CAPÍTULO XLVII: EL QUE SOSPECHA

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"Si matas una cucaracha eres un héroe. Si matas una hermosa mariposa, eres malo.
La moral tiene criterios estéticos"

Friedrich Nietzsche


Mei había despertado exactamente a las cinco de la mañana, tomo una ducha y una vez en la tina se dio un relajante baño de rosas y una que otra sal para darle ahora al ambiente, se abrazó las piernas y sonreía como colegiala enamorada. Se iba a casar en una semana y los preparativos estaban ya en marcha. Ese día iba a ir con Ume, Historia y Himeko para decidir el kimono junto al tocado que llevaría. Ella quería una boda tradicional japonesa, en el sentido estricto de la palabra y así se estaba planeando todo, por lo que el trabajo estaba dividido entre ánimos y tratar de convencerla de que solo fuese por lo legal o una boda occidental, una boda católica ya que Yuzu había adoptado la religión por Liz. Pero Mei no quería estar a la sombra de Liz por el bien de Yuzu y el propio.

-La boda será como desee Mei. –había dicho Yuzu lacónicamente mientras Historia le suplicaba cambiar el estilo de la boda.

- ¡Pero eres católica! –exclamo escandalizada. –Te excomulgaran por esto y lo sabes. Podrías hablar con Will y pedírselo.

Mei recordaba la aversión de los católicos a las bodas homosexuales, pero pronto recordó la influencia de William Graham y de la espléndida boda que tuvo Elizabeth. Tenía los contactos para que ambas caminaran dentro de una catedral y cumplir su sueño de que el Dios de los occidentales les concediera la unión.

-No. Y no quiero que insistan en el tema. –su voz era firme e incluso autoritaria que hizo temblar a todos. –La boda no será católica ni por la iglesia, así que dejen de presionarnos. -Añadió con voz más suave.

Mei y los demás sabían, como Yuzu, que no quería casarse con nadie más. El respeto y amor a Liz le impedían siquiera contemplar la idea de desposar a alguien más, pero su difunta esposa se había encargado de obligarla y que la obligaran a volverse a casar. Y lo haría, al menos respetaría ese deseo de Liz, pero con sus limitaciones.

Se casaría Yuzu con ella, era el primer paso para ser felices. Ya se encargaría de enamorarla en el transcurso de los años, junto a la pequeña Paola que estaba en Venecia junto a la familia Testarossa. Serian una familia feliz, o al menos tratarían de serlo, con problemas y todo lo demás tanto positivo como negativo. Yuzu hacia su esfuerzo por amarla, la invitaba a almuerzos espontáneos o se quedaba con ella en la tarde para pasar el tiempo y platicar. Se besaban, pero era un tacto rápido de labios, algo como una muestra forzada. Comprendía perfectamente la situación de Yuzu y deseaba apoyarla, no la dejaría ir nunca más así que debía poder soportarlo y ayudar a la rubia a superar.

Cuando bajo al comedor estaba Yuu acercando la mesa mientras Yuzu estaba en su lugar escuchando atentamente a Chise, tras asentir seria varias ocasiones suspiro y se levantó de su lugar, sus ojos se encontraron con los de la pelinegra y le sonrió con educación, la misma sonrisa que usaba cuando no deseaba guardar las apariencias.

-Querida. –dijo con tono ligero y se acercó a Mei para besarle la frente y las mejillas. - ¿Cómo amaneciste?

-Bien, ¿y tú? –dijo tomando la cara de Yuzu y besarle los labios tiernamente.

-Para ser franca no dormí en absoluto. –tembló ante aquello y se retiró como un perro herido. –El oficial Mikoto ha venido para volver a interrogarme por lo del incendio así que me temo que no podre acompañarte a desayunar.

-Oh, entonces te espero. –dijo mirando a la estancia donde paseaba aquel hombre de pelo ralo.

-Me temo que si lo hicieras no desayunarías correctamente. –bromeo acariciándole la cabeza a Mei con un gesto distraído.

DESEO DE MEDIA NOCHE (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora