Fundamentos de La alquimia

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De

Alyandon Mathierry


La alquimia, a menudo relegada por los aprendices a mago, es una disciplina de larga tradición y muy gratificante, que puede cambiar drásticamente la vida de aquellos que consiguen dominarla. Resulta difícil y, con frecuencia, peligroso conocer a fondo los materiales utilizados en las fórmulas alquímicas, pero, tras un estudio continuado y horas de trabajo, el esfuerzo se ve recompensado en gran medida.

Antes de lograrlo o tan siquiera intentarlo, hay que comprender los principios básicos de esta ciencia. Muchos de los entes de nuestro mundo, seres orgánicos en su mayoría, están compuestos por diferentes esencias con propiedades mágicas. Cuanto más hábil es el alquimista, mayor número de propiedades descubre y puede aprovechar de un mismo ingrediente. Las pociones y bebedizos se obtienen combinando las esencias de dos o más ingredientes. (Según se dice, los grandes alquimistas pueden preparar pociones con un único ingrediente, una proeza que escapa a la mayoría.)

Las pociones alquímicas pueden causar diferentes reacciones dependiendo de los ingredientes utilizados, pero no todas son beneficiosas. En muchos casos, las fórmulas obtenidas presentan tanto propiedades positivas como negativas. El alquimista es quien debe decidir qué recetas ofrecen los mejores resultados. (Cabría mencionar que algunas pociones concentran tan sólo los efectos negativos y pueden emplearse como veneno. El autor no recomienda esta práctica, por lo que no ahondará en su estudio.)


Herbología

La herbología se basa, en realidad, en principios alquímicos básicos. Al masticar una planta, trituramos los ingredientes con los dientes, lo que propicia que, en algunas ocasiones, se libere su esencia más básica, cuyo efecto se observa rápidamente. La herbología no ofrece resultados tan eficaces como las pociones realizadas con los instrumentos adecuados.


Instrumentos alquímicos

El mortero es el utensilio básico y más importante de todo alquimista. Resulta imprescindible para preparar los ingredientes correctamente antes de incorporarlos en las pociones. Se recomienda a todo alquimista en ciernes que tenga uno a mano y practique para habituarse a su uso desde un primer momento. Moler los ingredientes es el paso esencial de toda poción. Al triturar los pétalos de la flor de Redwort de la forma adecuada se consigue un polvo que, mezclado en la dosis correcta con ingredientes como el ginseng, sirve de antídoto contra el veneno. (Ésta es una fórmula que muchos alquimistas aprenden con rapidez y no olvidan fácilmente, ya que se utiliza con bastante frecuencia para subsanar los reveses de pociones creadas de forma errónea.)

Los alquimistas iniciados disponen de otros útiles para mejorar la calidad de sus pociones. Se puede emplear una especie de crisol llamada retorta para purificar la cocción y aumentar los efectos positivos de la pócima. Al filtrar la mezcla mediante un alambique se obtiene la poción destilada, lo que normalmente reduce las propiedades negativas. También se puede usar un calcinador para evaporar las impurezas de forma que se potencien todos los efectos del brebaje. Estos aparatos no son realmente necesarios para crear pociones, pero se aconseja su uso siempre que sea posible.


Combinación de ingredientes

La calidad de la poción depende de la de sus ingredientes. Sólo se deben utilizar aquéllos con efectos idénticos y no más de cuatro diferentes por poción.

Conforme el alquimista vaya perfeccionando sus habilidades a la hora de preparar los ingredientes, descubrirá nuevas propiedades que le servirán para crear nuevas pociones. Aunque ampliar el repertorio puede ser extremadamente interesante, el alquimista debe vigilar atentamente cuáles son los efectos de las nuevas pociones que realice. Incluso las recetas más comunes pueden presentar otras propiedades si se preparan de forma distinta, aunque no siempre con resultados positivos.

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