disgustaba. Más aún cuando su hermana la mística y otra chica más llegaron de sorpresa al castillo. En el fondo sabía que la peli-blanca, siendo su hermana, no le haría daño pero tampoco podía fiarle mi mate a alguien desconocido, así que permanecí todo el tiempo a su lado, justo dónde pertenecía.

No quiero sonar mucho más empalagoso de lo que usualmente estoy pero necesito describir de alguna forma el júbilo que producían las dulces caricias de mi mate en mi lomo, incluso ronronee más de una vez. Su aroma era exquisito, olía como una mezcla de diferentes hierbas naturales, de ese tipo de conjuntos que sólo logras oler rodeado de la más espesa madre naturaleza. Más de una vez me encontré deleitándome solo con olfatear el aire que la rodeaba.

Ella era mi propia diosa y la adoraba como tal.

Noté el pánico que le produjeron las palabras de su hermana. La verdad entendí poco y nada de su conversación pero algunas cosas básicas pude conectar: Kenya sabía cosas que Sam no y al parecer eran bastantes relevantes. Oí cómo nombró al rey padre y además tuvo la valentía de revelarle la atrocidad que aquel hombre había deseando hacerle. Casi me descojono de la furia al ver el estado de mi mate, me encrespe y logré echar a mordiscones amenazantes a la culpable. Luego, con las colas entre las patas (irónicamente literal), y las orejas bajas me acerque a Sam, quién parecía perdida entre sus recuerdos. Una lágrima traicionera se le escapó e hizo que mi preocupación aumentara. No sabía que hacer, quería volver a mi forma humana pero mientras más me esforzaba menos me salía, por lo que tuve que resignarme a refregarme contra sus piernas en un intento de confort.

-Tranquilo lobito, estoy bien -mintió.

Gruñí en respuesta, no tenía que mentirme a mí. No sabía mucho sobre relaciones paternales pero si de algo estaba seguro es que el hecho de que alguno de tus padres haya intentado asesinarte debe ser algo muy fuerte. Más que fuerte impactante. Lo poco que sabía sobre el Rey era sólo la romántica historia que Sam me relató el primer día que nos conocimos, y que yo recuerde aquella no decía nada sobre querer asesinar a uno de sus hijos. Estaba colérico por imaginar a alguien intentado hacerle daño a mi chica, aquello era un escenario de lo más imposible. Yo no lo permitiría, ni ahora ni nunca.

Aquellas palabras habían sido una brutal cachetada de realidad, una realidad que siempre tuve inconclusa e intenté disolver como el aire

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Aquellas palabras habían sido una brutal cachetada de realidad, una realidad que siempre tuve inconclusa e intenté disolver como el aire. Siempre justifique a mi padre, es decir, si bien no aprobaba su forma de comportarse frente a su hijos, ni tampoco la forma en la que llevaba el reino en sus años de decadencia, jamás creí que su nula cordura llegara a tales límites.

La única razón por la que no me había escandalizado con Kenya y no la había mandado a la mierda en todos los idiomas posibles, es que las acciones de mi padre en sus últimos años de vida dejaban mucho que desear, sobre todo respecto a su hijos. No me sorprendían sus palabras pero si me desgarraban el pecho de una forma dolorosa. Aquello que preferí nunca hondar y pasar por alto, me había explotado en la cara con una rudeza digna de un latigazo ¿Sospechas? Siempre las tuve, pero preferí preservar la memoria de mi padre en sus años de dulzura y amor hacia mi.

A pesar de la bestia que sin duda era parte del Rey, al principio abundaba la humanidad y el amor en su persona. No obstante, con el pasar de él tiempo, aquella humanidad se fue marchitando dejando a un hombre resentido con la vida y consigo mismo. Yo no lo culpaba, sabía que su salud mental no era óptima, pero aquello no lo hacía menos horroroso. Mi propio padre había querido matarme, ¿por qué? La respuesta podría ser obvia para algunos pero no para mi, no para su hija. Lo más seguro es que los celos y la avaricia lo hayan empujado a aquel disparate, puesto que yo era quien le seguía en el trono y el se había convertido en un hombre deseoso del poder.

Su mayor error fue quererlo todo para él.

-¿Estás bien, hermosa? -cuestionó mi hombre preocupado.

Hacía poquito pudo volver a ser humano. Me molestaba no poder estar dedicada cien por ciento a él con todos mis pensamientos hechos un revoltijo. Liam había vuelto de su transformación mucho más cariñoso y posesivo que antes, aquello me embobaba. Se notaba cómo el vínculo lo tenía loquito.

¡A la mierda! Valía la pena dejar todo ese tormentoso asunto bien sellado, al menos por un tiempo, para poder dedicarme a lo único que sí era importante.

-Claro que sí. Tú tranquilo -respondí acariciando su mejilla.

Liam se quedó mirándome, cómo decidiendo si lo dejaba pasar o insistía. Al final se encogió de hombros y se abalanzó sobre mí, me levantó con una facilidad con la que antes no contaba, y me sentó en su regazo. Me gustaba el nuevo Liam. Hundió su nariz en el cuenco de mi cuello y aspiró mi aroma.

-¿A qué huelo para ti? -suspiré.

-Hueles a una mezcla exquisita de hierbas naturales -ronroneo aún sobre mí cuello.

Un escalofrío me embargó y la fantasía de hacerlo mío nuevamente me nubló todo pensamiento cuerdo. Lo necesitaba cómo el cuerpo necesitaba su energía vital para funcionar.

-¿Sam? -preguntó separándose-. ¿Por qué no dejas salir a Adrik?

Que me preguntase por él me sorprendió pero aún así sonreí. En realidad tenía razón, aparte si Liam lo perdonaba yo también lo hacía. Si bien podía parecer cruel por haberle hecho aquello no era del todo así; él estaba prisionero sí, pero jamás fue maltratado y ni siquiera recibió el castigo que mencioné. Siempre ordenaba que lo alimentasen y también le proporcioné todo lo que pidió.

Le tenía cariño pese a todo.

-¿Estás seguro? -pregunté. Liam asintió-. Si tu así lo quieres lo haré.

El sonrió satisfecho y volvió a sumergir la nariz en mi cuello. Comenzó a dejar pequeños besitos, que no hicieron más que aumentar mis ganas de hacerle de todo.

-Pero antes de que lo hagas voy a disfrutarte de muchas maneras -dictaminó él para mi sorpresa.

Hola gente hermosa 💞

Los amo. No se olviden de tomar agua.☺️

Sé que es cortito, ya pronto voy a volver a publicar.

Se acerca el enfrentamiento final...

Mi chica, mi alfa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora