ABBY OWEN

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Seré el puente entre tú y él. Seré quien sane las heridas de ambos, mientras su amor me va arrancando el alma en pedazos.

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Tanner lleva a Abby y Elena al centro de la ciudad a uno de los restaurantes exclusivos y con una vista privilegiada, gracias a las grandes ventanas que tiene que van de suelo a techo. Los colores que predominan en la decoración son el marrón, el blanco y el beige, que combinadas con los destellos dorados de las arañas proporcionan un ambiente cálido. Los mozos están impecables de pies a cabeza y uno de ellos se acerca para tomar sus pedidos. Tanner, que ya se había dado cuenta de la ceguera de Abby mientras estaban en su auto, agarra la carta y se la entrega suavemente en sus manos. Ella la recibe con una sonrisa de vergüenza. Sabe que solo lo hace por ser gentil.

―Abby ―la llama Tanner.

Su nombre en su boca le parece una de las cosas más hermosas que había escuchado en su vida, a parte del despertador de su padre. Se le tensan los músculos, se le hace un nudo en la garganta. Hasta ahora no entiende cómo él despierta todo eso en ella si recién se conocían.

―¿Sí? ―contesta.

―Te leo la carta ―se aclara la garganta de una forma divertida para imitar una voz de locutor de radio. Ellas ríen―. Pescado al vapor con finas hierbas, lomo a la plancha, pulpo al olivo, filete de pollo con salsa de aguacate...

―Quiero un filete de pollo con salsa de aguacate, por favor ―lo interrumpe.

Tanner mira a Elena para su aprobación y ella le da una sonrisa de afirmación, pero en realidad es una de agradecimiento por cómo se está portando con su amiga.

―Está bien ―dijo―. Ahora para beber hay: café, café con leche, jugo de naranja, capuchino, leche descremada, chocolate caliente...

Cuando Tanner dice la última palabra, Abby siente que su aura se encoje. Al parecer eso le traía algún tipo de recuerdo triste. Con el tiempo ella había aprendido a interpretar el comportamiento de las auras. Si brillaban con más intensidad era porque estaban felices, pero cuando se encogían o se apagaban tenían miedo o tristeza.

―Solo un café con leche ―susurra.

―Pedido procesado.

Cinco minutos después, los pedidos llegan.

Todos conversan y ríen, hasta que Abby ve un aura distinta a la de las personas presentes. Es plateada con tonalidades doradas y que emana magia. Se mueve alrededor de Tanner, se concentra en él. ¿Quién es?, piensa.

De pronto, siente que el aura se concentra en ella. Las voces de Tanner y Elena se apagan al instante. En la oscuridad de su mente solo distingue aquella aura y la suya. Luego ve que se levanta y camina hacia donde está. Abby nunca había sentido un aura como esa. Tiene forma de una chica en la que puede distinguir ciertos rasgos físicos mientras se concentra para sentir cada detalle de ella.

Cuando Abby sentía el aura de los demás, eran figuras de colores específicos, formadas por ondas y manchas que se movían según el estado de ánimo de la persona.

Pero esta es diferente.

¿Será su ángel guardián?, piensa.

―¿Abby? ―la voz de Tanner rompe con sus pensamientos.

―¿Hum?

Tanner frunce el ceño y sigue con la mirada a donde apuntan los ojos de Abby.

No hay nada.

Un ángel duerme conmigo ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora