Capítulo 23

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   Me levanté a las 07:00 a.m. Era sábado. Agarré mi celular, y tenía un mensaje de un número desconocido.
“Hola, soy Melanie. Quería avisarte que tenemos que juntarnos a hacer el trabajo de Historia así que cuando tengas tiempo llámame, ¿sí? Un beso.”
Me había olvidado de ese trabajo. Sinceramente no tenía ganas de hacerlo.
Hubo algo que me llamó mucho la atención, ¿Cómo había conseguido ella mi número? Nunca se lo había pasado, que raro. De todos modos, me daba igual solo estaba preocupado por el trabajo.
La tarea era para el viernes de esa semana así que iría el lunes a su casa, la verdad es que quería sacármelo de encima lo más pronto posible.
Pasé con Sam por su casa para avisarle que el lunes podía, pero ella no estaba allí así que fuimos a comprar helado y volvimos a casa para jugar videojuegos.
Supongo que no pasaba nada si le avisaba el lunes en el colegio, ¿no?

   Yo trabajaba en un bar, los sábados y domingos a la noche. Era muy poco tiempo, pero la realidad es que el estado me ayudaba generosamente con el dinero. El bar se llamaba: “Resto Mds” y era cerca de mi casa; lo bastante como para irme caminando.
Ese era un bar… raro. No era como todos los otros que yo conocía, ese era distinto. La gente no iba a tomar, bailar y divertirse con amigos. Al contrario, iban a embriagarse y quedarse sentados con su trago en las manos, y nadie de los que iba parecía feliz.
Las personas iban sola, pedían varias rondas del mismo trago y se iban al otro día cuando ya eran capaces de caminar. Era normal ver a gente hablando sola, llorando o tirada en el piso con un vaso en la mano. También habían muchos que fumaban, entrar allí me hacía acordar a Venecia con tanta “niebla”.
Se notaba que hace mucho no arreglaban o limpiaban ese lugar. Tenía las ventanas rotas pegadas con cinta, focos colgando, el pool estaba averiado, y había una que otra silla o mesa a la que le faltaba una pata. Era en serio un lugar sombrío, y a decir verdad, bastante pequeño. No solían frecuentarlo muchas mujeres, lamentablemente. El baño se encuentra al costado izquierdo de la barra, luego de un largo pasillo estrecho. Y yo iba allí cada dos por tres; era el único lugar libre de humo.
Era, dentro de todo, un lindo trabajo. Supongo que lo más feo era limpiar el vómito de los hombres que allí bebían y alguna que otra pelea que se armaba. Antes me repugnaba, de verdad no podía limpiarlo. Me daban arcadas y hasta me mareaba; era tan asqueroso. Pero con el paso del tiempo se fue haciendo hábito, y ya casi lo hacía sin pensar en devolver lo que había comido, casi. De las peleas no era algo de lo que yo me encargara, así que eso me daba igual. Mi trabajo era, irónicamente, servir tragos y limpiar. Digo irónicamente porque me encargo de servir tragos pero nunca en mi vida he probado uno.
Ya estaba acostumbrado a eso, y hasta a veces me daban ganas de ir a trabajar. Pero hoy no era el caso…
-Hola Pia. Hola Gunn. -pronuncié mientras me acercaba a la barra.
-Hola Josh. -dijeron al unísono.
Pia era la mesera. Su trabajo era llevar los tragos que yo preparaba a las mesas correspondientes, y cobrarles. Sinceramente creo que su verdadero trabajo era atraer clientes. Ella era muy hermosa y habían varios que solo iban allí para verla. No bromeo, hasta yo pagaría por verla, era en serio preciosa. Rubia, pelo lacio que le llega más o menos hasta la cintura, alta, delgada, ojos celestes y curvas pronunciadas, siempre llevaba minifalda y camisa, con sus labios pintados de rojo. Era simplemente hermosa.
Gunn era el dueño de ese lugar pero siempre se encontraba ahí. Él era el encargado de las peleas o de saldar las deudas. Era alto, morocho, musculoso, tenía un par de tatuajes en los brazos y pinta de ser ex-carcelario.
Ellos me caían bien, sí así se puede decir. Al principio, cuando comencé con el trabajo, ni siquiera les dirigía la mirada pero últimamente estaba de mejor humor y cuando la clientela no era mucha, manteníamos conversaciones acerca de nuestras vidas y cosas por el estilo. Aprendí a sobrellevarlos y, al ser mayores que yo, no era tan difícil llevarnos bien (con chicos de mi edad era mucho más complicado). Aunque en realidad solo teníamos una relación laboral, nada más.
Era temprano así que había poca gente.
-Oye, me gusta lo que tienes puesto. -dijo Pia señalando mi remera.
-Gracias. Lo mismo digo. -dije guiñándole un ojo, en tono de amistad.
-Ey tú, -dijo alguien sentado en la barra. -sí tú. -volvió a repetir cuando lo miré. -No le hagas ojitos a mi nena, ¿sí? -dijo agarrando a Pia de la cintura.
Pia lo miró, poniendo los ojos en blanco y lo alejo de sí.
-Saca tus manos, vago asqueroso.
-¿Y ese quién es? -dije ya más lejos del señor.
-No lo sé. Hace semanas que viene y me dice cosas así. -dijo más asqueada que enojada.
-Parece que te ama. -bromeé.
-Sí, me da igual. Es asqueroso.
Volví a mí lugar y seguí con mi trabajo. Ya me quería ir.

De eso se trata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora