Capítulo 39

7 3 0
                                    

2020 Mundo actual

Dos vasos más de whisky, cada vez menos hielo y una mujer que ya no podía mantenerse en pie. El licor era su único amigo esta noche, luego de que despidiera a una persona más de su vida. La inmortalidad era una carga, porque uno no debía ser constante por mucho tiempo en la vida de las personas, ni permitir que supieran demasiado de ella o sino peligraba su secreto y la otra razón era que a pesar de los años que habían pasado, su amor por Benjamín seguía intacto, sabía que debía estar tres metros bajo tierra desde hace mucho y le dolía no haber estado esos últimos días.

Marella estaba con las otras chicas con su mismo nombre tratando de deshacerse de la maldición, que siempre llevaba consigo.

— Señora es un poco tarde, debería irse de la oficina.

— Tú no me dirás que hacer, Mileidy— dijo sin recordar bien su nombre.

— Milena, me llamo señora.

— Lo que sea, lárgate y déjame sola.

En medio de toda esa riqueza, en su silla giratoria, con el peso de un gran emporio, una cadena multinacional de tecnología, que le había dado el poder e internacionalización. Ella estaba en China, USA, Rusia, España, Latinoamérica, Sudáfrica, Francia, etc. Su empresa de tecnología estaba en cada rincón del mundo donde hubiera si quiera un pequeño rastro de la tecnología.

La tecnología controlaba hoy el mundo, por eso ella había elegido fundar la compañía más poderosa de todas, siendo la mujer más rica del mundo. Ninguno de los presidentes superaba su poder. Ella siempre servía para hacerles favores a ellos, con ayuda de sus hackers.

La razón por la cual María Teresa era tan infeliz, era la causa de aquél vicio y pecado capital de todos los pecados, el cual era la soberbia, que la estaba matando lentamente. Por ella había perdido todos sus seres queridos y solo estaba con Marella, quien si bien, estaba tan perdida en ese interminable túnel de sufrimiento y deseos lujuriosos, que era poco el apoyo que era para ella.

Llevaba tiempo peregrinando y cuando cruzó la puerta de la oficina de María Teresa, quien hoy se llamaba simplemente Teresa. Le sorprendió verla tomando, tan temprano.

María se fijó en el collar colgando de su cuello, no se lo había visto en muchos años.

— Tan temprano y ya estás bebiendo.

— Tú no me dices las cosas que tengo que hacer.

— Siempre con mal carácter.

— Es algo que jamás cambiará en mí, ¿Bebes?

— Esta vez lo necesito.

Se reclino en el sofá y bebió whisky junto a ella. Sintiendo el amargo sabor de una historia que se repetía cada lapso de tiempo. ¿La inmortalidad era un regalo o un castigo?, tenía más el sabor de un mal que de un bien, pero el de María había sido completamente impuesto por ella.

— Estamos a pocos pasos de encontrar la salida a esta maldición, yo y las otras Marellas.

— ¿Cuál es?

— El sacrifico.

María la quedó mirando fijamente, esta vez sintiendo algo que no había experimentado en mucho tiempo, sorpresa.

— ¿Tendrás que hacerlo?

— Sí y es lo que más deseo, poder descansar en paz, es el mejor regalo que pueda tener. Solo que siento pesar por aquellas dos chicas que han vivido tan poco, solo una de nosotras puede sobrevivir, conoces el dicho una vida por otra.

Guerra De ImperiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora