CAPÍTULO XLVI: EL MONSTRUO QUE SE ESCONDE BAJO LA PIEL

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Al salir de la comisaria se dirigieron a la casa de Okogi. El automóvil lo conducía Reiner Braun por petición de Historia y la ansiedad del momento obligo a las mujeres mantenerse al margen por el momento. Tomoya y Kunio parecían estar en un pacto de llevarse bien hasta que terminara la situación.

-No podría esperar otra cosa más que algo exitoso viniendo de Haruka Tenho. -dijo Tomoya alzando su copa hacia el rubio.

Haruka en su vida le toco defender al menos a diez culpables de sus cargos y todos salieron libres. Cuando era niño juro que jamás permitiría que la injusticia ganara, pero cuando uno crece y conoce la verdad de este mundo se da cuenta que no existe en realidad la justicia. En este mundo impera el poder y quien lo tiene puede hacer lo que quiera.

-Solo hice mi trabajo, señor Okogi. -respondió él con una inclinación agradecida mientras miraba el reloj. -Mi esposa me espera en casa, debo irme.

-Por supuesto, un saludo a Michiru y dile que espero con ansias su próximo concierto. -Tomoya bebió de su copa con complacencia.

-Se lo diré, señor Okogi. Y agradezco su consideración hacia mi esposa.

Haruka arreglo su portafolios y miro a Yuzu a los ojos, estaba molesto.

-Con respecto al caso, aun cuando hemos dado la coartada de Yuzuko vendrá la policía a interrogarla de todas formas. La liberaron como favor personal del comandante Hajime Yamada no significa que ignoraran los protocolos de investigación. Simplemente nos ahorramos la estadía en una celda llena de delincuentes menores.

- ¿Debemos esperar citatorio a la comisaria? ¿o alguna otra formalidad por escrita y con tiempo? -pregunto Tomoya.

-No necesariamente. Los que investiguen vendrán aquí para interrogar a Yuzu con respeto a su coartada, para verificar que sigue siendo la misma. Nada de viajes o de negarse a hablar con ellos, el inspector Haruzo ya sospecha y por lo que vimos está en convicción en que fue Yuzu. -se encamino a la puerta y la abrió. -Así que no levanten sospechas de ningún tipo. Por favor, sean prudentes con respecto a lo que dicen y hacen, los medios también están metiéndose en esto y no quiero un circo acosándome a mi o a mi mujer. -salió.

Tomoya, Kunio, Ymir y Yuzu se quedaron en el despacho a solas. Ymir puso pestillo a la puerta para discreción total y tomo asiento a un lado de Kunio mientras Yuzu estaba al lado de Tomoya. La miraban con descontento a excepción del empresario que estaba aliviado.

-Creí que... creí que sería una muerte rápida y sin dolor... tú me dijiste que así seria, Yuzu. -gimió Ymir al recordar que lo único que quedo del hombre fueron unos dedos que habían quedado debajo de una estatua de marfil, el resto del cuerpo se quemó hasta las cenizas.

Yuzu alzo la mirada y su expresión era una placida y relajada, no tenía indicios de culpa o algún sentimiento que indicara que su moral estaba dañada.

-Ese hombre mato a tus padres y hermana. A mí me quito lo único que me hacía vivir, mato a mi esposa. -sonrió. - ¿De verdad esperabas que le diera una muerte indolora?

Ymir trago saliva. La coartada de Yuzu constaba que todos ellos estaban reunidos en el apartamento de la morena para ver el partido inaugural del mundial de soccer donde Japón se enfrentaba a Inglaterra y nadie se perdería aquel encuentro donde la apuesta maestra era de dos millones y medio de libras esterlinas para el bando dividido en: Kunio e Ymir contra Tomoya y Yuzu. Cuando el marcador dio por ganadores a los nipones festejaron tanto que terminaron con alcohol, comida a domicilio y regaños de los vecinos por el ruido. La señora Maclowski había ido a gritarles al menos siete veces, ella era una anciana de 78 años de edad, siempre confundía a la gente, pero al menos sabía cuántas personas había allí y coincidieron que sería buen apoyo a la coartada.

DESEO DE MEDIA NOCHE (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora