TANNER STRONG

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Perdón cariño mío por ser un montón de sueños rotos, una tormenta que no termina. Sé que te mereces el paraíso, pero yo siempre seré un caos.

[OOO]

―¿Y cómo está? ―le pregunto al doctor. Él me da una sonrisa para tranquilizarme y me toca el hombro.

―Ella está bien, Tanner ―responde―. A pesar de su condición, es una chica fuerte.

―Sí ―susurro.

Le miro y me es difícil no pensar en Alanna. El doctor Rivers fue el que realizó la intervención aquel día.

―¿Cómo has estado? ¿Sigues yendo al cementerio a dormir?

La quito la mirada por la vergüenza. Después de lo que pasó con la operación, el doctor Rivers se volvió más cercano a mí, tanto así que lo visitaba para que me contara todo sobre aquel día. Él fue la última persona en ver a Alanna con vida y creo que esa era la razón por la cual lo visitaba muchas veces. Incluso, una vez me atreví a contarle de que duermo en el cementerio para estar más cerca de ella.

―Bueno... ―me claro la garganta―, a veces.

―¿Crees que Alanna estaría orgullosa de la vida que llevas?

―No.

―Tienes que ser consciente que ella ya no está. Necesitas vivir, y la única forma que conozco es amando. En algún momento de tu vida llegará alguien especial sin que la busques, entonces, entenderás que las segundas oportunidades son bendiciones que nos recuerdan lo valiosos que somos. Tanner, enamórate otra vez y no te sientas culpable de ello.

Pasan los minutos sin que responda nada. En mi cabeza hay muchas ideas y en mi corazón un remolino de sentimientos que florecen solos.

El doctor vuelve hablar.

―Es una chica muy linda ―. Le miro y frunzo el ceño por a confusión―. La que está recuperándose. ¿De dónde la conoces?

―Sí que lo es ―contesto con una sonrisa―. La conocí en el metro. Toca el violín.

―Dicen que los artistas son personas muy sensibles.

―Sí. Ella es especial en todo el sentido de la palabra.

―Hum... ―me mira contento y esboza una sonrisa―. Bueno, me da gusto escucharte decir eso.

Me sonrojo y sin previo aviso, siento un empujón en mi corazón. El nombre de Alanna pasa sutilmente por mi boca y me deja un sabor a magia en los labios. Exhalo.

―¿Puedo verla? ―pregunto, cambiando de tema.

Abby es una persona muy especial para mí y sé que estoy sintiendo una conexión fuerte y única con ella, pero no puedo negar que Alanna aún ocupa mi mente y mi corazón, y no solo como un recuerdo, sino como una llama que sigue ardiendo. Hay algo en mí que no me dejará tranquilo nunca: el no poder despedirme de ella.

Se fue sin más, sin que le pueda dar un beso de despedida, sin que pueda mirar sus ojos por última vez. Eso es lo que me ata a ella.

Creo que las cosas pasaron de esa forma por algo, no sé si hubiese sido capaz de dejarla ir, de perderla para siempre. Hubiese hecho todo lo que estaba a mi alcance para tenerla conmigo hasta que la vejez hubiese tocado nuestra puerta. Nuestra puerta. Se me hace un nudo en la garganta. Hicimos tantos planes para casarnos y vivir juntos, que nada se concretó.

El doctor asiente.

Al entrar, veo a Elena junto a la ventana que va de suelo a techo y tiene una vista privilegiada hacia el parque con frondosos árboles castaños y una pileta en el centro. Ha dejado de llover y ahora solo está lloviznando. Las nubes aún siguen oscuras y presagian una tormenta para la noche. Abby está acostada y cuando siente mi presencia, se vuelve hacia mí.

Un ángel duerme conmigo ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora