Era miércoles, y me tocaba ir al psicólogo pero no pensaba llevarle ningún borrador de los últimos que había escrito. Tampoco pensaba dirigirle mucho la palabra, o tratarla del todo bien. En serio estaba enojado.
-Josh, ¿Cómo andas? -dijo acomodándose los anteojos, nerviosa.
Mal, y ahora peor. -pensé.
-Bien.
-Te estuve llamando.
-Ah.
-¿Por qué no atendías?
-Estuve ocupado.
-¿En qué?
-Cosas mías.
-Ah. -dijo intranquila.
Se produjo un silencio incómodo que no me molesté en remediar.
-¿Conociste a… Max? -dijo dudando si preguntarlo o no.
-¿Hablas del idiota que contrataste para arruinarme la vida? Emm sí, me parece… un idiota.
-Oye, dale una oportunidad. -comenzó a decir.
-No quiero estar con él, y más importante, no estaría con él de no ser por ti.
-Te hará bien, lo prometo.
-Tú no sabes lo que me hace bien, si lo supieras no lo hubieras traído.
-Pero digo que…
-No me importa lo que dices, si tú no me escuchas yo tampoco lo haré. -dije levantándome de la silla. -Y con tu permiso, me iré; se me hace tarde para ir a dormir.
-No tienes mi permiso. -dijo levantando su tono de voz y parándose rápidamente.
-Entonces sin tu permiso me iré. -dije saliendo por la puerta con tono indiferente.
Nunca me había ido así de una sesión, nunca había reaccionado así. ¿Qué me pasaba?Pasaron dos semanas desde que mi compañero llego y ni él insistió en ir a comprar el colchón ni yo lo invité. Yo dormía en el sillón y él en la cama.
Esas dos semanas fueron un infierno en mi casa, y afuera también. En clase Paul me molestaba siempre aunque ya no me golpeaba tanto, y en mi casa era todo tan incómodo. Yo no hablaba con Max y él tampoco conmigo. No sabía nada del chico que dormía al lado mío todos los días, y eso me inquietaba; tenía bastantes preguntas para él, habían muchas cosas suyas que me llamaban la atención. Con suerte nos decíamos “Buen día” y “Buenas noches”, casi nunca estaba en casa, y tampoco comíamos juntos. Era extraño, demasiado extraño.
-Una pregunta. -dijo por fin un día. -¿Te gusta dormir en el sillón o simplemente lo haces para no ir a comprar un colchón conmigo?
-Un poco de las dos. -respondí con una media sonrisa tratando de ser amable, esa pregunta me había tomado desprevenido.
-Eres orgulloso rubio; vamos a comprar. -dijo acariciándome el pelo como si fuera un perrito.
¿Rubio? Odiaba que me dijeran rubio. No sé porque, pero lo odiaba. Quizás porque para mí en realidad no era rubio, sino morocho. Pero todos siempre insistían en contradecirme, diciendo que era castaño claro y que yo veía mal. De cualquier modo, no me gustaba. Antes me lo decían molestando pero ahora ya nadie lo hacía, por suerte.
-Soy castaño claro, ¿sabes?
-Es lo mismo, ¿no?
-No, no me digas rubio. -contesté cortante.
-Como tú quieras rubio.
Era un completo idiota, pero me hizo sonreír.
-¿Saldremos o te quedaras allí enojado?
Solo me puse una campera y le hice una seña para que saliera. Salimos y fuimos en colectivo hasta el centro.
En el camino él comenzó a hacerme varias preguntas, no sé porque, pero raramente yo también le hice algunas a él. Max parecía muy interesado en conocerme.
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De eso se trata.
Teen FictionJosh tiene 16 años. Su madre muerta y un padre que no conoce. Tiene que empezar las clases con Paul, su acosador. Y su único amigo es Sam, su perro. 16 años, tanto dolor, tanto sufrimiento... tanta mierda. Pero bueno de eso se trata la vida, ¿no?