CAPÍTULO I: ANILLOS Y PROMESAS; UNA FELICIDAD INCONMENSURABLE

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El hermoso despacho de Udagawa contaba con muebles exquisitos, a pesar de ser de los años 80's cuando el apogeo de la familia se dio, se conservaban íntegros y en excelente forma. Los estantes de libros susurraban los conocimientos que tenían en su poder y deseaban compartir con aquel que permitiera abrir su entendimiento.

Mei Aihara apretaba las manos mientras esperaba que Udagawa Honke respondiera a su petición. No se atrevió a mirar cualquier lado que no fuera al hombre frente a ella. Las arrugas de desvelos le cobraban factura en su salud, los constantes mareos y cefaleas eran más intensos que nunca asi que el señor Udagawa tomaba medicamentos para inhibir un poco sus males por lo que su aliento olia constantemente a alcohol y a una especia de menta amarga.

-No. –dijo después de un rato.

-Pero, señor Udagawa, yo-

-Señorita Aihara, no se ha cumplido mi plazo mínimo de respuesta que le di hace dos años. Así que por favor no insista. –le atajo lacónico.

Mei contuvo la respiración por un momento para después suspirar ásperamente. Miro al fondo de la habitación y el managger permanecía expectante.

-Gracias por su tiempo, Udagawa-dono. –dijo por fin Mei con voz irritada.

-Me complacería más que usted tomara los tres años que le di para decidir si quería casarse con mi hijo en vez de venir antes a insistírmelo como una quinceañera enfurruñada. –respondió con elegancia.

Mei sabía que no debía sentirse ofendida. Con una reverencia salió de la habitación seguida del menor Udagawa pisándole los talones y este la tomo del antebrazo para detenerla.

-Hablemos un poco. Por favor. –dijo señalando su propio despacho.

Con un asentimiento imperceptible acepto. Udagawa se adelantó y abrió la puerta, tras darle órdenes a su doncella de que no los molestaran con nada y de que mantuviera alejados a los curiosos de allí un rato, cerró la puerta.

No dijo nada, no pregunto nada. Avanzo hacia la pelinegra que lo miro con expresión atormentada y la abrazo con delicadeza.

-Lo lamento mucho, Mei-san. –susurro con sosiego.

Las lágrimas de Mei salieron de sus ojos como hermosas cascadas de perlas transparentes y saladas. Un resuello salió de ella y de pronto gemidos débiles, ahogados y tortuosos llenaron la habitación con dolor.

-No, no, no... - decía hipando con descontrol en su voz que era aguda dos octavos.

Udagawa no dijo nada de nuevo y la estrecho más fuerte en sus brazos. Cuando lo hizo un crujido de papel vino del saco de trabajo de Mei y con una sonrisa taciturna acallo a su propio corazón inquieto y roto.

La pelinegra agarraba de los hombros con fuerza al joven mientras gruesas lagrimas escurrían el recatado maquillaje que se había puesto, como todos los días, para ir a trabajar. No podía llamar feliz a su vida desde hacía dos años.

Los dos años en los cuales Mei se centrará en su meta de ser una digna heredera no fueron de provecho sino más bien estuvieron llenos de trompicones desastrosos. En primera instancia el compromiso con Udagawa fue cancelado por su abuelo aquella noche en el crucero de esa familia. El señor Udagawa Honke parecía un poco contrariado por aquello pero no armo escándalo por eso sino accedió con la condición de que pasados al menos dos años después de la mayoría de edad de Mei se le diera una respuesta sobre el compromiso entre familias, el abuelo Aihara quiso negarse pero Mei le dijo que lo pensaría para salvar al apellido de la deshonra.
Y en segunda era que ella después de convencer a su abuelo había invertido en varias empresas y negocios bastante prometedores pero hubo un pequeño infortunio y la inversión se perdió por la baja de la bolsa de valores aquella semana, una vez más los altibajos de Estados Unidos afectaba al mundo incluso a los japoneses. Aquel golpe llevo a la familia Aihara al borde de la quiebra.
Y la tercera y más importante era que el instituto había sufrido una epidemia de salmonella, un descuido espantoso por parte de los de la cocina al checar la carne provocó que quince alumnas enfermaran de gravedad. El resultado fueron demandas por daños a la salud y aparte la amenaza de que cerrarán el instituto si no se pagaban lo que dictó el juez para con las víctimas, la multa y contratar nueva gente. El instituto perdió credibilidad y sufría amenaza de que las familias sacarán a sus hijas de allí.

DESEO DE MEDIA NOCHE (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora