Hermes no daba crédito a lo que estaba viendo. Si unos días antes le hubiesen dicho que una humana estaría discutiendo con Zeus sobre lo que harían para salvarlos a todos de una guerra segura, los habría tomado a todos por locos. Era increíble verlos hablar, exponiendo sus opiniones como si lo hubiesen hecho toda la vida, con naturalidad. Zeus, mientras discutía con Zoe, ya no era el dios más temido del Olimpo, ni intentaba imponerle su voluntad. Era la primera vez que Hermes le veía comportarse como un igual ante alguien, y lo más curioso de todo es que se trataba de una humana.
Por otro lado, también fue una sorpresa la actitud de Zoe. Ante la aparente tregua, se había centrado por completo en la responsabilidad que pesaba sobre sus hombros. Aunque pudo ver en sus ojos cierto temor por el dios, se mostraba racional y segura de sí misma al hablar. Y eso había conseguido que Zeus tomara en cuenta las palabras de la joven humana.
Increíble.
Delante de Zoe y los dos dioses, una miniatura de Tebas, la ciudad humana enmarcada por el mar Egeo y el mar Jónico, se alzaba sobre una enorme mesa de mármol. Cambiando a medida que Zeus le mostraba parte de Atenas, Delfos, llegando hasta las Termopilas, y explicándole qué seres podrían estar confabulados en la traición de su preciado trono. El traidor no actuaría solo, una enorme diversidad de seres podrían ser los posibles aliados. Así que Zeus le había explicado la naturaleza de ciertas criaturas y por qué razón querrían unirse al confabulador. Tal vez ni siquiera era un único dios, era probable que fueran más de uno.
Después de conocer las posibles traiciones y recordar la información que le habían ofrecido las Hespérides sobre la naturaleza de algunos dioses, Zoe concluyó que ninguno cercano a Zeus podría ser el traidor. Fue en ese instante que empezó el debate defendido por Zeus; asegurando que un dios cercano levantaría menos sospechas. Y rebatida por Zoe, que estaba convencida que Poseidón, Demeter, Hades o Hestia no tenían ninguna razón o posibilidad de llevar a cabo tal conspiración.
Poseidón dominaba los mares. Ese era su hogar. Una guerra entre dioses y la destrucción del mundo no sería lo que deseara. Alguien que ama el mar no contribuiría en parte de su destrucción.
Por otro lado, Demeter estaba demasiado ocupada con el problema que suponía haber tenido que renunciar a su hija durante medio año. En primavera estaba pendiente de su hija, y en invierno demasiado desanimada como para planear el fin del mundo. Además, su naturaleza impedía que destruyera la belleza del mundo que ella misma ayudaba a crear.
Luego estaba Hestia, la diosa del hogar. Tan independiente que ni siquiera se relacionaba con los dioses. Estaba claro que jamás querría tener nada que ver con ninguna guerra.
Y por último: Hades. El dios del inframundo, aunque Zeus había sospechado de él al instante y en primer lugar, Zoe no había tenido ningún problema para descartarlo. Hades tenía a su servicio a las Erinias. Teniendo tan cerca a las diosas vengadoras, no se atrevería a cometer el pecado del asesinato —que era lo que Zoe creía que habría hecho el traidor con Hera—. Es más, y con esa afirmación terminó por convencer a Zeus, había sido Hades precisamente quien las había enviado al Olimpo para que lo advirtieran de dicha traición.
Así que después de mucho discutir, decidieron que lo más adecuado era ir a la tierra y descubrir si se había puesto en marcha alguna artimaña que, desde el Olimpo, Zeus no pudiera ver ni sospechar. Para sorpresa de todos los presentes, había sido Zoe quien lo había sugerido. Sabiendo que Zeus controlaba el Olimpo, no era difícil creer que el traidor tendría dominio sobre otro espacio donde el dios no era omnipotente.
Hermes empezaba a sospechar que la razón de su señora de enviar su divinidad a una mujer humana era mucho más compleja que el simple objetivo de evitar la guerra de dioses. Había algo en Zoe que daba confianza, esperanza, seguridad. Era extraño que alguien con tantas inseguridades transmitiera tal firmeza a los demás.
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Hera
Romance¿Qué pasaría si el mundo dependiera de tu capacidad por hacerte pasar por otra persona? ¿Y si además, quien debes fingir ser es ni más ni menos que una Diosa Griega?