Capítulo 11

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Marella había logrado que le organizaran una fiesta elegante con máscaras. Y estaba ahora mismo dando vueltas angustiada porque el general tardaba en bajar por las escaleras en forma de espiral. No sabia que tanto podría demorarse un hombre arreglándose, en una mujer era normal pero en un hombre no.

-Deja de dar vueltas que me vas a marear niña- espetó la emperatriz aburrida de la situación.

-Te he dicho más de una vez que no me digas...- se calló al ver bajar por las escaleras por un traje al general, con el cabello recogido en un moño. Y la barba rasurada, se veía más joven.

La emperatriz tomó de su copa impresionada de como un hombre salvaje podía pasar a uno elegante. No podía negar que era bastante atractivo, pero eso no quitaba lo mucho que lo odiaba.

-Señorita- besó la mano de Marella y esta soltó un grito agudo de fascinación-. Permitame decirle que está muy hermosa. Y también usted mi señora emperatriz - se fijó en la emperatriz que lucía un vestido azul marino.- Es agradable verla en un tono diferente al rojo.

-Lo dejo- terminó su copa y se marchó hastiada.

Felipe hablaba muy amablemente con las personas que llegaban. Lucía una sonrisa brillante y radiante. La emperatriz lo observaba completamente enamorada. Lo echaba de menos. Extrañaba su piel, sus besos, sus caricias y su cálida compañía hasta que despertara. Felipe no duraba mucho en la cama, siempre se despertaba mucho antes que ella dejando un frío hueco. Una lágrima se deslizó por la mejilla de la emperatriz, no solía llorar demasiado pero cuando lo hacia era porque algo le hacia demasiado daño.

-Un pañuelo para la dama- le tendió Rafael a su cuñada.

Ella lo observó por un rato y luego tomó el pañuelo.

-Gracias- le sonrió a su cuñado, con el cual casi nunca hablaba.

-Sigo sin superar la muerte de mi hermano y aquí estamos en una gran fiesta. Sin importar el luto- dijo con el ánimo bajo.

La emperatriz se sintió culpable.

-Sabes como es Marella, siempre insistiendo. No basta con la que muerte de su hermano haya sido hace dos meses. Para ella es suficiente luto - dijo quedándose mirando a la niña que intentaba besar al general -. Mirala feliz, con ese lilipendo.

Rafael soltó una carcajada observando a su hermana menor muy coqueta con el general que tanto había dado dolor de cabeza a su hermano.

-A veces tomamos de diferentes maneras el duelo. Marella era la más pegada a Adrián, siempre salían juntos y a veces se encerraban en el cuarto de Adrián. Él era de los pocos que la soportaba y Ella era de las pocas que no peleaba con Adrián. Eran el uno para el otro. A veces me pregunto que si había algo más que hermandad, llegando a pensar que...





-No, ni lo digas. El incesto es algo que su hermano no toleraría.

-Ni yo. Sólo que a veces Adrián la observaba con los ojos más de su hermano y Marella sólo era una chica con ganas de descubrir. Me pregunto ¿qué fuera hecho mi hermano al descubrirlo? ¿Lo fuera matado?

-No te atrevas, tu hermano sería incapaz - soltó la copa haciendo que se rompiera y todos voltearan a mirarla-. Lo siento- dijo avergonzada y todos volvieron a sus conversaciones.

-Solo son teorías, además ahora que encontré este muñeco vudú. Ya no creo que mi hermano se haya suicidado, sabes nunca me lo trague. Y voy a llegar al fondo de esto y te aseguro quien quiera que sea, lo colocaré en una estaca para que sea quemado- dijo con odio puro hacia el asesino de su hermano.

La emperatriz apretó la mandíbula y Rafael logró confirmar sus sospechas. Su hermano había matado a su otro hermano. Se marchó maquinando algo de lo cual se arrepentiría. Se estaba dejando llevar por la ira y el dolor de la pérdida de su hermano. Sin pensar en que perdería uno más por su sed de venganza.

Marella insistía con entusiasmo a Ben que la sacara a bailar. Éste estaba hartándose de su comportamiento infantil y se estaba arrepintiendo de haber accedido a ser parte de su fiesta de cumpleaños. Más sin embargo no tenía otra opción. Debía enamorarla para luego casarse con ella y así estaría asegurando su vida.

-Como desees mi dulce tulipán - tomó su mano y la sacó a bailar.

La niña se pegó al cuerpo del general y este dio inicio al baile. Sabiendo que era muy poco conocedor del baile. Y ella en cambio si lo era.

La emperatriz observaba a Marella con el general y sintió la necesidad de reírse de aquella situación. Al fin y al cabo el general si estaba recibiendo su castigo, al tenerla que aguantar.

Luego desvío su mirada a su esposo, quien sonreía como antes y no pudo retenerse más. Fue hasta él.

-Felipe ¿me permites?

El emperador se dio la vuelta y pidió perdón a los invitados. Estos se alejaron dejándolos solos para que hablaran.

-¿Qué pasa esposa?

-No soporto esto más Felipe, te necesito- dijo al borde del llanto, cediendo a sus sentimientos -. No soporto tu indiferencia, me gustaría que todo fuera como antes.

-Vamos al jardín, no te gustaría que los invitados te vean llorando -. La tomó de mano y esta sintió que todo volvía a ser como antes.

Los dos esposos llegaron al jardín tomados de la mano. Y la emperatriz se permitió llorar, arrodillándose ante su esposo. Porque al frente de él ella no era fuerte, era débil. Él era todo para ella y por eso cuando estaba con él dejaba de ser hierro duro a un simple metal derretido.

-Perdoname- tomó su mano y la besó.

-Levantate cariño, por favor no lo vuelvas a hacer. Somos iguales - la ayudó a levantar para luego besarla.

Aquel beso se sentía como el último. Y bien que lo era. El emperador murió en los brazos de la emperatriz co un hillillo de sangre saliendo de su boca. Maria Teresa gritó y todos salieron hacia el jardín despavoridos. Ella sostenía el cuerpo dando gritos, no lo asimilaba.

El general sintió pesar por ella, sabía que ella había amado demasiado al emperador.

La mayoría de los invitados lloraron con ella. Y los hermanos estaban desconsolables, siendo Marella la más afectada, había perdido a los dos hermanos que más amaba. Sentía que se asfixiaba, ella sólo quería ser feliz y la vida quería que fuera lo contrario. Estaba empezando a tomar consciencia del peso de un imperio.

Guerra De ImperiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora