Capítulo 13

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La brisa invernal en un país cuyos cimientos se habían construidos bajo derramamientos de sangre, avisaba un presagio de muerte.

Una emperatriz que se le había arrebatado su esposo. Dispuesta a desquitarse y vengar su nombre.

Una daga empuñada que sólo esperaba la guía de aquél que estaba dispuesto a usarla.

Un hermano que se había dejado llevar por el rencor y por falsas especulaciones.

Un cielo nocturno que se había teñido de rojo a la espera de una gran tragedia.

La emperatriz procedió caminando lo más rápido posible al castillo, con la frente hirviendo y el corazón latiendo a mil. No le importó enfermar, estaba tan cegada que había caminado desde el cementerio hasta el castillo. Sus ojos eran como los de un lobo en busca de su presa luego de días de hambruna. Su expresión mostraba el más grande odio.

Marella observó a la emperatriz venir hacia al castillo con la cara completamente contorsionada. Dejó de quitar pétalos de una flor para detenerla, aquella expresión de odio no le agradaba.

-Tess ¿estas bien?- se interpuso ante su paso.

-¡Si!, dejame pasar.

-No.

-¿Como qué no?-la mujer la observó con desdén -. Vamos Marella no hagas que te mate a ti también.

-¿Matar? ¡Por Dios Tess!- Marella se colocó una mano sobre la boca aterrorizada-. Por favor que no ocurra otra tragedia de nuevo - empezó a llorar entrando en pánico.

La emperatriz se conmovió ante la chica que lloraba desconsoladamente. Por ese momento olvidó a lo que venía y la rodeó en sus brazos.

-Todo estará bien, te lo prometo. Sólo era una broma.

-No bromeé con algo así jamás.

7 días después de que la emperatriz fuera estado a punto de matar a Rafael, llegó el general con barba espesa y bolsas de cansancio. Marella había corrido a los brazos del general llenándolo de besos sin importar su estado deplorable, la emperatriz tenía que aceptar que aquella chica había cambiado para bien. Y se alegraba de que alguien pudiera hacerla feliz. Por otro lado ella sabía que esa felicidad jamás la obtendría después de la muerte de Felipe. El fue y será el más grande amor que tuvo. Y por ello a pesar de que no había matado a Rafael esa noche, si lo había estado torturando con agujas en el estómago de su muñeco vudú. Él hombre había pasado retorciéndose de dolores inexplicables, culpando a las cocineras y echando a la mitad. Cosa que le daba gracia a Maria Teresa.

-Me alegro de verte - dijo y luego lo besó intentando hacer un beso profundo que jamás se dio.

-Yo también - fingió una sonrisa el general.-Ahora si me permites iré a mi habitación, estoy demasiado cansado.

-Está bien - dijo Marella un poco ofendida.

La emperatriz los observaba atentamente, tomando en cuenta los movimientos y la actitud del general frente la chica. Y sabia que sólo bastaba tener dos dedos de frente para saber que el general no tenia el mkminoy interés por Marella.

-Creo que yo también iré a dormir - dijo cabizbaja.

La emperatriz le sonrió y esperó que esta subiera hasta su habitación para ir en busca del general. Dando com su habitación del ala oeste. Deslizando sus uñas con decoraciones en metal que era una de sus formas favoritas de ejecutar a aquél que infrigiera la ley o significara un peligro. La mayoría de las veces se ahorraba de ejecutar ella misma pero definitivamente su preferida era esa.

Encontró la puerta cerrada pero llevaba llaves de cada cuarto, las sacó de su bolsillo y abrió la puerta dándose cara a cara con un general con el cuerpo desnudo. Ella sonrió burlescamente y este corrió a taparse con una sabana.

-Emperatriz - tragó en seco el general. Tan ruborizado como nunca lo había hecho delante de una mujer-Pudo haber tocado.

-Pero no lo hice- tomó asiento en la cómoda cama.

-¿A qué se debe esto?

-A aclarar ciertas cosas general- dijo posando sus ojos almendrados sobre la mirada apenada del general-. Específicamente vengo a aclarar tu papel aquí. Marella es tu prometida y debes tratarla como tal, con aprecio y cariño no cómo si fuera lo más terrible darle un beso. Y no me importa si tengas que tomar clases o algo parecido, pero quiero que la hagas feliz como lo quería Felipe.

El general estaba atemorizado por primera vez de es mujer imponente. Y no comprendía que había hecho que cambiara.

-Yo.. Lo haré - divagó.

La emperatriz notó su inseguridad y agarró su garganta fuertemente logrando hacerle un corte con uno de sus accesorios de metal en sus uñas largas. Para luego retirar su mano de un general que había logrado sido intimidado.

El general acarició la zona herida y tosió recuperando el aliento.

-Entonces no hay más nada que decir- sonrió la emperatriz para luego marcharse.

El día siguiente Marella, Rafael, Maria Teresa y Benjamín cenaron como si nada. Maria Teresa había empezado a ocultar muy bien su odio hacia Rafael y éste hombre cada vez más atormentado por dolores físicos no le daba tiempo a pelear con su consciencia. Maria Teresa aseguraba que era peor tortura los dolores que vivía éste, lo iba a torturar en vida hasta que éste se rindiera. Le estaba dando una navaja envuelta en un pañuelo que podía ser usada en cualquier momento como analgésico.

Un chico de cabello rubio se había quitado su sombrero y enseguida lo habían reconocido los caballeros que custodiaban el castillo a las afueras. Varios sirvientes lo recibieron alegremente al verlo. Y cuando llegó justo al salón Marella al escuchar su voz saltó en sus brazos como la niña que había sido antes.

-Hermano, te extrañe tanto - dijo dándole un abrazo al chico rubio.

Tomás era el medio hermano de Marella. Hijo de su padre pero de otra madre. Una mujer con la que su padre había tenido una aventura, una duquesa también en matrimonio que había tenido su largo amorío con el emperador, dando a luz un hijo que al principio el emperador había despreciado pero la emperatriz le exigió que lo quisiera tanto como a los otros, éste había accedido para complacerla. Y el niño se había criado con ellos, como los otros hermanos. Siendo el único con cabello rubio, haciendo que la gente dudara si era hijo de la emperatriz, pero esta siempre le atribuía parecido a su madre quien era rubia. El chico era el más bello de los hermanos y al igual que Felipe le interesaba la política y al su padre ver lo eficiente y confiable que era lo mandó a gobernar Turquía. Este había venido sólo dos veces de nuevo a su país natal y no por las mejores razones, la muerte de su hermano y su padre le habían afectado demasiado. Y se le había hecho difícil volver a gobernar y más sino estaba ahi para apoyar a sus hermanos.

Se lamentaba de no haber estado en los peores momentos pero ahora estaba y quería recuperar el tiempo perdido. Aunque fuera de nuevo, no por una causa muy agradable, una madre cada vez más enferma.

Guerra De ImperiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora