Thomas Fell
8 de julio 2018
Londres, Inglaterra.En el pasado, viajar a Inglaterra era de las cosas que más me encantaba hacer ya que visitar a mi abuela me ponía feliz. Era mi segundo hogar, venía al menos una vez cada dos meses o en vacaciones de verano.
Pero ahora, el sentimiento había cambiado un poco. Estar en Londres era saber que estaba en el mismo lugar que Hannah y que no podía compartir con ella.
Han pasado tantas cosas en los últimos meses que sin remedio alguno ya me estaba acostumbrado a la idea de que Hannah ya no formaría parte de mi vida, ni siquiera como mi amiga, como lo que fuimos durante siete años.
Había perdido a mi mejor amiga, mi felicidad, mi rutina. En los últimos dos años no supe que hacer luego de regresar de la universidad, ya que ese tiempo lo había dedicado solo para ella y de un día para otro ella ya no se encontraba en casa, ella estaba viajando, ella estaba viviendo y riendo con alguien más.
Había perdido a lo que consideraba lo más bonito que me había pasado.
La perdí.
Ahora me doy cuenta que muy posiblemente nunca la tuve, al menos no en la manera en la que yo quería que permaneciera en mi futuro.
Ya me estaba haciendo de la ida. Ya lo he aceptado. Pero quiero despedirme de ella.
Había terminado la universidad y ya nada me estaba atando a San Francisco.
He decidido mudarme de estado y posiblemente no volvería a verla en mucho tiempo. Este es el cierre que necesito. Para dejarla ir, para liberarme de estas cadenas que yo mismo me puse.
Vine al dichoso parque donde la había seguido con Samantha meses atrás.
Luego de ese incidente la había vuelto a ver una sola vez, junto a Vanessa a la distancia. Pero el encuentro del parque fue algo que no me sacaba de la cabeza. Mi corazón se estrujo cuando la vi caer al suelo.
Han pasado alrededor de 45 minutos y cuando decido rendirme la veo llegar. Va con hombre que debe ser de seguridad.
Me bajo sin pensarla dos veces y la llamo. De inmediato su paso se detiene y se voltea temerosa.
Troto hacia ella pero el hombre de interpone de inmediato.
—¿Necesita algo? No puede acercarse mucho.
Me detengo y veo a Hannah con suplica.
—¿Podemos hablar? Te prometo que será rápido.
Se debate internamente, lo veo en su mirada.
Esa mirada, que no he logrado apreciar. Que no había podidod disfrutar de la felicidad que seguramente había recuperado tras su operación.
—Esta bien, Dan.— le dice al hombre.—Quédate cerca, por favor.
El hombre casi inseguro asiente.
Se aparta solo unos pasos de nosotros y se mantiene de espalda.
Logro acercarme un poco más ella y por fin me puedo dar el tiempo de observarla.
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