El misterio de la princesa Talara I, II, III, IV, V

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Por

Mera Llykith


I.

Era el año 405 de la Tercera Era. En aquel entonces, tenía lugar la celebración milenaria de la fundación del reino bretón de Camlorn. En cada magnífico bulevar y en cada estrecho callejón colgaban pancartas púrpuras y doradas, algunas de ellas lisas y otras estampadas con los símbolos heráldicos de la familia real o de los diversos principados y ducados que rendían vasallaje al rey. Había músicos que tocaban tanto en las plazas pequeñas como en las grandes. En cada esquina había un artista exótico diferente: encantadores de serpientes guardias rojos, acróbatas khajiitas, magos con auténticos poderes y otros, cuyas extravagantes habilidades eran igual de impresionantes, aunque en su mayoría falsas.

La atracción que congregaba a la mayoría de los ciudadanos de sexo masculino de Camlorn era la Marcha de la Belleza. Mil atractivas jovencitas, vestidas con ropa brillante y provocativa, bailaban durante todo el recorrido de la amplia avenida principal de la ciudad, desde el templo de Sethiete hasta el palacio real. Los hombres se empujaban y estiraban sus cuellos para elegir a sus favoritas. Era un secreto a voces que todas eran prostitutas y que, tras la Marcha y el Festival de las Flores de esa misma noche, estarían disponibles para reuniones de negocios más íntimas.

Gyna atraía casi todas las miradas gracias a su alta y sinuosa figura, apenas cubierta por unas tiras de seda y los rizos de su pelo color lino, entrelazados con pétalos de flores. Ya cerca de los treinta años, no era la más joven de las prostitutas, pero, realmente, era una de las más deseadas. Quedaba claro por su comportamiento que estaba acostumbrada a las miradas lascivas, aunque no le faltaba ni una pizca de entusiasmo al ver la ciudad en todo su esplendor. Comparado con el miserable barrio de Salto de la Daga, que se había convertido en su hogar, Camlorn en plena celebración parecía tan irreal... Y, sin embargo, lo más extraño es que, al mismo tiempo, todo aquello le resultaba muy familiar, aunque nunca había estado allí.

La hija del rey, lady Jyllia, atravesó las puertas de palacio e inmediatamente maldijo su mala suerte. Se había olvidado por completo de la Marcha de la Belleza. Las calles estaban atestadas, como paralizadas. Tendría que esperar horas hasta que pasara la Marcha y le había prometido a su antigua niñera, Ramke, que iría a visitarla a su casa situada al sur de la ciudad. Jyllia se detuvo un momento a pensar, se hizo una imagen mental de la disposición de las calles de la ciudad y trazó imaginariamente un atajo para evitar la calle principal y la Marcha.

Durante unos cuantos minutos, se sintió muy inteligente mientras serpenteaba abriéndose camino por las curvadas y estrechas calles secundarias; pero, al poco tiempo, se encontró ante improvisadas estructuras, tiendas y teatros montados para la celebración, por lo que tuvo que buscar un camino alternativo. Al poco tiempo, se encontraba perdida en la ciudad en la que había vivido casi toda su vida, salvo cinco años.

Escudriñó callejón abajo y divisó una gran avenida repleta de gente por la que pasaba la Marcha de la Belleza. Con la esperanza de que este fuera el final de la historia y deseando no encontrarse perdida de nuevo, lady Jyllia guió a su caballo hacia el festival. No vio al encantador de serpientes que se encontraba en la boca del callejón, y cuando la cobra se puso a silbar desplegando su capucha, su caballo se levantó aterrado.

Las mujeres del desfile soltaron un grito ahogado y salieron en tropel al verlo, pero lady Jyllia tranquilizó al semental. Miró avergonzada la escena que había provocado. "Mis disculpas, señoras", dijo mientras simulaba un saludo militar.

"No pasa nada, señora", añadió una rubia vestida de seda. "Nos apartaremos de tu camino en un momento".

Jyllia observó cómo transcurría la Marcha. Ver a esa prostituta había sido como mirarse en un espejo. La misma edad, altura, pelo, ojos y figura, prácticamente exactas. La mujer se volvió para mirarla, parecía como si estuviera pensando lo mismo.

La Biblioteca de Tamriel: OBLIVIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora