Feyfolken I, II, III

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  Por

Waughin Jarth


I.

El gran sabio era un hombre alto, harapiento, con barba pero calvo. Su biblioteca se parecía a él: todos los libros habían terminado en los estantes inferiores donde se amontonaban y acumulaban polvo. Estaba consultando varios libros a la vez para la lección actual en la que explicaba a sus discípulos, Taksim y Vonguldak, que el gremio de magos había sido fundado por Vano Galerion. Tenían muchas preguntas sobre los inicios de Galerion en la Orden Psijic y en qué se diferenciaba el estudio de la magia allí respecto al del gremio de magos.


"Era, y es, un modo de vida muy estructurado", explicaba el gran sabio. "Bastante elitista, de hecho. Ese era el aspecto al que más se oponía Galerion. Él quería que el estudio de la magia fuese gratuito. Bueno, no exactamente gratuito, pero accesible para cualquiera que se lo pudiese permitir. Con esto, cambió el curso de la vida en Tamriel".

"Codificó los rituales y las prácticas que usan todos los creadores de pociones, objetos y hechizos modernos, ¿verdad, gran sabio?", preguntó Vonguldak.

"Eso es solo un aspecto. La magia tal y como la conocemos hoy día proviene de Vano Galerion. Él reestructuró las escuelas para hacerlas accesibles a las masas. Él inventó las herramientas de la alquimia y el encantamiento para que cualquiera pudiese invocar lo que se le antojase, independientemente de sus habilidades o riqueza, sin miedo a contraindicaciones mágicas. Y finalmente lo consiguió".

"¿Qué quieres decir, gran sabio?", preguntó Taksim.

"Las primeras herramientas estaban más automatizadas que las que tenemos hoy día. Cualquier persona podía usarlas sin tener la más mínima idea de encantamientos o de alquimia. En la isla de Arteum, los estudiantes debían aprender todos los encantamientos con mucho esfuerzo y a lo largo de muchos años, pero Galerion decidió que eso era otra muestra del elitismo de los psijic. Las herramientas que él inventó eran como maestros robóticos, encantadores y alquimistas capaces de crear cualquier cosa que el poseedor quisiera, siempre y cuando pudiese pagar".

"Entonces, ¿cualquiera podría, por ejemplo, crear una espada que pudiese partir el mundo a la mitad?", preguntó Vonguldak.

"Supongo que sí, al menos en teoría, pero probablemente necesitaría todo el oro del mundo", bromeó el gran sabio. "Mentiría si dijera que corríamos gran peligro, pero sí es cierto que ocurrieron algunos desgraciados incidentes cuando un paleto sin formación creó algo que se escapaba a su conocimiento. Galerion terminó destruyendo sus antiguas creaciones y creó las que usamos hoy en día. Es algo elitista y la gente debe saber lo que hace antes de usarlas, pero resultan muy prácticas".

"¿Qué cosas inventó la gente?", preguntó Taksim. "¿No hay ninguna anécdota?"

"Me estáis intentando distraer para no hacer el examen", dijo el gran sabio. "Pero os puedo contar una historia para ilustrar lo que os quiero decir. Esta anécdota en particular tuvo lugar en la ciudad de Alinor, en la costa oeste de la isla de Estivalia y tiene como protagonista a un escriba llamado Thaurbad".

"Transcurría la Segunda Era, poco después de que Vano Galerion hubiese fundado el gremio de magos y las salas capitulares se hubiesen establecido por todo Estivalia. Sin embargo, no habían llegado tan lejos como para alcanzar el corazón de Tamriel.

Durante cinco años, este escriba, Thaurbad, se había limitado a comunicarse con el mundo exterior a través de su mensajero, Gorgos. Durante el primer año de vida ermitaña, sus pocos amigos y su familia (amigos y familia de su difunta mujer, a decir verdad), intentaron mantener contacto con él, pero incluso los familiares más allegados terminan dándose por vencidos cuando no se ven correspondidos. Nadie tenía ningún motivo para mantenerse en contacto con Thaurbad Hulzik y, con el tiempo, muy pocos siguieron intentándolo. Su cuñada de vez en cuando le enviaba alguna carta poniéndole al día de las noticias más recientes sobre gente a la que él casi ni recordaba, pero ni siquiera lo hacía con frecuencia. La mayoría de los mensajes que entraban y salían de su casa eran asuntos suyos, como la proclamación semanal del templo de Auri-El, unos boletines que se presentaban en las puertas del templo con noticias de la comunidad, sermones y cosas así.

La Biblioteca de Tamriel: OBLIVIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora