El espejo
de
Berdier Wreans
El viento soplaba sobre la despejada llanura, moviendo adelante y atrás los pocos árboles que la poblaban. Un joven con turbante de un color verde vivo se acercó al ejército para entregar al comandante las condiciones de paz que exigía su jefe. Lo rechazaron. Tenía que haber una batalla, la batalla de Ain-Kolur.
Así pues, el jefe Iymbez presentó abiertamente su desafío y sus jinetes entraron una vez más en guerra. En repetidas ocasiones, la tribu se había trasladado a un territorio que no era el suyo y que no debían ocupar, y en repetidas ocasiones había fracasado el enfoque diplomático. Al fin se había llegado a esto. A Mindothrax le daba lo mismo; sus aliados podían perder o ganar, pero él siempre sobreviviría. Pese a que en alguna guerra había estado en el bando de los vencidos, en sus treinta y cuatro años jamás había sido derrotado en un combate mano a mano.
Los dos ejércitos corrieron por el polvo como dos espumeantes ríos gemelos. Cuando se encontraron, resonó un clamor que retumbó por las colinas. La sangre, el primer licor que probaba la arcilla en meses, bailaba como si de polvo se tratase. Los gritos de batalla graves y agudos de las tribus rivales se unían en armonía a medida que los ejércitos se clavaban los unos en la carne de los otros. Mindothrax estaba en el ambiente que más le gustaba.
Tras diez horas de lucha, durante las cuales nadie cedió terreno, ambos comandantes acordaron una honorable retirada mutua del campo de batalla.
El campamento estaba establecido en los jardines de un viejo cementerio protegido por altos muros y adornado por primaverales flores. A medida que recorría los jardines, Mindothrax iba recordando el hogar de su infancia. Era un recuerdo agridulce: la pureza de la ambición infantil y todos los entrenamientos en las artes del combate se teñían con el recuerdo de su pobre madre, una bella mujer que miraba a su hijo con orgullo y una pena secreta. Nunca hablaba de lo que le preocupaba, pero nadie se sorprendió cuando se fue a dar un paseo por los páramos y la encontraron días después degollada por su propia mano.
El ejército en sí mismo era como una colonia de hormigas a la que hubieran agitado recientemente. Media hora después de la batalla, ya se habían reorganizado como por instinto. Mientras los médicos atendían a los heridos, alguien comentó con una mezcla de admiración y asombro: "Mirad a Mindothrax, no se le ha movido ni un solo pelo de la cabeza".
"Es un espadachín increíble", afirmó el médico que atendía a los enfermos.
"La espada es un artículo muy sobrevalorado", dijo Mindothrax, aunque se encontraba encantado con el cumplido. "Los guerreros prestan demasiada atención a cómo golpear y no la suficiente a cómo defenderse de los ataques. La forma correcta de luchar en una batalla es defenderte a ti mismo y atacar al oponente solo cuando se presente el momento perfecto".
"Yo prefiero una aproximación más directa", afirmó sonriendo uno de los heridos. "Es la costumbre de los jinetes".
"Si fracasar es la costumbre de las tribus del Bjoulsae, entonces, renuncio a mi herencia", dijo Mindothrax, haciendo un rápido ademán hacia los espíritus para indicarles que era una expresión y no una blasfemia. "Recordad lo que decía el gran maestro de espadas Gaiden Shinji: 'Las mejores técnicas las transmiten los supervivientes'. He luchado en treinta y seis batallas y no me dejaron de recuerdo ninguna cicatriz, gracias a que siempre confié primero en mi escudo y después en mi espada".
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La Biblioteca de Tamriel: OBLIVION
Fantasía"La Biblioteca de Tamriel: Oblivion" se trata de una recopilación de todos (O casi todos) los tomos incluidos en la cuarta parte de la saga. NOTAS DE EDITOR: Me tomado las molestias de recopilar en un solo libro todos los Tomos, Relatos, Guias...Etc...