Harry Styles.
Cuando llega el día del segundo concierto, la ansiedad por ver a la castaña iba creciendo con el pasar de las horas.
Quería tratar de entenderme, de encontrar una respuesta lógica ante tanta emoción, ansiedad e inquietud por verla de nuevo, porque la había visto ayer y sin embargo, todos estás reacciones se hacían más espontaneas con el pasar de los encuentros.
Hablé con Sharon por la mañana, disculpándome por no poder ir a traer personalmente a Hannah, porque desde muy temprano nos prohibieron salida, y así explicando que uno de mis guardaespaldas iría a recogerla.
Finalmente cuando la ocupante de mis pensamientos entra al camerino, por mera inercia mis ojos la repasan.
Su cabello caía por sus hombros descubiertos, por la camisa de hombros caídos que llevaba puesta, unos jeans y sus converse blancas.
Joder, es que la sencillez la hacía indescriptiblemente hermosa.
Reacciono hasta que Preston carraspea y cuando conecto miradas con él, se ríe por lo bajo y me avergüenzo de mi actitud.
Preston viene sujetando su brazo y la castaña trae su bastón blanco en el brazo contrario estirado a lo largo.
Me levanto de mi asiento y voy hacia donde ella mientras Preston suelta su agarre y con un asentimiento sale del camerino.
Al estar frente a ella sonrío y tomo su mano.
—Hannah, soy Harry, cariño.— miro como una sonrisa se forma en su rostro acompañada de una pequeña risita.
—Lo sé.—me responde como lo había hecho con anterioridad.—Y hola.— menciona con sus mejillas coloradas.
—¿Cómo estás?— subo mi agarre hasta su antebrazo para encaminarnos hacia el sofá. La ayudo a sentarse, rápidamente recoge su bastón para cerrarlo y ponerlo a un lado de ella.
—Estoy muy feliz, no puedo creer que este contigo, otra vez.— su sonrisa no desaparece y ante los movimientos de sus manos, que ahora podía descifrar, busca mis manos, así que tomo la suya y comienza a jugar con ellas en suaves toques.—¿Tú cómo estás?
—Feliz de que estés aquí.— se ruboriza y baja un poco la cabeza, sin dejar de sonreír.
—Gracias por hacer esto.— acorto la distancia entre nosotros para abrazarla. Necesitaba tenerla en mis brazos, amaba la forma en que mi cuerpo reaccionaba cuando lo hacía.
—¿No hay nadie más?— pregunta luego de unos segundos.
— No cariño, ellos están en otro camerino, ¿Quieres ir?— nos separamos y ella asiente.
El concierto transcurría con la misma euforia de siempre, los gritos, el estadio entero en seguimiento de nuestras letras a coro, pero yo era muy ajeno a todo eso. Estaba embelesado por cierta castaña que se encontraba con Eleanor, Lou y mi pequeña Lux en uno de los espacios entre la multitud y el escenario.