Un ángel duerme conmigo ✔️

ALANNA BECKER

Duele separarse de la persona que amas, pero más duele estar junto a alguien que ya no siente nada por ti.

[OOO]

Después de varios minutos, al fin me interrogan.

—¿Sabes por qué estás aquí? —me pregunta uno de ellos. Tiene los ojos color esmeralda y los cabellos dorados. Su larga túnica blanca le llega hasta los tobillos.

Me aclaro la garganta.

—Si —contesto con pena.

El silencio se prolonga.

—Hay leyes divinas que ningún ángel debe romper —hace una pausa—. Tu función es cuidar a las personas. Interferir en el plano terrenal trae terribles consecuencias, como la de hoy.

—Pero había sombras de la muerte en ese lugar —replico con respeto.

Él se da la vuelta y mira en silencio el paisaje que se alza frente a nosotros. Colinas verdes, montañas blancas, cielo de colores, mariposas por doquier. El corazón me golpea el pecho con fuerza y puedo sentir las palmas de las manos sudadas. Sé lo que me espera, sé lo que me dirán, sin embargo, quiero creer que pueden cambiar de opinión, que tal vez me entenderán. El tiempo se prolonga y ninguno dice una palabra. ¿Estarán pensando sobre lo que me pasará? Al fin, el que me interrogó se vuelve. Su mirada dura ha cambiado.

—Ellas siempre están rondado. Se vive con la muerte desde que se nace.

—Lo siento —una lágrima sale.

—Como bien sabes, nosotros podemos ir al plano terrenal una vez que tengamos nuestra reminiscencia, pero para volver hace falta un portal en el plano divino y nuestras alas son el instrumento divino que nos conecta con ese plano. Nosotros volvemos al cielo gracias a ellas —se hace un silencio incómodo. Lo miro para ver si está esperando alguna respuesta de mi parte, pero él solo está pensado lo que dirá. Hago una plegaria en mi mente—. Alanna, te quitaremos tus alas. Por un tiempo.

Tengo ganas de protestar, de suplicar que no me las quiten, las necesito para poder estar cerca de Tanner, sin embargo, insistirles o contradecirlos, puede empeorar las cosas. Por un tiempo, eso ha dicho. Espero no sea mucho. Le miro y asiento. Creo que lo merezco, todo fue culpa mía. Uno de ellos me pide que me dé la vuelta. Bajo la mirada y me muevo muy lento. Mientras lo hago, lloro. No sé qué sucede, pero sin más, mis alas desaparecen.

Horas más tarde, estoy sentada en la cima de una de las colinas. Hay millones de estrellas, constelaciones y formas que nunca antes había mirado con atención. Abajo, los nuevos ángeles y sus transiciones caminan hacia la primera fase de la muerte. Pensar en Tanner me arranca una lágrima que me quema como una llama oscura. ¿Qué haré ahora que no podré cuidarlo? ¿Ya no seré más su ángel guardián? Ha pasado un año y él sigue atrapado, no ha logrado superar mi partida y es ahora cuando más me necesita. Ir al plano terrenal será complicado, pero volver al divino será imposible. No tengo mis alas y podría quedarme atrapada allá. No sé qué consecuencias traería eso. Aunque he escuchado muchas cosas acerca de aquellos ángeles que perdieron sus alas y fueron al plano terrenal y nunca más volvieron. Siento una pizca de curiosidad.

—Hay una hermosa vista —una voz a mi lado me saca de mis pensamientos—. Ahora entiendo por qué vienes aquí tan a menudo.

Es Soffi.

Lleva una corona hecha de flores blancas que se enredan en su trenza que le empieza desde la frente hasta la parte final de la espalda. Sus grandes ojos sueltan destellos en la luz, su piel es tan blanca como las montañas y sus labios rosados esbozan una sonrisa. Aún recuerdo cuando la conocí, cuando Tanner nos presentó. Era una niña que luchaba por su vida, que disfrutaba de la compañía de él. Ahora ha cambiado, en un año ha crecido muchísimo y ha madurado. El tiempo ha pasado tan rápido que no me detuve a mirarla con atención, y ahora que lo hago, me doy cuenta de que ya no es la niña enferma, ahora es un ángel hermoso. La primera mujer más bella que ha visto. Eso pensaba Tanner de ella. Le doy una sonrisa que me llega a los ojos. Ambas nos fuimos casi al mismo tiempo de una forma repentina, dejándolo solo.