Benjamin presentó a Felipe en el castillo y lo recomendó como soldado al servicio del reino, Pedro confiaba en su general y aceptó. Felipe dormiría en el lugar en vez de la casa junto a Marella.
María Teresa trataba de no mirar con desprecio a Marella, pero no podía, simplemente le parecía repulsiva. Ni siquiera podía comer junto a ella, el único que lo hacía era Benjamín que sentía piedad, por aquella pobre desgraciada.
— En serio no lo quise hacer...
— No es necesario hablar de ella, sé eso de la maldición y cuando se termine todo sé que serás una gran mujer, siempre pensé que serías un buena esposa— le sonrió.
Marella sintió que su corazón volvía a la vida, el hecho de que alguien creyera en ella, le daba razones para no odiar la vida, a la que estaba condenada a vivir eternamente.
Pedro había bebido 4 copas o 5, no recordaba con exactitud, el vino estaba exquisito. El menú de Alejo estaba decente. Cuando entró por la puerta estuvo a punto de decirle lo orgulloso que se sentía, pero este todo menos lo que deseaba era hablar pacíficamente.
— ¡Ya sé que metiste a mi madre en un convento! ¿Por qué papá? ¡POR QUÉ! — estaba al borde del llanto.
— ¿Quién te dijo?
— Sé que lo hiciste por una ramera, sé que te ves con alguien más y no sé quién.
Su padre se levantó de la silla y le clavó un puñetazo en la mejilla, haciendo que brotara sangre de ella. Lo miró con desprecio y odio.
— No saldrás de tu aposento hoy, ¡No te quiero ver!
Alejo se fue con los ojos llorosos, con los puños cerrados, lleno de ira y estrelló la puerta fuertemente. María Teresa se sobresaltó.
— Amo, ¿Quiere un baño de espuma?
— ¡No quiero nada ahora! ¡Lárgate!
Se fijó en que el muchacho llevaba la mejilla rota.
Si hubiera sido una emperatriz en esta vida, ella lo hubiera abofeteado pero solo podía bajar la cabeza y salir del cuarto lejos de los gritos de Alejo. Solía ser un chico muy dulce con ella, debió suceder algo. Y supo de que se trataba cuando vio a su padre en el trono con los nudillos enrojecidos. Entonces Pedro le había pegado a su hijo.
— Ese muchacho es insoportable, sus tutores no le han enseñado nada bien, se los cambiaré.
— Sin ofender, mi señor, pero considero que usted debe preocuparse por la propia educación de su hijo.
— ¡Eso es cosa de mujeres!, Eudoxia nunca hizo lo que debía, no sé como me casé con ella. Ahora que está lejos, no es que sea mucho menos.
— Disculpe de nuevo, pero la crianza de un hijo, es de ambos tanto del padre como la madre. Mi padre fue un padre y madre para mí.
— Que extraño que por primera vez me hables de tu padre.
El corazón de María Teresa se aceleró, tal vez había dicho algo que no debía y podía estar arruinado todo su avance.
Cuando pudo mediar con Pedro fue al aposento de Alejo e insistía a entrar, él dejó pasar hastiado de darle negativas, tenía los ojos enrojecidos y la mejilla de un color violáceo.
— ¡Odio a mi padre con todas mis fuerzas!
— Alejo, debes ser más astuto con él, sino sientes algo al menos finge, es complicado cuando tu padre es alguien de poder. Mi padre fue un buen ser humano, pero el padre de mi ex esposo no lo era, aún así él lo amó y nunca lo contradijo.
— Odio que las cosas sean así, que sea tu padre no quiere decir que esté perfecto todo lo que hace, ser familia no te obliga a justificar todas sus acciones y callar todo el tiempo, por "respeto".
— Lo sé, pero las cosas son así, ya hablé con él para que te den una nueva oportunidad.
— Catalina, tengo que ver a mis tutores hoy, gracias por tus palabras.
— Es un placer.
— Mi madre es un Ángel Catalina, que fue destruido por mi padre.
María Teresa pensó en que lo que le sucedió a Eudoxia era su culpa y se sintió algo culpable, pero ella sabía bien que ella la intentó matar y si la liberaba su vida de nuevo estaría en riesgo, así que no podía darse el lujo, oraría a los dioses para que ella estuviera bien donde estaba.
