ABBY OWEN

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Sé que eres tú porque me haces sentir mariposas en el estómago.

[OOO]

Las manos le empezaron a temblar. Sin que Tanner le diga nada, Abby sabía que algo iba mal porque empezó a sentir un aura oscura y retorcida.

―Abby, ven conmigo ―el susurro de Tanner la saca de sus pensamientos―. No hagas ruido.

Comenzaron a moverse. Ella toca las paredes para sentir por dónde iban. El miedo se levanta como una nube gigantesca y la aturde, sin embargo, se concentró porque no podía permitirse no ayudar ahora. Su sentido del oído se había puso en marcha y se concentró en los pasos del hombre que está en el primer nivel. También escucha su respiración y el clic del seguro de la pistola cuando se lo quita.

―Aquí ―otro susurro.

Se esconden detrás de una pila de cosas viejas y unos armarios rotos y sucios. Hay telarañas por todos lados. Cuando Tanner hace espacio para que Abby entre y se esconda del asesino, por si él tenía que salir para luchar, mueve uno de los armarios y salen corriendo dos ratones que bajan por las escaleras. Él aguanta la respiración y no les quita la mirada de encima hasta que se pierden. Espera y espera. El silencio es inquietante. Segundos después, la escalera cruje bajo las pisadas del asesino.

Tanner mira a Abby. Sabe que ella no se merece estar en esta situación por culpa de él, mucho menos al borde de la muerte.

Se prepara. Busca un fierro largo similar a un bate y lo agarra. Esta vez no lo pensaría dos veces. Si a Alanna no la pudo proteger, a Abby sí.

Abby acerca su cuerpo al de Tanner y cierra los ojos. Tengo que ayudarlo, piensa.

―¿Puedo ayudarte en algo con mi don? ―le pregunta en un susurro.

Él piensa.

―Sí ―contesta―. No puedo verlo por la cantidad de armarios que hay aquí, así que necesito que sientas su aura. Que me digas por dónde está para estar prevenido y anticipar su ataque. Esta vez seremos nosotros los que lo vamos a sorprender porque si no lo hacemos, corro el riesgo de que me hiera con el arma y que después te hiera a ti. Y no me perdonaría nunca eso.

―Lo voy hacer ―responde―, pero debes tener mucho cuidado. Su aura es demasiada oscura, muy perturbadora. Esta vez no lo pensará para disparar. Puede matarnos.

La voz se le quiebra, pero la mano de Tanner en su rostro la repone.

―No nos pasará nada ―la mira―. Te lo prometo.

―Ya está aquí ―susurra.

Tanner agudiza su oído y escucha sus pasos pesados y lentos.

―¿Por dónde está? ―le pregunta Tanner.

Ella se concentra, apaga el ruido de los insectos en el bosque, la voz de Tanner, el miedo gritando en su cabeza. Entonces, entre el mar de oscuridad, ve una luz perturbadora. Está parado justo en el último peldaño de las escaleras, luego avanza hasta el piso del segundo nivel. Camina hasta donde entra la luz de la luna.

―Justo donde estuvimos bailando. Su aura... su aura se ha intensificado, incluso más que cuando la vi en el bosque. Está muy enojado, las ondas reptan por el suelo, se contaminan unas con otras y se hacen más pesadas, más sombrías.

Tanner frunce el ceño.

―¿Puedes sentir qué está haciendo?

Los ojos de la chica se abren más al ver el aura de Alanna al lado del hombre. El ángel lo mira y trata de atacarlo, sin embargo, no lo consigue.

Un ángel duerme conmigo ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora