Capítulo 4

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Rusia

A espaldas de un emperador y una emperatriz que disfrutaban un momento de intimidad, los rusos preparaban su imperio. Habían hablado con Japón y estos estaban de acuerdos con irse a guerra.

El general Benjamín, llevaba como siempre el rifle a la mano. Siempre en vigilia, totalmente enfiebrecido con el hecho de tener la oportunidad de vencer a la emperatriz. La detestaba, no sabía las razones exactas, simplemente la detestaba.

Uno de los comandantes de Japón se acercó hasta él.

-General, los de China también planean unirse a nosotros -. Habló el general en un ruso con acento japonés. Algo que sonaba extraño a los oídos del general.

-Eso es una buena noticia comandante, entre más gente, más probalidades de ganar a esa mujer que abusa del poder.

-Disculpe que lo contradiga señor, pero así son todos los imperios.

-Nosotros lo cambiaremos-. Le sonrió a el comandante.

Lo que decía no era verdad, él también buscaba formar su propio imperio y Maria Teresa era un estorbo, no era una mujer que confiaba fácilmente en las personas y no daba su brazo a torcer. Si se tratara sólo de Felipe, sería diferente, él era blando y de diregente no tenía nada. Esa podría ser una razón por la que quería ir a guerra con ella, simbolizaba un enemigo fuerte, diría que igual de fuerte que Felipe II, pero más inteligente, dado a que éste había sido muy impulsivo. Maria Teresa sabia como actuar sin levantar una multitud en contra suyo, pero su esposo la opacaba y esa era una de las razones por las que tenían una ventaja. A través de los ojos de Maria Teresa podía ver reflejado el amor más profundo y sabía que si él caía ella también.

Maria Teresa había vuelto a visitar a aquella bruja que le había enseñado todo lo que sabia, sentía que algo muy malo estaba por venir y sus presentimientos nunca fallaban.

El olor a eucalipto se hizo presente a penas puso un pie en la salita donde la bruja antendia a personas que buscaban conocer su futuro. Era un recinto escondido, el imperio estaba cazando brujas porque simbolizaban un peligro, eran poderosas y temían que los llevara a la perdición, un oráculo había dicho que la perdición del imperio central y de Agar seria una bruja que se bañaba en oro, desde ahí la caza de brujas estaba presente.

Maria Teresa se sentó al frente de su amiga y ella le agarró la mano mirándola con preocupación.

-Has alcanzado mucho poder, has llegado muy alto y todo lo que sube tiene que caer. Debes cuidarte Teresa, no deberás dejar que la codicia te lleve a la desgracia -. Colocó un tabaco en su boca y soltó el humo-. Y la de todos.

-Soy cuidadosa Eufrates, por eso he venido ha buscar ayuda. Quiero retomar lo que dejé.

-¿Éstas segura?

-Sabes que nunca fui una mujer indecisa o que se arrepienta de sus acciones. Lo que más necesito ahora es retomar el vudú y hacer practica de otras cosas. Es hora de que me enseñes a hacer hechizos de canalización.

-Son hechizos peligrosos Teresa.

-Sólo sacan malas energías.

-Las mata.

-En fin, ¿me vas a enseñar?-. Dijo dándole poca importancia a lo último.

-Sólo si me prometes que no abusaras de ese hechizo.

-Lo prometo.

La bruja creyó en las palabras de la emperatriz, sabía que era una mujer inteligente y no se expondría de esa manera. El abuso de aquel hechizo trae sospechas en una época de caza de brujas.

Procedió a enseñarle a Maria Teresa, quien era rápida para aprender. Le dio un par de cuarzos protectores para las malas energías, sugiriéndole que lo llevara como tobilleras. La gente no sospecharía de simple joyería.

Cuando Maria Teresa iba de camino al castillo en su carruaje, un cartero los detuvo. Ella sintió nostalgia, su aspecto le recordó tanto a su padre. Contuvo las lágrimas y recibió la carta. Leyó el remitente, era nada menos que el general de Rusia. Sintió molestia, aquel país era un obeja descarriada que les daba dolor de cabeza.

"Querida Emperatriz

La presente es para informarle que estamos formando un imperio como se lo dije. Así que vaya preparando sus mejores armamentos y hombres dispuestos a ir a la guerra, sin contar con China y Japón, que han decidido colaborarnos.

Mi más sincero aprecio hacia usted, mi hermosa emperatriz"

El toque de sarcasmo al final, le molestó a Maria Teresa, golpeó fuertemente su asiento. Y cuando llegó al castillo estrelló la puerta, sin importar el ruido estruendoso que produjo. Fue hasta la habitación real y ni siquiera dio un beso de buenas noches, sólo se colocó al lado de él molesta.

-¿Qué pasó cariño?-. Besó su cuello pálido. Ella no le dio importancia.

-Odio a Rusia y su maldito general, nos están dando dolores de cabeza. Han logrado convencer a China y a Japón a unirse a su misión de muerte -. Dijo con odio puro.

-Ganaremos esa guerra, ellos no son nadie para vencernos. Te lo prometo Tess-. Le dio un beso en los labios.

-Tengo que hacer algo. Tengo que ir a comer, todo esto me ha hecho olvidar el hambre-. Sonrió.

-Ve y come, yo te espero aquí -. Tocó la cama.

La emperatriz le volvió a sonreír y salio de la habitación. No iba en busca de comida, iba hacía su cuarto secreto. Uno que nadie conocía, porque desde que fue descubierta había hecho uno más oculto. Bajó el sótano y movió uno de los libros que estaban en un estante. Haciendo que este se moviera dando paso a un cuarto oculto. Encendió las luces y sacó sus muñecos por debajo de su vestido, tomó la carta que le había dado el general y la introdució dentro del alcohol para sacar su esencia y con ella bañar el muñeco. Recitando el nombre de Benjamín varias veces y dándole punzadas a su pierna. En aquel instante el general se revolvía del dolor punzante en su pierna pegando gritos, mientras Maria Teresa sonreía.

-Este es tu premio, por andar en busca de su libertad.

Guerra De ImperiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora