CAPÍTULO XLV: LOS LAZOS FAMILIARES SON IRROMPIBLES.

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La noticia ocupo cada uno de los noticieros. Paso de convertirse en un accidente a un asesinato con fines de encubrir un posible secreto oscuro de la familia Okogi. La prensa amarilla comenzó a detallar los posibles detalles de cómo estaría el cuerpo de Oliver Coulter usando como creadores de las posibles explicaciones a mocosos de quince años que jugaban videojuegos y a uno que otro estudiante de química de secundaria. El fin era dar una nota llamativa y llena de misterio que atrajera a la audiencia.

Y la audiencia creció. Cada persona en Tokio sabia la noticia y de inmediato Tomoya movilizo a sus abogados y realizo una que otra llamada.

- ¿Sabes lo que acabas de hacer Yuzuko? -gruño Kunio molesto mientras paseaba por la estancia. - ¡Mataste a un hombre!

-Lo sé. Y no me arrepiento de nada.

-Me doy cuenta perfectamente. -se pasó la mano por su cabello y suspiro cansado.

-Abuelo, no te pediré que me ayudes en esto. -su voz se tranquilizó y le dirigió una expresión calmada. -Sé que tu moral y ética te lo prohíben.

Kunio Okogi desde niño odio a su padre Takana Okogi con fuerzas. Odiaba a ese hombre que embarazo a su madre tres veces y simplemente daba dinero para sus bastardos. Su hermano mayor y el menor habían muerto en un accidente, la mina donde habían trabajado exploto dejando a su madre devastada y a un Okogi indiferente por la pérdida de sus hijos. Kunio comprendía más que nadie el significado de la palabra familia, para él la lealtad y apoyo solo eran para la familia y eso lo llevaba como lema desde que supo hablar. Su madre, Aoi, había muerto de rabia, resultaba ser que un perro le mordió cuando Kunio estaba en la universidad estudiando veterinaria para poder cuidar del ganado. Cuando volvió de sus cursos antes de entrar al ciclo escolar encontró a su madre con varias semanas de descomposición. En el velorio solo estuvo el sacerdote y él, nadie acudió a la ceremonia alegando ocupaciones. Los que decían llamarse amigos abandonaban, nadie estaba con uno más que la familia.

Kunio odiaba a los que no eran de su familia, desconfiaba de todos. Cerró su corazón para los extraños llenándolo de recelo, pero los genes Okogi de Takana influían en él, el señor era de carácter frio e indiferente, cosa que no ayudo mucho en Kunio. Pero su esposa Nagisa había descongelado ese corazón, ella era radiante, siempre sonriendo y animando a la gente a seguir adelante. Kunio la cortejo aun sabiendo que un campesino pobre no podría siquiera ser contemplado por la hija de los ricos del condado. Nagisa, amiga suya desde la infancia le dio el sí ante el anillo de compromiso y en el altar. La felicidad no duro más que tres años de matrimonio cuando murió un mes después de dar a luz a Koichi Okogi. Se había quedado solo con su pequeño hijo, en su mente siempre lo culpo. Koichi, un pequeño bebé de meses era el culpable de la muerte de Nagisa. Tomo la responsabilidad y tras ocultar su dolor en trabajo, alcohol y cigarros saco a delante a su pequeño. Koichi fue a estudiar a Tokio, nunca pudo perdonarle la muerte de su esposa. Pero su hijo volvió a casa al año con una esposa y niña pelinegra sonriente de ojos verdes.

-Ella es Ume, mi esposa. Y la pequeña es nuestra Yuzuko, padre. -le había dicho Koichi sonriendo.

- ¿Y quieres una felicitación por arruinar tu vida, inútil? -le respondió con indiferencia mientras miraba a Ume y a la pequeña Yuzu.

-Una familia jamás será arruinar la vida, padre. -Koichi explico con amor en sus ojos al ver a su hija. -He venido para que conozcas a mi familia, padre.

-Ya los conocí, ahora lárguense. -había abierto la puerta mientras se recargaba en la araña de jardín.

Odiaba al mundo. Todo lo que amaba lo había dejado solo, estaba en una casa grande con más de 800 hectáreas de tierra, sin compañía más que la casera y sus jornaleros.

DESEO DE MEDIA NOCHE (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora