CAPÍTULO XLVIII: LA SOMBRA QUE INTERFIERE CON LA FELICIDAD

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La fina diferencia entre estar cuerdo o loco es cuando tú dejas de hablar y lo hace otra en tu mente. Yuzu no sabia si estaba loca, tenia que estarlo para oír esas voces en su cabeza. Tal vez si era la esquizofrenia de la que hablaba ese chico o simplemente era su subconsciente tratando de fastidiarla. Cual fuera la respuesta sonaba a un chiflado de remate y Yuzu no albergaba el deseo de ser internada en un sanatorio.

Cuando reacciono estaba frente a un conocido que tenia tiempo de no ver. No supo como llego ni la más remota idea de que buscaba exactamente allí, de todos los lugares a los que posiblemente fuera ese era el ultimo y tal vez ni siquiera lo hubiera contemplado.

-Bienvenido joven Okogi, ¿Qué puedo hacer por usted? –dijo Joseph Higgins, director del banco suizo con ceder en Tokio Japón. Era un hombre de cincuenta y cinco años, cabello castaño y canoso apenas. Su porte era serio con todos, pero la excepción aplicaba para Yuzuko Okogi y su difunta esposa Elizabeth Graham.

-He venido a ver algunas cosas en.... mi bóveda. –dijo temblando, no era ella quien hablaba sino-

- ¿Estas bien? –cuestiono preocupado mientras caminaban hacia la localización del cuarto. –Te noto mal, deberías ir al médico.

Lo necesitaba, realmente lo necesitaba. Ir a un maldito psicólogo o psiquiatra y que callara esa voz.

-Lo que necesito es ir a esa bóveda, ¡ahora! –grito tocándose la frente y apretando los dientes.

"No necesitamos esas mierdas, Yuzu. Solo te mostrare lo que nos mantiene divididos."

Divididos... No tenia idea de que significaba, pero si iba a ayudarla requería de una pronta acción.

Joseph jamás había visto de esa forma a Yuzu y sintió temor por la conducta. Apresuro el paso y con una llave grande de plomo abrió el compartimento, de inmediato esta saco un panel con dígitos. Dio media vuelta y se alejó por el corredor de mármol. Yuzu tecleo la contraseña de seis dígitos y de inmediato se abrió la puerta en un clic de sellado al vacío. Entro con rapidez y la puerta cerro con fuerza y el zumbido de la electricidad lleno el ambiente, en la pequeña estancia estaban tres grandes lockers allí cada uno contenía dinero, joyas y papeles privados, dos pequeños muebles de noche y una caja fuerte en la esquina superior derecha. Yuzu camino hacia uno de los muebles y saco una llave con la que abrió la caja fuerte.

"Esto. Es esto lo que quiero que veas. ¿Lo recuerdas? ¿Sabes que simboliza? Yo lo hago, cada momento del día lo recuerdo y siento un ardor escociéndome hasta volverme loco. Vamos Yuzu, dime, ¿Quién es?"

-Liz... –murmuro en llanto Yuzu mientras caía de rodillas ante una caja de terciopelo y dos anillos estaban mirándola con decepción.

"Una promesa y una vida que no protegimos. Después de todo no somos ninguna clase de superhéroe, solo nos convertimos en alguien estúpido. ¡Como se nos pudo ocurrir que matándolo lograríamos paz! Nada sabe bien, nada es claro sino oscuro."

Yuzu recordó los gritos y la sensación que le dio quemar esa casa con Oliver dentro y trato de que esa euforia la inundara.

"Es inútil. El escarlata de la sangre es horrible ¡No lo quiero! Matamos, matamos, ¡¿A dónde queríamos ir?!"

- ¿Qué he hecho?

De nuevo las imágenes del incendio, los gritos de Oliver, sus palabras crueles y las mentiras que dijo vinieron a su mente con prontitud y un remolino de pensamientos comenzó a atormentarla.

-Él se lo merecía... -dijo tratando de acallar la culpa que sentía.

La consciencia le replico; "¡No! Él no se merecía aquella atrocidad. ¡No somos nadie para juzgar y dar venganza!"

DESEO DE MEDIA NOCHE (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora