CAPÍTULO IX: LA PRIMER RONDA

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Mei estaba frente al espejo, las mañanas solía hacerlo como como un ejercicio de autoestima que le recomendó el psicólogo y era el pararse frente al espejo y repetirse varias veces

Yo no dependo de la Mei pasada, si no de la de hoy que luchara para encontrar un futuro.

La depresión ya tenía acompañándola cinco años, uno que otro medicamento tuvo que tomar los primeros dos años después de la partida de Yuzu, pero la cosa se salió de control cuando la ojiverde se casó. Mei había decidido tomar algunas píldoras de más para calmarse pero esa decisión la llevo al hospital y un buen lavado estomacal soluciono el problema. Fue llevada con un psiquiatra por intento de suicidio que no se molestó en desmentir, estaba hundida y lo único que le quedaba era subir. Las sesiones fueron de tres meses y mostro mejorías, el psicólogo fue ahora su guardián con sesiones diarias de dos horas por seis meses, la progresión se mostró tan impresionante que ahora visitaba el consultorio una vez al mes desde hacía un año.

Los consejos que le daba eran como los de una madre urgida que se case su última hija para poder disfrutar de su vida. El psicólogo siempre le decía que debia darle una oportunidad a Udagawa y así avanzar, Mei dudaba aun en esa opción pero realmente le confortaba ese hombre tan atento y sincero. Ambos compartían un pasado donde Yuzu formo parte de sus suspiros y anhelos, así como la decepción de saber que se casó y actualmente trataban de seguir adelante –cosa que Udagawa consiguió sin problema alguno aparentemente – con un tropiezo de vez en cuando ambos recordaban el pasado.

Una vez Mei termino de hacer su ritual –como ella le llamaba como burla –Tomo un poco de café de su mesa de noche y salió de su habitación, aún era de mañana y debía estar en el hospital a las 8. Ya había bajado a la estancia cuando una chica de cabellos rosas le recibió con una sonrisa que significaba problemas para Mei durante las próximas y un no por respuesta carecía de significado.

-No pongas cara de condenado a la silla eléctrica. –dijo Matsuri algo dolida. –Solo vengo a mostrarte algo interesante, es todo.

Mei con el ceño fruncido clavo sus ojos violetas en los azules de Matsuri en busca de alguna trampa o cebo pero no encontró nada.

-De acuerdo. –accedió. –Pero tienes hasta quince antes de las ocho.

Matsuri asintió y una vez saludado a Ume con uno chiste de doble sentido acompaño a Mei a su despacho. Ya sabía el camino pero realmente era divertido curiosear en esa mansión. La misma puerta del fondo cerrada le llamaba la atención, pero el señor Aihara ya le había contado su contenido, era increíble y por lo tanto se aplicaba el famoso como santo Thomas, hasta no ver no creer.

El despacho era cálido y no pudo evitar Matsuri el sentimiento de nostalgia, de comparar. Se recostó en el que reclamaba como su sillón y jugueteo con una almohada.

-A que no adivinas quien organiza la exposición Botánica. –dijo Matsuri concentrada en no dejar caer su distracción.

-Me importa poco si Oliver Coulter está involucrado. –dijo con desdén. –Su presencia me es indiferente.

Matsuri la volteo a ver sorprendida y el cojín se estampo en su cara haciendo que Mei soltara una risa que ahogo rápidamente con las manos. La pelirrosa se incorporó y se lo arrojo.

-Entonces ¿te da igual quien este en el evento?

Mei se encogió de hombros y le regreso el cojín a Matsuri.

-No me importan esas cosas. Solo voy para distraerme un poco y buscar algo de distracción. –le dedico una mirada desconfiada. -¿Por qué lo preguntas?

La pelirrosa se metió las manos a los bolsillos y arrugo una hoja.

-Por nada, solo quería fastidiarte con Oliver.

DESEO DE MEDIA NOCHE (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora