Aevar Cantor de Piedras

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Autor: Anónimo.


"Siéntate en silencio, pequeño, y te contaré una historia de los tiempos ancestrales".

"¿Qué historia es, abuelo? ¿Es una de héroes y bestias?"

El abuelo miró pacientemente al chico. Se estaba convirtiendo en un buen muchacho. Pronto se daría cuenta del verdadero valor de las historias, las lecciones que se enseñaban en cada generación.

"Solo debes escuchar, pequeño. Deja que la historia se apodere de tu corazón".

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En un tiempo remoto, muy remoto, cuando los skaal acababan de llegar, reinaba la paz en la tierra. El sol era cálido, las cosechas crecían saludablemente y la gente era feliz en la paz que el Todopoderoso aseguraba. Pero los skaal se volvieron complacientes y perezosos, tomaban por descontado la tierra y todos los regalos que el Todopoderoso les había facilitado. Olvidaron, o decidieron no recordar, que el adversario está siempre alerta, y que se regocija atormentando al Todopoderoso y a sus elegidos. Y así fue como el Adversario se infiltró entre los skaal.

El Adversario tiene muchas caras. Aparece en las bestias malditas y en las plagas incurables. Al final de las estaciones lo conoceremos como Thartaag el Devorador de Mundos. Pero en esa época se le conocía como el Avaricioso.

El Avaricioso (lo llamaremos así, ya que nombrarlo traería la desgracia entre la gente) vivió entre los skaal varios meses. Quizá alguna vez fue un hombre, pero el Adversario se apoderó de él, se convirtió en el Avaricioso, y así es como se le recuerda.

Cierto día, los poderes de los skaal los abandonaron. La fuerza abandonó los brazos de los guerreros, y los magos no podían invocar a las bestias para que luchasen a su favor. Los ancianos pensaron que el Todopoderoso estaba disgustado con ellos, mientras otros pensaban que los había abandonado a su suerte para siempre. Fue entonces cuando el Avaricioso se les apareció y les habló.

"Vosotros, skaal, os habéis vuelto gordos y perezosos. Yo he robado los regalos de vuestro Todopoderoso. He robado los océanos, así conoceréis la sed eternamente. He robado las tierras, los árboles y el sol, así vuestras cosechas se secarán y morirán. Os he robado las bestias, así conoceréis el hambre. Y he robado el viento, así viviréis sin el espíritu del Todopoderoso.

"Y hasta que alguno de vosotros pueda reclamar estos regalos, los skaal vivirán en la miseria y la desesperación. Puesto que yo soy el Avaricioso, y esa es mi naturaleza".

Y el Avaricioso desapareció.

Los miembros de los skaal parlamentaron durante muchos días y noches. Sabían que alguno de ellos debía recuperar los regalos del Todopoderoso, pero no podían decidir quién de ellos sería.

"Yo no puedo ir", dijo el más anciano. "Uno de nosotros debe permanecer aquí para guiar a los skaal, y explicar a nuestra gente qué es la ley".

"Yo no puedo ir ", dijo el guerrero. "Debo proteger a los skaal. Mi espada será necesaria en caso de que el Avaricioso reaparezca".

"Yo tampoco puedo ir", dijo el mago. "La gente necesita mi bendición. Debo leer los presagios y ofrecer mi sabiduría".

Fue entonces cuando un joven llamado Aevar levantó la voz. Poseía un fuerte brazo y era ligero de pies, a pesar de no ser aún un guerrero de los skaal.

"Yo iré", dijo Aevar. Los skaal se echaron a reír.

"Escuchadme", continuó el joven. "Aún no soy un guerrero, así que mi espada no se echará en falta. No puedo leer los presagios, así que la gente no buscará mi consejo. Y soy joven, aún no me encuentro cómodo debatiendo sobre leyes. Yo arrebataré los regalos del Todopoderoso al Avaricioso. Y si no lo consigo, nadie me echará en falta".

La Biblioteca de Tamriel: OBLIVIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora