Capítulo 26

7 3 0
                                    

Eufrates sabía todos los secretos de María, y a veces le asustaba la forma en la que actuaba, su ambición era demasiada.

— He estado pensando en algo.

— Dime— soplo de su pipa de hierbas.

— Quiero utilizar la maldición de Marella a mi favor, para obtener lo que siempre he deseado, la inmortalidad.

Eufrates comenzó a toser y dejó la pipa sobre la mesa, estaba atónita con lo que ella decía. ¿Desear ser maldita? ¿Quién en sus cinco sentidos lo desearía?

— Si la recibes por ende también el peso de siempre verte atraída por tu familia.

— Pienso alterarla.

— Una maldición no se altera, solo es.

— Entonces debo copiarla. ¿Puedes hacerlo? ¿Volverme inmoral?

— Serlo siempre lleva un precio, y siempre está ligado a una maldición, la única forma es que te maldiga y estés obligada a hacer cosas. Piénsalo bien Teresa.

María Teresa sabía que su fin sería con su muerte, este cuerpo tal vez duraría máximo 65 años más, podrían ser mucho menos y ella sentía que su reinado nunca acababa. Recordó la leyenda del rey que nunca murió, que siguió con su corona por los siglos de los siglos, en un castillo desolado, ella quería algo similar, pero reinando al mundo, siendo aclamada.

— Piénsalo mejor, hazlo por la amistad de años que tenemos.

— Está bien.

Sus trabajos en el castillo comenzaron, el hijo de Pedro Alejo era un muchacho débil, no sabía tocar muy bien el violín y era sumamente manipulable.

— Odio que mi padre me imponga las cosas, quisiera ser independiente, mi padre es un tirano.

— No deberías odiar a tu padre por querer lo mejor para ti, estás presionando mal la cuerda y agarrando mal el violín, subelo en tu hombro y comienza a tocar.

— Así no veo lo que estoy tocando.

— No es necesario que veas, solo debes aprender a poner los dedos de manera correcta para tocar el violín en las notas que son. Damelo— le pidió el violín y este se lo entregó.

El violín en sus manos se escuchó como una perfecta melodía, era una canción que su padre le cantaba en la cuna y luego le enseñó cuando era adolescente.

— Quisiera ser tan bueno tocando el violín como tú.

— Lo serás, solo cree en ti.

Un hombre se apareció en el aposento, era el tutor de Alejo de idiomas e historia.

— Necesito privacidad para impartir clases a Alejo.

— Disculpe, ya me retiro— hizo una reverencia.

María Teresa se retiró de la puerta cuando uno de los sirvientes le pidió que fuera por un balde, para realizar la limpieza en el salón. Cuando fue en busca de ello, detrás del palacio cerca del jardín, vio a una mujer rubia que hablaba con dos hombres que llevaban máscaras y estaban vestidos por completo de negro.

— Pensé que se habían encargado de matarla, ¿cómo es posible que esté viva?

— Mi señora nosotros nos aseguramos de que estuviera muerta, clavamos un cuchillo en su corazón, no fallamos.

— Pues al parecer sí.

— No podemos creer que sea ella, pero de todos modos debe ser pagado nuestro trabajo señora. No nos ha dado la parte de este mes que debíamos recibir.

Guerra De ImperiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora