Capítulo 6

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Adrián paseaba por los pasillos del castillo con su hermana, Marella. Era una chica que no se podía mantener quieta, tenia 15 años y estaba en todo el esplendor de su adolescencia. Era una chica hermosa, de la que ya la gente decía que debían buscarle pretendiente más sin embargo Felipe se negaba a que su hermanita menor tan pronto tuviera un pretendiente. Quería que viviera cada etapa como fuera debido, algo cuestionado por la gente.

-Adri ¿Podemos jugar?-. Preguntó la chica, quien aún guardaba lía juegos de pequeña.

-Ya jugamos ajedrez, Ell.

-Tú siempre ganas Adri, mejor juguemos a las escondidas, yo siempre te encuentro.

-Eso es de niños, Ell.

La chica hizo un puchero y Adrián terminó aceptando. La chica se puso a contar en la pared y el se fue a esconder detrás de una gran columna, que daba a la puerta de los huéspedes. Escuchó unas veces familiares y se acercó a ver de quienes se trataba, vio a su hermano besar a una mujer y agarrar sus pezones.

Adrián se quedó sorprendido ante aquel imagen y no notó cuando Maria Teresa estaba justo detrás de el.

-Amo tus ojos y tus hermosos senos-. Dijo Felipe a la duquesa.

Maria Teresa abrió la puerta y Felipe se separó lívido, al verla de pie con la mirada cargada de decepción. Las lágrimas empezaron a descenderle.

-Amor puedo...

Antes de que pudiera decir algo. Maria Teresa lo abofeteó y agarró por el brazo a la duquesa. Clavando sus uñas en el brazo de la duquesa hasta el punto de que esta soltara pequeños gritos de dolor y luego se deslizaran hilillos de sangre en su brazo. La chica trataba de soltarse pero el agarre era muy fuerte.

-Amor por favor dejala.

-Tú callate-. Estalló en ira y lanzó al suelo a la duquesa, haciendo que su cabeza se estrellara contra el piso propinandole un dolor fuerte.

-Adrián, puedes retirarte, yo me encargo.

Adrián miró a su hermano y éste asintió con la cabeza. Dudoso cerró la puerta y dejó su hermano propenso a que ocurriera una tragedia. Permaneció en la puerta, con tal de prevenir la muerte de su hermano.

Maria Teresa rebuscó en los cajones una navaja para quitar los sellos y luego levantó a la duquesa del suelo.

-Dijiste que te gustaban mucho sus senos-. Hizo círculos en sus pezones con morbosidad.

-Tess no...

Maria Teresa no dio más vueltas y con las sabanas amarró a la duquesa a uno de los barrotes de la cama, para luego amarrarle la boca con un trapo. La chica lloraba al ver que Maria Teresa estaba dispuesta a cometer una atrocidad. Su esposo sabía que no se iba a detener, pero no hizo nada, la amaba tanto como para no hacer nada, de niño le habían enseñado que el amor implicaba castigo, y eso era lo que hacia Maria Teresa.

Tomó la navaja y cortó el par de senos de la chica, mientras esta tratataba de soltarse y brotaban lágrimas de dolor hasta que se desmayó por el mismo. Chorros de sangre se resbalaban por su abdomen hasta su parte íntima. Maria Teresa levantaba el par de senos que había arrebatado a la chica y obligaba a Felipe a meterlos en su boca.

-Por favor no...

Maria Teresa los lanzó al aire y besó a Felipe que lloraba incontrolablemente.

-¿Acaso no soy suficiente mujer para ti?-. Se rasgó el vestido y exhibio su pecho para que el lo tocara - ¿No son tan bellos como los de ella?

-Lo son mi emperatriz, fui un idiota, no volverá a suceder. Yo te amo-. La besó con tanta pasión que olvidó por completo el cuerpo desvanecido de la duquesa.

Luego de que aquella pareja terminó de consumir su pasión. Los sirvientes entraron y limpiaron la sangre y llevaron los senos arrebatados de la duquesa, junto con ella, quien estaba aún viva pero demasiado débil. El emperador ordenó que la curaran y luego la desterraran, no quería saber nada acerca de esa mujer.

Cualquier persona sensata y compasiva no hubiera dormido aquella noche ni menos hubiera estado como si nada después de lo hecho. Pero Maria Teresa y Felipe se habían criado en una época y en un alrededor donde las atrocidades eran lo más normal y la compasión era algo prohibido para los emperadores, él había sido enseñado por su padre a que el fin justiificaba los medios y si tenia que permitir que Maria Teresa lo castigara matando a aquél que quisiera acabar con su matrimonio, él lo haría más de una vez. La amaba con tanta adoración, que la contemplaba como una diosa.

Tomaron sus manos en el balcón y observaron el cielo estrellado, dándose un último ósculo antes de ir a dormir.

Mientras lavaban la ropa llena de sangre, una de las sirvientas empezó a cotillear con una de sus compañeras.

— Quien sabe que habrá sucedido en ese cuarto, no hemos visto salir a la duquesa.

— Pudo ser un ataque de celos, de la emperatriz.

Los sirvientes que sabían lo sucedido permanecieron en silencio, no podían contar nada de lo visto o tendrían graves consecuencias.

— ¿Por qué no nos dicen nada?

— Es confidencial, ustedes no entienden la palabta confidencial, por los dioses mujeres deja de ser ta entrometida.

— Simplemente es curiosidad y esta agonía me está matando por no saber nada y que ustedes me lo estén ocultando es lo peor.

— Solo les diré que la duquesa está viva, no hay ningún muerto hoy y los señores están muy bien, están en su aposento muy cariñosos.

— Eso significa que hoy podremos hacer la fiesta que siempre hacemos, como están de muy buen humor, ni notarán que la hicimos.

La sirvienta sacó una botella de ron entre sus faldas.

— No es de una dama, llevar licor entre sus faldas.

— Para el mundo no soy una dama, solo una sirviente. Tener clase y cumplir estereotipos de la sociedad, no hace parte de mí.

— Sin embargo tal vez tengas suerte de encontrar un marido y con tu comportamiento desmedido, tal vez nadie se acerque.

— Puedo mantenerme sola.

— Eso dices ahora que estás joven, mujer, pero no importa, dame esa botella.

El hombre bebió de la botella de ron, con gran placer, esto le relajaba y le calmaba los dolores en el cuerpo tras de largas horas de trabajo estricto, con poca remuneración.

Guerra De ImperiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora