Prólogo

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Siglo XII a.C.

Se decía de ella que era la mujer más hermosa que el mundo jamás había visto. Que todos deseaban poder casarse con ella, y por ello emprendían grandes hazañas a cambio de una simple mirada. Fue tanta su belleza que millones de hombres lucharon para poder pedir su mano en matrimonio. Cuentan que, para que no se iniciase una guerra entre los pretendientes, su padre tuvo que hacer un trato con Odiseo.

Su nombre era Helena.

Se decía también que todos los pretendientes que no fueran elegidos tendrían la obligación de acudir en ayuda del afortunado si este la precisaba, solo de ese modo Helena se casaría con uno de ellos. Finalmente, Helena eligió a Menelao, rey de Micenas.

Lejos de allí, el príncipe de Troya, Paris, se encontraba en un terrible aprieto. Considerado un seductor como ningún otro, la diosa Afrodita, Hera y Atenea acudieron a él para que decidiera de entre las tres a la más hermosa. Atenea, la cual no estaba muy interesada en el encuentro, dejó que Afrodita y Hera pelearan por la victoria, y consideró que había guerras mucho más importantes en las que participar. De ese modo, la diosa del amor y la esposa de Zeus competían de nuevo por otra absurda meta.

En su afán por ganar a su rival, Hera le ofreció a Paris toda Asia. Y aunque el presente fue generoso, nada era comparable con el que Afrodita le otorgó: el amor de Helena, la mujer más hermosa que existía sobre la faz de la tierra.

Dado que había sido tocada por su propia divinidad, el hecho de que eligiera su presente demostraba que era ella, y no Hera, la más hermosa. Así, Paris se encaminó hacia Esparta, donde encontraría a Helena para enamorarse perdidamente de ella. Gracias a Afrodita, Helena quedó prendada de Paris y ambos huyeron hacia Troya.

Aquello provocó la ira de Menelao y una fortuita marcha hacia Troya, junto con todos los pretendientes que juraron lealtad el día que Helena eligió marido.

No obstante, Hera no era conocida por su compasión. Ofendida gravemente por el insulto que Paris le había proferido, decidió tomar venganza. Aliándose con los griegos y otros dioses que se unieron a su causa, Hera logró vencer Troya y vengarse de Paris.

De entre los dioses que lucharon a su lado, Hermes fue el más fiel de todos ellos al advertirla del fuerte castigo que su marido tenía planeado para ella. Enfadada y con el orgullo herido, Hera no quiso dar su brazo a torcer hasta que hubo destruido por completo Troya. Se dice que muchos griegos murieron a causa de la intervención de Zeus, por lo que Hera contraatacó con mucha más fuerza, queriendo llegar más deprisa al fin de su obsesión.

Zeus, harto de los caprichos de su mujer, decidió llevar a cabo sus intenciones y la despojó de su divinidad para que se rindiera y le suplicara. Pero Hera jamás se sometería a él. Orgullosa y decidida, ignoró su estado de mortalidad y siguió su plan como si nada lo hubiese alterado. Así, logró su cometido y mató a Paris, olvidando por completo las consecuencias de sus propios actos.

Cuentan las viejas historias que cuando un dios muere, una pequeña parte del mundo también lo hace. Si eso ocurre, una guerra se desatará entre los dioses, provocando así el apocalipsis del mundo terrenal. Una guerra que finalizará cuando sea proclamado un nuevo rey en el Olimpo.

Hermes supo lo que ocurriría incluso antes de que sucediera. Helena, cegada por el amor que Afrodita le había hecho creer, atravesó a Hera con una lanza. Dolida por el intenso amor que sentía por Paris, no resistió verle tendido en el suelo, muerto, y se suicidó. Así mismo, Hera, despojada de su alma divina y castigada por su propia soberbia, derramó sobre la tierra las primeras gotas de la sangre de una diosa a las puertas de la muerte.

Antes de morir, Hermes llegó a su lado e intentó que rogara a Zeus que la salvara.

No lo hizo.

Con sus últimas fuerzas, se concentró para hacer creer a Zeus que había recuperado su divinidad.

Búscame entre el espacio y el tiempo, en un lugar donde todo es mucho más fácil y a la vez más difícil —rogó en su último aliento—. Hallarás mi divinidad en una muchacha fiel a mi imagen. Encuéntrala y haz que sea ella mi sucesora. Evita que alguien se dé cuenta. No dejes que este mundo sea destruido.

Hermes vio cómo su más preciada diosa desaparecía en la nada. Observó lo que quedaba de la terrible guerra que había presenciado Troya y, con su último deseo como misión, obedeció a su diosa. Se alejó del tiempo y del espacio, y viajó durante siglos intentando encontrar a una joven. Una sola que fuera digna de compararse a Hera.

Unamuchacha capaz de convertirse en una diosa. 

Hera Donde viven las historias. Descúbrelo ahora