TANNER STRONG

260 59 23
                                    

―¿Y si lo intentamos de nuevo, amor mío?

―No puedo. Me he enamorado de otra persona.

[OOO]

Ver las fotografías de Alanna, me rompe otra vez. Hay tantas cosas que nunca podré olvidar.

Cuando estoy mirando todos esos recuerdos, siento que algo suave y tibio me toca la mano. Me vuelvo al instante, sorprendido por lo que pasa, porque en la sala no hay nadie más que yo. Me quedo en silencio, miro a mi alrededor. Algo tira con fuera de mi pecho que me produce una electricidad agradable desde la punta de mis pies hasta el último cabello.

Miro a todos lados, sin encontrar alguna respuesta coherente. Pienso un poco. Será posible que esto sea magia. La magia es una energía maravillosa entre lo terrenal y lo divino, así que busco ahí. Busco entre esa brecha y logro sentir algo. Algo que no es de aquí y que es desconocido para mí, pero que no me causa miedo, más bien, me pone feliz.

Entonces, solo suelto la primera palabra que se me viene a la mente.

―¿Alanna? ―susurro.

Espero un segundo. Dos. Tres.

Cinco.

No hay respuesta. El dolor se multiplica.

Ya no está, Tanner. Se ha ido.

Quito la mirada con pena. Pensé que había logrado encontrar algo, pero me equivoqué. No hay nada. No hay nadie.

La señora Rachel vuelve con la taza de chocolate y seguimos conversando. Le cuento que estoy buscando a mis padres y ella me da más ánimos de seguir. Creo que esta es una de las razones por las cuales me estoy levantando por las mañanas con mejor ánimo.

Luego de una hora, me despido de ella. Le doy un fuerte abrazo y un beso en la frente, prometiéndole que volveré.

Subo a mi auto y pienso en ir por Hanniel, pero no creo que tenga ánimos de subir en un vehículo, así que voy solo a buscar a mi madre otra vez. Las calles lucen vacías y los edificios no proyectan sombra alguna, están sumergidos en oscuridad total. Los árboles que hace unos días vi verdes, ahora se han vuelto castaños y se están desnudando poco a poco. Presiono el acelerador y bajo por las calles más pobres del pueblo que está detrás de la ciudad. Minutos más tarde, llego a la casa de Milton y la señora Serena.

Esta vez Milton está afuera como si me estuviera esperando. Cuando ve mi auto, se levanta y me recibe con una sonrisa. Se limpia las manos atrás de su pantalón, me da un apretón y nos saludamos.

―¿Cómo sabía que iba a venir? ―pregunto.

―Lo imaginé ―contesta―. Y puedo apostar que todos los días vendrá a ver a mi hermana.

Él tiene razón. No era muy difícil de imaginar. Quiero estar cerca de mi posible madre todo el tiempo que me sea posible.

―Gracias por permitir que la visite ―digo.

―Tiene el derecho de estar con ella. Y aunque aún no sabemos si es la persona que busca, hay una conexión fuerte entre ustedes.

―Sí. Yo también la siento.

―Además, le tengo una sorpresa. ¡Adelante! ¡Adelante!

Abre la puerta y entro. La señora Serena está sentada al borde de su cama y me toma un momento reconocerla ya que está limpia y con el cabello recogido en una cola. Su ropa está vieja, pero limpia. Sus ojos me recuerdan a los míos, sin embargo, un pequeño dolor me sigue hincando, ya que su mirada sigue perdida.

―Está hermosa ―susurro.

―Se duchó y se puso su mejor vestido ―dice el señor Milton―. Le dije que vendría a visitarla y se emocionó.

Ha pasado poco tiempo desde que encontré a mi posible madre, que tengo sentimientos que están despertando uno tras otro y eso me está abrumando de una forma extraña. Me pongo feliz, luego imagino por todo lo que pasó y siento lástima. ¿Cómo es posible que yo haya disfrutado de mucho dinero, ropa y comida, mientras mi madre vivía en condiciones precarias, totalmente abandonada?, ¿dónde estuve?, ¿qué estuve haciendo?

Me acerco despacio hasta llegar a ella. Me acuclillo y le agarro las manos. Le doy un beso. Sus ojos encuentran los míos, llora.

―Estás aquí, hijo ―susurra.

Me quiebro.

Hijo. ¿Y si no es mi madre?, ¿y si estoy creando un vínculo emocional con otra persona?, ¿cómo haré para romperlo luego?, ¿si le estoy dando falsas esperanzas a ella?

Aparto todos esos pensamientos por ahora. Me dejo llevar. El corazón me late con fuerza.

―Si ―susurro solo para que ella me oiga―. Siempre vendré a verte.

Otra vez se pierde.

―¿Cómo te llamas?

Trago saliva.

―Tanner.

Pasan varios minutos mientras nos miramos. Luego, ella rompe todas las barreras de desconfianza que tenía con solo tres palabras.

―Mi pequeño Tanner.

Doy sollozos agarrándole las manos y llevándolas a mi frente. Milton me mira en silencio y respeta mi dolor. Serena, mi madre¸ se suelta y me coloca una de sus manos en la mandíbula. Me levanta con dulzura la cabeza y me sonríe. Le doy una sonrisa triste y feliz a la vez. Qué extraño se siente esto. Entonces, posa sus labios en mi frente, me da un abrazo. Mis piernas ceden y me apoyo en su regazo.

―Mi pequeño Tanner ―vuelve a decir y yo sonrío.

―Mamá ―digo con la voz entre cortada.

Me quedo ahí por varios minutos y luego pierdo la noción del tiempo. Puedo sentir algo detrás de mí posarse sobre mis hombros. No entiendo qué es, pero me trae una paz que completa este momento. Algo que también me hace feliz.

 Algo que también me hace feliz

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Un ángel duerme conmigo ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora