ABBY OWEN

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Que se marchiten las flores, que se sequen los ríos, pero que nunca se olviden los bellos momentos que vivimos juntos.  

[OOO]

Elena lleva a Abby a su casa. Al entrar, su madre pregunta asustada una y otra vez qué es lo que había pasado. Abby le miente diciéndole que fue un accidente. Mentirle es una decisión dura para Abby, pero no quiere darle más preocupaciones de las que ya tiene. Más problemas en su vida, no.

Su madre la mira con preocupación. Intuye que algo no va bien. La chica ciega sabe cómo es esa sensación, pues cada vez que ve a su madre, siente lo mismo. Sabe que algo no está bien con ella, y no es estrés como Elena trata de hacerle creer, sabe que es algo más peligroso e irreversible.

―¿Cómo es posible que los albañiles no se dieron cuenta? ―la voz de su madre detrás de ella la hace parar en seco a la mitad de las escaleras. Su mano sucia se apoya en las barandas de madera y siente cómo ensucia con pintura. De pronto, la invade una ola de impotencia, unas ganas terribles de llorar. De seguro se ve terrible y realmente dañada para que su madre siga insistiendo. No me puedo ni defender. Qué inútil soy, piensa.

―No lo sé. Ya te dije que fue un accidente ―vuelve a mentir.

Se hace un silencio incómodo.

―No me mientas ―susurra su madre.

En su voz, Abby siente mucho dolor. Se vuelve y ve el aura de su madre chispeando de amarillo, y por primera vez, siente algo extraño. Hay pequeñas manchas plomas que están creciendo y apagando el color natural de su aura. Siente una preocupación terrible. Desconoce qué significa eso.

Todos repudian lo no conocido.

―No tienes por qué preocuparte.

―Si pasara algo me lo dirías, ¿verdad? ―dice su madre, mientras sube dos peldaños de la escalera para estar más cerca de su hija―. Recuerda que siempre puedes contar conmigo.

El corazón se le aprieta en ese instante. La vida a veces juga con todos de una forma absurda, como si su único propósito fuese hacernos daño, destruirnos siempre.

―Prométeme algo, madre ―susurra Abby. Trata de no enfocarse en su aura, pero es inevitable no ver cómo esas manchas plomas siguen apareciendo―. Prométeme que nunca me olvidarás.

La voz se le quiebra. Aunque le duela, lo acepta. Sabe que tal vez su madre sufre de alzhéimer. Y aunque no tiene ningún diagnóstico médico, ella había buscado información de videos y de audio libros en su celular todas las noches, y su madre presentaba la mayoría de los síntomas.

Abby siente el contacto de la mano arrugadita de su madre sosteniendo la suya. La pintura le ensucia los dedos, aunque eso no le importa a la mujer. Abby se aferra a la mano de su madre. Quizás, en un tiempo, no solo no la podría ver, sino que sus recuerdos se irían con el viento, y ella se quedaría sola.

―Claro que no ―contesta.

Se quiebra al escuchar su voz como un susurro.

Se abrazan por varios minutos y se susurran varios te amo. Luego, Abby sube con cuidado a su habitación a darse un baño y para quitarse toda esa mala experiencia.

Abby termina de ducharse y se cambia. En su cabeza aún estallan las burlas y los gritos de todos los que vieron lo que Jake y sus amigos les hicieron. Abre su guardarropa y mete la mano entre los cajones para buscar una frazada, sin embargo, sus dedos tocan la caja de cartón donde guarda las cosas de su padre. Se queda quieta por un segundo al recordar lo que Jake hizo con el despertador de su padre.

Un ángel duerme conmigo ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora