Capítulo 15

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5 años después

Agar 1705

El pequeño niño corría por loa pasillos del gran castillo, llevaba su caballo de madera en la mano imaginándose ser un gran caballero como los que custodiaban el gran castillo. Aquél niño desconocía la magnitud de llegar a ser el sucesor de su padre, le encantaban las coronas y varias veces había jugado a ser emperador con la corona de su padre.

Aquel niño había sacado los ojos poco usuales de la emperatriz y la nariz fileña del emperador. Era de buen parecer y tenia encantado a todo el mundo desde que lo habían recibido como una bendición para el imperio. Los agarianos lo veían como la esperanza de un buen emperador con mayor temple que el que había tenido su padre. Y dado a su gran parecido a su padre, lo veían reflejado en él.

La emperatriz con el pasar de los años la herida que se había formado con la muerte de su esposo había aprendido a tolerarla pero seguía aun presente. Su relación con el general se había vuelto más estrecha y se podía decir que había una amistad, aunque para el general iba más allá. Al principio había sido admiración, luego atracción y por último amor. El general no sabia que hacer con los sentimientos que habían crecido a zancadas, sin importar lo mucho que había hecho para desterrarlos. Al menos sabía ocultarlos o eso creía.

Sobre el balcón, el general fumaba un tabaco, tratando de relajar su cuerpo luego de tantos días en constante guerra y luchas constantes con un sentimiento que sabía perfectamente que no seria correspondido. Amaba con tanto fervor a Maria Teresa que ni siquiera se lo hubiera creído que llegaría a estar de ese modo cuando la despreciaba tanto. Ahora comprendía porque la mayoría de los hombres la miraban como si fuera una diosa, porque ella era lo más cercano a una.

Maria Teresa había acomodado sus horquillas en la cabeza, luciendo un elegante moño alto trenzado. Sus ojos parecían dos luceros, tenían un brillo que se había perdido luego de la pérdida. A pesar de que la gente la veía hermosa ella veía sólo un empaque demasiado simple que no valía nada escondiendo un alma putrefacta, iba a ir al hades por sus pecados, no era una buena mujer pero intentaba dar lo mejor por su país.

Decidió ir hacia el balcón del ala este que contaba con un telescopio que le fue regalado a su esposo por un gran científico. Al llegar vio la silueta del general y optó por hacerle compañía.

-Buenas noches, general- dijo Maria Teresa colocando su mano en el hombro de éste, causando que se sobresaltara.

Él general se la quedó mirando avergonzado, con las mejillas ruborizadas a causa del frío y la misma vergüenza. Detalló el rostro de la emperatriz, era realmente bello y no podía evitar quedarse mirándola como un tonto.

-¿Tengo un moco en la nariz?- gastó una broma la emperatriz, echándose a reír.

La relación se había vuelto tan estrecha que la emperatriz dejaba su armadura para mostrar su lado más agradable y divertido. Su verdadero rostro, una chica de 25 años que aún le veía cosas buenas a la vida.

-¿Por qué lo preguntas?- dijo el general para luego carraspear.

-Te me has quedado observando más de lo debido.

El general se dio la vuelta ignorando la pregunta y colocó uno de sus ojos sobre el telescopio, observando a una nebulosa que era la combinación de verde, dorado y marrón. Se le hicieron tan semejantes al color de ojos de la emperatriz.

-Si te detienes a ver la nebulosa en este microscopio te darás cuenta que son de la misma tonalidad se tus ojos y resulta igual de hermosa que tus ojos, pero hay un pequeño problema, está demasiado lejos para que pueda alcanzarla- dijo aquello para luego apartarse y permitirle a la emperatriz que viera por él.

-Tienes razón- dijo Maria Teresa en voz baja pero lo suficiente para que él pudiera escucharla.

-¿Lo de la tonalidad o lo de la lejanía?

La emperatriz se apartó y demoró para responder. Buscando las palabras debidas. Ella aún no estaba completamente preparada para abrir sus corazón de nuevo, este se había vuelto tan duro que no sabia si podría volver a amar. O sí valdría la pena iniciar una relación en la que definitivamente ella no seria la que daría todo de sí.

-Ambas.

Él general agachó la cabeza y contuvo las lágrimas para no expresar su debilidad. La emperatriz agarró su rostro entre sus manos y lo miró por primera vez más que a un fiel soldado. Lo miró como un hombre que debe ser contemplado.

-Puedes poner todo tu amor hacia mi en Marella ella te corresponderá, serás feliz y tendrán hijos. Cosa que yo jamás te daría. Al principio te odiaba y fuera accedido a cualquier petición sin reparo, te fuera mentido con vil descaro pero ahora te cedo el valor más valioso de todos los tiempos la lealtada- separó las manos de su rostro y agarró con una de ella su mano y éste se arrodilló ante su emperatriz.

La escena de ella con un Felipe con contados segundos de vida se repetía.

-No, levantate. Ahora no somos el cuadro de una emperatriz y un soldado. Somos dos simples personas- lo ayudó ponerse en pie.

Éste no aguantó más y dejó al lado todas las palabras dichas por Maria Teresa para hacerle lo que había tanto deseado, besarla. Esta al principio estaba como una estatua con ninguna intensión de corresponder pero sus labios cálidos y delicados causaron algo en su ser que hizo que correspondiera. Las manos de la emperatriz divagaron por la ancha espalda del general y este la atrajo más hacia su cuerpo expresando todo lo retenido. Llevando el beso a algo más profundo e íntimo que hizo que a la emperatriz se le posara la imagen de su esposo muerto. Sentía como si le fuera infiel.

-Yooo, no puedo, lo siento - se alejó ruborizada.

El general quedó con las manos puestas sobre su cabeza y la culpa de haber cometido una estupidez.

Tomás había estado espiando a su ex hermana dormir, desde que se había enterado de que en realidad no era su hermana. Deseaba que ese hecho fuera evitado que contrajera matrimonio con un hombre que jamás la amaría pero nada cambió. Ella se casó con él y él había obtenido lo que él jamás logró alcanzar, tener contacto con ella del modo que no lo haría un hermano.

Aquella piel desnuda de la chica resultaba el terciopelo más fino de cualquier país extranjero ante los ojos de Tomás. Se había enamorado de ella desde que estaba pequeño y no era estúpido sabia que ella también lo veía algo más que un hermano pero ahora estaba de por medio aquél general, al cual ella amaba.

Marella abrió los ojos y vio a su ex hermano de pie observándola, no hizo nada para cubrirse dejó que la observara desnuda y no lo detuvo cuando este se metió en su cama. Se besaron, olvidando el adulterio que cometían. Ambos llevados por el deseo que los consumía cuyo único medio de saciarlo era los placeres carnales.

Marella estaba dolida por el rechazo y se dejaba llevar por un deseoso Tomás, quien la había amado desde que tenia memoria.

El general quien decepcionado iba de vuelta a la fría habitación en donde tendría que aguantar la compañía de su esposa, a quien nunca había amado y tuvo que responder como debía. Sus pasos eran lentos y con pocas ganas, lo último que deseaba era abrir la puerta y ver a una Marella en busca de un amor que jamás le daría.

Guerra De ImperiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora