ALANNA BECKER

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Y se subió al último tren y avanzó sin rumbo. Solo quería encontrar a su amada, quería verla otra vez, pero volver al mismo vagón a veces no nos garantiza la felicidad porque la persona que buscamos, tal vez ya está en otra estación.

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Mientras la débil luz matutina desplaza las sombras, me levanto y le doy un beso en la frente a mi abuela. Me quedo varios minutos mirándola hasta que salgo de casa. Abby volverá a sus clases y debo acompañarla porque luego iremos a ver a Tanner.

Hoy le dirá que estoy aquí.

El camino otra vez es complicado, sin embargo, llego justo a tiempo. Abby y Elena deciden tomar el tren. Se sientan en el vagón cuatro, al lado derecho donde la mayoría de los asientos están vacíos, a pesar que es hora punta. Abby tiene la cabeza recostada contra el vidrio y su mejor amiga hace una tarea. Afuera, las nubes grisáceas esconden la luz dejando todo en una nebulosa crepuscular que me inquieta. Ella siente mi aura y me mira. Me da una sonrisa y me invita a sentarme frente a ella. Nos quedamos en silencio por largos minutos, mientras el tren nos lleva a nuestro destino.

Al llegar, vamos al salón de clases. Todos los demás alumnos ya están en sus asientos, pero el de Jake está vacío. Recuerdo lo que vi. ¿Qué habrá pasado con él?

―Parece que esta vez ya le dieron su merecido ―le susurra Elena a su amiga.

―¿De quién hablas? ―le pregunta, frunciendo el ceño.

―Del idiota de Jake. Parece que lo han expulsado ―dice con un dejo de molestia en su voz―. Esa vez lo acusé a la dirección cuando nos bañó en pintura.

La profesora deja su bolso sobre su escritorio y se coloca al frente de todos, justo al medio para que la puedan ver mejor. Tiene una tableta en la mano y la comienza a manipular, mientras el director toma la palabra.

―Buenos días, alumnos ―saluda y todos responden al gesto―. Como la mayoría de ustedes se imaginan, el alumno Jake ha sido suspendido por tiempo indefinido de la preparatoria por realizar un ataque cobarde a dos alumnas del salón. Con esto quiero decir, que no será permitido ningún tipo de violencia o agresión sobre ningún estudiante, sea hombre o mujer, no será aceptado. Si en algún futuro existiese un acto similar, las medidas serán más drásticas y me encargaré, personalmente, de que no se les acepte en ninguna otra institución. Dicho esto, que tengan un buen día.

Le pasa la tableta a la profesora y toma la palabra.

―Buenos días, alumnos. Por favor, aquellas personas que mencione, levantarse y acompañar al director hacia la oficina principal. Ustedes también quedarán suspendidos por ser partícipes de dicha agresión.

La profesora menciona a seis personas más, entre hombres y mujeres, y salen del salón en una fila india.

―Bien, empecemos la clase ―dice la maestra.

Todos empiezan a sacar sus cosas de sus mochilas. Elena se acerca a Abby y le susurra al oído.

―Le diré a la profesora lo de Jake. Ya no nos molestará más.

Elena hace la denuncia sobre lo que le conté a Abby. Sumado a los rumores que hay en la preparatoria, la profesora asiente, llama a Elena y juntas van a la dirección.

Una hora después, Elena le cuenta a su amiga todo lo que le dijo al director y que él llamó a la policía. Aunque no tenían ninguna prueba, las autoridades podrían hacer un seguimiento. Vender drogas, sobre todo en las escuelas, era un delito que se pagaba con cárcel en los Estados Unidos.

Un ángel duerme conmigo ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora