ALANNA BECKER

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Cuando las estrellas se apagan y me recuerdan que ya no estás, suelo colocar la canción que tanto nos gustaba.

[OOO]

Después de varios minutos, llegamos a la estación del tren. Tanner estaciona su auto y baja. Está pensativo. Al mirarlo, sus ojos tienen un brillo extraño. Especial.

Las personas llenan las veredas y los autos las carreteras. El tráfico es insoportable. ¿Por qué habrá venido aquí? El sol está cayendo y las sombras parecen que escondieran algo. Mira hacia la multitud y le sigo la mirada. Hay un espectáculo callejero al otro lado de la calle. Las personas hacen un círculo alrededor del artista callejero y puedo oír una hermosa melodía que viene de un violín. Tanner cruza la calle corriendo. Yo lo sigo. Se abre paso entre la muchedumbre hasta llegar a la primera fila, y yo me quedo a su lado. Veo a una chica pasar un sombrero por todos los espectadores pidiendo dinero.

―¡Vamos! ¡Vamos! A colaborar ―dice.

Cuando llega a Tanner, sus ojos se abren de par en par al verlo. Su sonrisa se hace amplia y divertida. Ella lo saluda y él le contesta el gesto, mientras le da un billete de cien dólares. Se lo agradece y sigue pasando el sombrero. Luego, se acerca a su amiga que está tocando el violín y cantando y le dice algo en el oído. Puedo verle las mejillas ruborizadas. Está nerviosa. ¿Quién es ella? Hay algo que se me está revolviendo en el pecho y no sé qué es. Siento algo extraño en el ambiente, una mezcla de algo que era mío, algo que se me está yendo.

Los minutos pasan hasta que casi todos los espectadores se van y Tanner sigue ahí. Mirando y escuchando cada canción como si fueran de él, como si de eso dependiera el mañana. Intento tocarlo, rozar mis dedos con los suyos, pero no puedo. No siente la conexión.

Cuando las chicas terminan con el espectáculo, solo está Tanner. Él aplaude la última canción y se acerca a la chica del violín. Yo me quedo parada. Hay algo que no me permite avanzar, algo que convierte mis piernas en grandes bloques de concreto. ¿Qué me pasa? Puedo avanzar, pero no quiero. Tengo miedo.

―Hola ―la saluda.

Su voz está cargada de energía, de muchas emociones.

Ella le sonríe. Tiene una bonita sonrisa. Siento una punzada de celos en mi alma. Siento que el mundo se me está haciendo cada vez más grande, como si mi regreso hubiese sido en vano y no encajara aquí.

―Hola ―responde―. ¿Cómo estás?

―Bien. Hermosas canciones las que has tocado hoy.

―Gracias. También quería agradecerte por la colaboración que nos diste ayer. De verdad que es mucho dinero para lo que hago.

―No digas eso ―comenta―. Te mereces mucho más de lo que todos colaboramos. Tienes mucho talento. ¿Cómo te llamas?

Ella sonríe. Se lleva un mechón de sus cabellos detrás de la oreja.

―Abby ―susurra―. ¿Y tú?

―Soy Tanner. Encantado de conocerte.

Siguen conversando, pero lo único que escucho es un sonido molesto en mis oídos. El mundo se apaga, pasa lento. Se supone que esto es lo que hace la gente para seguir adelante después de una pérdida. Avanza, sigue... se ilusiona.

Doy un paso hacia atrás. No quiero dejarlo, no puedo. Agarro con más fuerza el hilo y me detengo justo antes de tensarlo. Pienso un poco. Tal vez es solo su amiga, tal vez todo me lo estoy imaginando. Sin embargo, algo en mí me dice que eso es mentira, porque la está mirando de la misma forma en la que me miraba a mí.

 Sin embargo, algo en mí me dice que eso es mentira, porque la está mirando de la misma forma en la que me miraba a mí

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