Capítulo XXXVII

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Dos pares de pasos solitarios corrían por un pasillo estrecho y oscuro en busca de una salida. Aunque la lucha había quedado atrás y nadie las seguía, Tatiana continuaba arrastrando a su hermana sin detenerse un instante. Zoe pensó que había entrado en pánico, así que intentó detener su paso suicida por el templo.

—¡Tati! —gritó—. ¡Por favor, para un momento!

La aludida frenó ante el grito desesperado de su hermana e intentó mirar en su dirección, sin ver nada a parte de una sombra. Zoe jadeó en cuanto se detuvieron, las magulladuras que había sufrido al chocar con tanta fuerza sobre el suelo habían logrado aturdirla, pero seguía con fuerzas suficientes para seguir adelante.

—Lo siento —dijo su hermana—. Siento mucho lo que he hecho —se disculpó. Zoe la miró, aunque no podía ver mucho, sorprendida por su disculpa—. Era extraño ser yo misma, pero verme obligada a seguir sus órdenes sin poder hacer nada por rebelarme. Nunca he querido traicionarte. De verdad, lo siento mucho.

—Shhh... —murmuró con voz suave, acariciando su mejilla con ternura—. Sé que no lo has hecho porque querías. Te conozco, Tatiana. —Con la mano aún en su rostro, sintió que asentía con la cabeza e intentaba contener las lágrimas.

—¿Qué va a ocurrir? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué quieren matarte? —preguntó, tan deprisa que apenas pudo separar las preguntas. Zoe sonrió al escuchar a la verdadera Tatiana.

—Las preguntas después, aunque me alegra que por fin me las hagas —dijo mientras se incorporaba y comenzaba a caminar—. Por ahora, debemos salir de este templo. Necesito encontrar a alguien para que detenga esto. O que al menos lo intente.

Antes de que Zoe pudiera seguir andando, Tatiana se detuvo al escuchar un sonido familiar. Su hermana se volvió con el ceño fruncido, sin entender por qué su hermana se había parado en seco.

—¿Qué...?

—Recuerdo ese ruido —aseguró Tatiana mientras se apoyaba en la pared, en busca de algo—. Cuando tu ex me trajo aquí, estaba tan asustada que tardé un poco en calmarme y asumir que no estaba teniendo una pesadilla y que todo era real —explicó sin dejar de palpar la pared—. Me encerró en unas celdas clásicas, con barrotes de hierro y todo eso. No podía ver nada hasta que me acostumbré a la oscuridad. —De repente, su mano pareció encontrar algo—. Me mantuve callada y a la espera de cualquier sonido o cualquier cosa que pudiera ver o identificar. Unas horas más tarde, supe que a pocos metros de la celda había una puerta de piedra.

Cuando las manos apretaron algo en la pared, esta se abrió con un sonido de piedra rozando el suelo. La puerta de la que Tatiana hablaba acababa de abrirse a su paso.

—Tatiana —dijo asombrada. Luego volvió a ponerse seria—. De todos modos, esto nos llevará a los calabozos, no a una salida.

Tatiana sonrió ante la evidencia.

—Cierto. Pero encontrar este lugar nos ayudará a saber exactamente cómo salir. Porque conté todos los pasos que dimos hasta el exterior cuando una mujer me sacó del calabozo y me llevó directa hacia donde tú estabas —explicó Tatiana.

Zoe abrió los ojos de par en par al escucharla. Al parecer, su hermana había hecho lo que discutían cada vez que veían C.S.I. Recordaba un episodio, tras el cual pasaron toda la noche proponiendo diferentes situaciones, sobre un secuestro. Tatiana, después de muchas teorías, había asegurado que, si algún día la raptaban, contaría todos los pasos para poder saber cómo regresar o cuán lejos había ido. Zoe se había burlado de esa teoría, alegando que en el caso de que fueran en coche no podría hacerlo, y si era andando terminaría por perder la cuenta. Tatiana, enfadada por su falta de confianza, la retó a apostar lo que fuera a que la teoría era útil. Ella aceptó, aunque segundos después afirmó que era una apuesta inútil dado que nunca podría comprobarse. Era increíble que Tatiana hubiese recordado aquello en una situación tan descabellada.

Hera Donde viven las historias. Descúbrelo ahora