ABBY OWEN

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Tus manos en mi cuerpo, mi mente en el cielo.

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El taxi las lleva a la casa de Abby.

Elena le acomoda el suéter que le ha prestado para que no se resfriara por lo mojada que está su ropa, y aunque ella también tiene la suya en el mismo estado, puede aguantar. Abby ya se siente más aliviada de que la semana de clases ha terminado. Al menos tendrá sábado y domingo para descansar de ese martirio y hacer lo que tanto le gusta.

Abby sube las escaleras palpando las barandas y las paredes, mientras que Elena la espera en la sala. Cuando está en el segundo piso, piensa en ir a la habitación de su madre para saludarla, pero no quiere que la vea así y preocuparla, así que se mete a su cuarto y cierra la puerta detrás de ella. Deja la mochila en la cama y se quita la ropa. Luego avanza hasta el guardarropa y estira las manos buscando algo para ponerse. Siente con el tacto la ropa y escoge. Se coloca unos pantalones de algodón y una sudadera celeste.

—¿Abby? —habla su madre afuera.

Ella sale a su encuentro.

—Hola mamá —contesta. Se gira hacia donde viene la voz y siente el abrazo de su madre.

—¿Cómo te fue?

—Bien —mintió.

Se hace un silencio incómodo. Abby siente que los ojos de su madre la están estudiando, hasta que deciden bajar a almorzar. Elena se levanta al verlas.

—¡Buenas tardes, señora Emily!

Elena le sonríe, sin embargo, Emily no se inmuta. La mira con desconfianza y con curiosidad como si fuera una persona que nunca había visto en su vida, aunque la realidad es que Abby y Elena se conocen desde hace tres años y siempre había llegado a su casa.

—Buenas tardes —murmura la mujer. Aprieta el brazo de su hija para ponerla en alerta—. ¿Quién es usted?

La pregunta las agarra por sorpresa. Abby siente el temblor en la mano de su madre y la acaricia para tranquilizarla. En su cabeza rondan muchas cosas y un recuerdo llega a su mente.

Solo hace un mes su madre la llamaba muy temprano para tomar desayuno. Era miércoles, lo recordaba muy bien porque le tocaba clases de música y su violín ya estaba en su mochila. Bajó con cuidado las escaleras y llegó hasta la mesa. Se sentó y escuchó a su madre llegar.

—Mi pequeña, aquí está tu desayuno. Huevos con tocino y jugo de fresas.

Abby sonrió.

—Muchas gracias, mamá. Tú sí que ya me...

La voz de su madre la interrumpió.

—Y aquí está el desayuno de tu padre. Tostadas con mantequillas y huevos revueltos —comentó. Dejó el plato en la mesa—, pero aún no baja. ¡Thomas! ¡Apresúrate que se enfría tu desayuno!

Abby no se movió. Era algo extraño lo que estaba pasando. Su madre hablaba de su padre como si él estuviera vivo, como si estuviera arriba durmiendo, sin embargo, él había muerto hace un año. Su madre lo había olvidado y ella no tenía intenciones de decirle lo contrario, además estaba asustada por lo raro de la situación. Minutos más tarde, le recomendó descansar, se despidió y se fue a clases. Cuando regresó de la preparatoria, todo estaba normal. Conversaron sobre muchas cosas y su madre no mencionó a su padre otra vez.

Algo había pasado. Quizás un sueño, una pesadilla que le duró aun estando despierta.

La voz de su amiga la hice volver.

Un ángel duerme conmigo ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora