No fui al colegio. Mi excusa era que me sentía descompuesto, cosa que tampoco era mentira. Cuatro kilos de helado en una noche no hacían del todo bien.
A las 19:00, fui caminando a la psicóloga. Parece que hoy había mucha gente porque me hicieron quedarme en la sala de espera. Admito que era mejor que ir hablar con Jennifer sobre mi madre, Max o la escuela.
Cuando me quedaba allí me ponía a leer alguna revista o algún libro.
Siempre llevo libros a todas partes porque siempre aparece una buena ocasión de leer. Es más a veces traigo 2 o 3 libros en la mochila porque termino de leer el primero y quiero seguir leyendo. Jennifer dice que esto no es normal, pero ella no entiende mi amor por los libros así que me da igual. Ya de por sí, lo que ella dice me da igual.
Leer es la mejor manera de “salirse” de este mundo. Los problemas que tengo desaparecen en el momento que yo abro un libro. Podría estar en mi peor momento pero cuando tengo un libro en mis manos, nada de eso existe. Somos solo mi libro y yo. Nada más; y nada menos.
Hay mucha gente que se droga, fuma, toma o duerme para poder “salir” de esta horrible realidad; yo leo.
La semejanza que estas cinco cosas tienen es que cuando haces cualquiera de ellas no piensas. Y creo que ahí está la gracia, no pensar. No pensar en este mundo, en los problemas, complicaciones, en la gente. No recordar.
Así pude deducir que nuestro peor enemigo es nuestro cerebro, nuestra memoria… o simplemente nuestro pensamiento.
Vivir sin pensar sería mucho mejor, como si fueras un zombie. Bah, creo que los zombies no piensan, al menos en mi videojuego aparecen así.
Estuve pensando en esto un largo rato mientras miraba la cortina.
-Ojalá fuera una cortina. Mírala ahí, tan… inerte, tan sin vida, sin cerebro. -murmuré para mis adentros. Ya estaba delirando, tanto pensar me afectó.
Seguí leyendo, estuve como una hora hasta que terminé el segundo libro que llevaba en la mochila, el primero lo había leído camino aquí. Bueno a veces es un poco raro leer a cada rato, pero amo esa rareza.
No tuve otra cosa que hacer que quedarme sin hacer nada, inevitablemente pensando. Me puse a pensar en Melanie. Ya habían pasado cinco meses desde que la “conocí” y habían sido meses buenos, hasta ahora que me enteraba que ella era la niña esa. ¿Por qué no me lo habría dicho antes? ¿Ella se estaba burlando de mí? ¿O simplemente tenía vergüenza de decir que yo era aquel chico que a ella tanto le gustaba? Yo de verdad era feliz con ella… no feliz pero al menos no era tan miserable.
Aparte de esto, tenía dos amigos: Sam y Max, no me disgustaba tanto ir al psicólogo, cada vez me gustaba más leer y tampoco me disgustaba ir a la escuela.
Espera ¿me gustaba ir a la escuela? Oh, no. Esto estaba mal, muy mal. ¿Desde cuándo me gustó a mí ir al colegio? Algo estaba pasando. Antes que pudiera pensar una respuesta razonable a porque me gustaba ir al colegio, esa respuesta apareció delante de mí: Paul.
Él no estaba yendo a la escuela, esa era la razón por la cual yo no volvía llorando o moretoneado a casa. Esa era la razón por la cual me gustaba ir, ya nadie me humillaba (al menos no públicamente).
Muchas preguntas se mezclaron en mi cabeza. ¿Por qué Paul no estaba yendo a clase? ¿Por qué se veía tan mal? Y la que me dejo pensando mucho más tiempo que las anteriores: ¿Por qué estaba en mi psicóloga?
Él se veía en serio mal. Tenía los ojos decaídos y rojos, las ojeras muy marcadas, estaba encorvado y parecía estar en serio cansado, como si hubiera dormido mal, en realidad como si no hubiera dormido en 20 años.
No sé porque me importaba tanto, pero necesitaba saber que le pasaba.
Paul estaba hablando con su madre e hice algo muy maleducado. Sé que si mi madre estuviera viva me habría retado pero algo en mí me decía que debía escuchar la conversación que ellos estaban teniendo.
-No puedo ir a un psicólogo. –dijo Paul decaído.
-Lo necesitas. Es normal ir a un psicólogo. –dijo la madre tratando de tranquilizarlo, en vano porque solo hizo que se pusiera peor.
-Sí, ir al psicólogo es normal, lo que no es normal soy yo. Esto que me pasa no es normal. -dijo Paul muy triste.
Las lágrimas le caían tan estruendosamente, tan desesperadamente que no parecía que este fuera el chico que todos los días a la salida de la escuela me pegaba hasta aburrirse. Este parecía un chico al que la vida lo había superado, un chico sensible y tierno. Parecía un chico destruido.
La madre le respondió algo pero lo único que logre escuchar fue “nadie se puede enterar, ¿me escuchas? Nadie.”
No entendí nada de lo que ellos hablaron. ¿De que no me podría enterar? ¿Qué era lo “anormal” en Paul? Aparte de que él era un brabucón ¿Por qué la madre quería a toda costa que él fuera con Jennifer?
Me hice muchas preguntas en mi cabeza que probablemente nunca nadie me respondería. Aunque yo trataría de encontrar una respuesta; sí soy muy curioso.
Estaba tan concentrado pensando en las opciones por las cuales Paul podría estar pasando que dejé de lado algo muy importante: mi salud.
Paul se había dado cuenta que lo estaba espiando y estaba mirándome fijamente con cara de tener pocos amigos, y de no querer ser exactamente amigo mío. Estaba gesticulando unas palabras.
Cuando le leí los labios, tratando de entender que me estaba diciendo, me di cuenta de que esto había sido un gran error.
ERES HOMBRE MUERTO.-era lo que Paul estaba articulando mientras se acercaba a mí.
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De eso se trata.
Teen FictionJosh tiene 16 años. Su madre muerta y un padre que no conoce. Tiene que empezar las clases con Paul, su acosador. Y su único amigo es Sam, su perro. 16 años, tanto dolor, tanto sufrimiento... tanta mierda. Pero bueno de eso se trata la vida, ¿no?