Eudoxia era peinada a la fuerza, tirando de su cabello fuertemente y siendo atada a la cama con cuerdas, por haber intentado escapar, la comida en ese lugar era horrible, la obligaban a darse baños fríos y a hacer labores inhumanas, las hermanas eran tan malas con ella.
El vestido le llegó en la noche, de color violeta y la máscara plateada, lo acarició con su mano, era terciopelo, era tan fino como los que una vez usó y tanto extrañaba usar, se lo colocó y luego el antifaz. Se miró al espejo sintiéndose de nuevo con más fuerzas que nunca. Escondió un frasco pequeño de valeriana entre sus senos y fue rumbo al baile.
La pieza sonó en una exquisita melodía compuesta por los mejores músicos de la época, ella agarró la mano de Pedro que la invitó a bailar apenas la vio entrar al salón, se veía más bella que nunca.
— Eres tan irresistible.
Catalina sonrió y siguió el baile al compás de los movimientos de Pedro.
— Estar aquí contigo es lo más libertador, toda esta presión de manejar este imperio y sostenerlo. Siempre soñé con ver a Rusia crecer y dejar de ser considerado un simple pueblo.
— Lo sé.
Ella sabía de las ínfulas que siempre habían tenido los rusos, todo lo habían logrado gracias al hechizo que ella lanzó, si eso no hubiera sucedido Agar seguiría siendo la reina y Pedro y su país de pacotilla solo un peón.
— Catalina, tú eres una mujer como ninguna, has estado acompañándome en mis penurias y en mis éxitos, cuando Eudoxia solo se dedicaba la cuidado de mis hijos y la pobre era muy lenta. Tú eres una estrella.
Se arrodilló frente a ella y le colocó un anillo que traía, ella estaba conmocionada y el resto los veía con admiración. Luego de largos años siendo amantes y esposos a escondidas, porque él lo había decidido así, solo para guardar las apariencias y hacer ver a Eudoxia como su esposa legítima, decidió dar un gran paso, darla a conocer.
Benjamin apretó la copa tan fuera que se rompió en su mano y algunas esquirlas de vidrio se incrustaron en su mano. Uno de sus amigos lo vio.
— Voy a buscar algo de vendaje para ponerte en esa mano. Vamos al cuarto donde está todo lo que siempre usa el médico de la corte.
Benjamin fue junto a él, quería llorar al ver a María Teresa junto a otro hombre pero tenía que tragarse la rabia y el dolor.
— ¡Conozcan a la nueva señora
Alekséievich!
Los aplausos eran hacia ella, aunque la mayoría fuesen falsos, porque era mal visto la segunda mujer, más sabiendo por muchos comentarios que andaban por todo el imperio sobre que ellos venían siendo amantes desde hace mucho tiempo.
Bebieron, cantaron y bailaron hasta el cansancio, celebrando el compromiso de los dos, que solo era una formalidad porque ya estaban casados.
Pedro la invitó a su aposento oficialmente y le pidió que durmiera junto a él, antes de eso, María Teresa tomó el vino y le pidió que esperara que tomarían una copa los dos para brindar solo ellos dos.
— Esta copa que beberemos será por las cosas buenas que vendrán para nosotros.
— Y para nuestros hijos.
¿Hijos?, no sabía que tenían hijos. Sin embargo disimuló muy bien.
— Teníamos once en total, pero solo nos quedan 3. Pedro es uno de mis preferidos y tengo las esperanzas en él, aunque el pobre es tan enfermizo, va a regresar del viaje pronto.
— Sí lo es.
Se dio la vuelta y sacó el pequeño frasco de valeriana y lo echó en la copa de él, se la dio y esperó que durmiera plácidamente. Cuando éste lo hacía le cortó uno de sus cabellos.
— Ahora estás bajo mi mando completo.
Llevaba una sonrisa cínica, con un sabor a victoria.
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Guerra De Imperios
Historical FictionUn país utópico, se convirtió en el imperio más grande la historia, pero que fue borrado para siempre sin explicación alguna, no hay datos ni referentes históricos sobre el. De este lo que más resaltaba era su emperatriz que más tarde se convirtió e...