CAPÍTULO LX: UN PEQUEÑO DESEO EGOÍSTA

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Mei siempre soñó que al despertar al día siguiente de su matrimonio encontraría a Yuzu a su lado, desgraciadamente no fue así en la vida real. Le despertó el vibrar de su móvil. Una llamada del hospital, los que tuvieron que laborar les felicitaban por su boda. En una silla descansaba un hermoso vestido de lino color beis. Una nota con la caligrafía inconfundible de Yuzu:

"Es para ti, hermosa. No estás obligada a usarlo, hay más en el guarda ropa."

Mei sonrió. Aun cuando la nota decía que no era forzoso se daba a entender implícitamente que deseaba su esposa que lo usará.

-No hay daño en darle un pequeño gusto. -dijo sonriendo. Caminó al baño para tomar una ducha y bajar a desayunar.




-No es como que fuera difícil hacerlo, señor Okogi. -dijo Kan Jinha algo temeroso. -Pero...

-Suena extraño. Lo sé. -Yuzu admitió avergonzada por lo extraño de su petición. -Supongo que me he puesto paranoica.

-No quise decirlo así.

-La verdad es esa y no me molesta oírla, tranquilo. Chise ya me había expuesto el mismo argumento. Elías cree que suena factible mi suposición, pero dos contra uno manda. -bebió de su té.

Quedaron en silencio. Jinha siempre confiaba en su sexto sentido desde que lo salvo de morir en su servicio militar en Corea. Las trincheras localizadas entre el límite de su enemigo y su patria pusieron a prueba mucho en él. Se dio cuenta, como otros más, que en la vida los únicos que ponen su vida en riesgo son los que están abajo de la pirámide social. Siempre los peones y carnes de cañón eran la clase proletaria mientras los que daban órdenes en cómodas sillas mientras bebían el té eran los de clase élite.

Regreso de aquel servicio con el juramento de escalar alto. De no conformarse con ser un simple policía, uno de los que muere a manos de un drogadicto que asalte una farmacia. Él sería un importante oficial que miraría sobre su hombro a los demás. Aun si tenía que lamer botas a gente rica para lograrlo. Pero, Yuzuko Okogi era diferente a esos ricos usuales y encaprichados. Sus movimientos y encargos eran planeados con sumo cuidado.

-Investigaré su encargo, señor Okogi. -dijo ignorando su instinto de no meterse en eso. -Me encargaré personalmente de todo.

La expresión de Yuzu era de desconcierto y luego paso a alegría. Chise, que llegaba con bizcochos de canela meneo la cabeza en señal de desaprobación.

-Te lo agradezco. -dijo aliviada. -En verdad necesito esa información.

-Si es así la traeré lo más rápido posible. -miro el reloj. Ya era medio día. - ¿su esposa no vendrá a desayunar?

-Mei está cansada por lo de ayer. -su expresión era educada, aunque algo indiferente. -Así que no tengo idea si ya este despierta o no. Chise, ¿podrías ver si Mei ha despertado?

La pelirroja asintió y se retiró con una reverencia. Una vez solos Yuzu le dijo algo a Jinha que le heló la sangre, extendió una tarjeta y le hizo jurar silencio total a cambio de un buen puesto en la fuerza. Unos minutos después Kan Jinha ya estaba en la estación con la firme convicción de que mientras más pronto entregará ese encargo se vería libre de todo eso.


Cuando Mei término de ponerse el vestido Chise estaba en la habitación terminando de acomodar la cama y recoger el desorden. Se miraron unos instantes y se rieron por las circunstancias.

-El amo Yuzu le espera abajo, mi señora. -dijo respetuosa. -Veo que ha decidido complacer el deseo del amo.

-Es deber de una esposa complacer a su esposo. -respondió mordiéndose el labio.

DESEO DE MEDIA NOCHE (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora