CAPITULO LVI: TERAPIA

517 51 10
                                    

-El primer paso para una terapia es que no cruces ni brazos ni piernas, Yuzu. -dijo Áyax amablemente.

-Sé que para ustedes esta posición es la de cerramiento al dialogo. Pero en mi caso si no lo hago perderé interés. -dijo suspirando. -En verdad quiero mejorar y por eso hago lo mejor que puedo. Se lo aseguro.

Áyax siempre fue creyente de la versatilidad de conductas sanas en los humanos. Para ser resumidos, odiaba la palabra "normal" o "anormal". Los términos como esos son subjetivos paradigmas de los comportamientos en los pacientes, era como tratar de catalogar algo usando como fuente de clasificación cada opinión diversa de personas con creencias diversas. Una locura total, por eso él era creyente de que la rama de la salud mental no era una ciencia puesto que no existían reglas específicas de nada. Cuando realizo su tesis "El comportamiento; intento de los hombres por entenderlo". El revuelo del documento llamo la atención de eminencias del campo mental y tras leerlo a fondo se burlaron de él. Al menos una persona no lo hizo y tenía el nombre de Jennifer Becquerel, psicóloga y psiquiatra reconocida, la segunda mejor en el campo. Coincidía con él en que la mente, al igual que las huellas digitales, son únicas e irrepetibles. No podía tratarse con los mismos métodos ni usando el criterio propio para tratar a los pacientes, era un error garrafal y ayudo a Áyax a explotar el potencial de esa tesis para crear nuevos métodos de terapia.

-De acuerdo. -concedió imaginando a su mentora riñéndolo por caer en clichés del psicoanálisis. -Si así te sientes a gusto no tengo nada en contra de eso. Comencemos entonces.

Yuzu frunció por como accedió de rápido el doctor y le miro con cautela.

-Primero que nada. -dijo enseñándole un formulario. -Para crear el archivo necesito que me des tus datos.

-Usted ya los tiene, doc. -respondió la rubia.

-Sin excepciones, Yuzuko Okogi. -respondió instándola a hablar.

La rubia puso los ojos en blanco ante la respuesta tan singular de su doctor y suspiro.

-Mi nombre es Yuzuko Okogi. Nací en Tokio Japón. Mis padres son Koichi Okogi, mi madre Ume Kawuamura, pero se volvió a casar con Shou Aihara y una hermanastra de nombre Mei Aihara. Tengo 23 años, viuda, mi tipo de sangre es O negativo, alérgica a la penicilina. No tengo antecedentes de cáncer, diabetes o hipertensión de mi familia, así como tampoco antecedentes de suicidio o intentos. Tuve un hermano después de mi, pero fue aborto espontáneo. -observo a Áyax. - ¿me falta algo?

-el número de seguridad social, CURP y RFC, pero nada más. -bromeo dejando el formulario en la mesa y cruzando la pierna derecha sobre la izquierda mientras las manos permanecían sobre su regazo en posición de educada atención la miro pasiblemente. -Comenzaremos con la terapia. Dime, Yuzuko, ¿cómo era la relación con tus padres?

- ¿mi relación con mis padres? -dijo confundida. - ¿se refiere a sí tenía problemas con ellos? Mm la verdad no recuerdo. Mi padre, como ya le dije, murió cuando tenía 3 años. No recuerdo mucho de esos tiempos...

-Solo cuéntame lo que recuerdes y también necesito que me hables de la relación padre - hija que tuviste con el nuevo esposo de tu madre.

-Mi padre, Koichi Okogi, era alguien alegre. Solíamos jugar seguido cuando volvía del trabajo, veíamos películas y me llevaba al parque a correr. Era alguien de firmes ideales, lo que más odiaba en las personas era la deslealtad y la mentira. Creía que la bondad y la maldad iban de la mano pero que esto no significaba ver todo de blanco o negro. Decía que si existían los milagros también los maleficios así que las cosas sobrenaturales eran algo que reconocía su existencia, más no se mostraba interesado en comprobar su existencia. Inteligente y guapo. Así lo recuerdo. -sonrió con los ojos cerrados.

DESEO DE MEDIA NOCHE (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora