8. Tsukiyomi

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Las seis.

No podía tardarme, si no, se preocuparían por mi...

Miré la bengala que me había dado Shikamaru. Podía lanzarla, pero... No quería ser un estorbo.

—¿Te ha comido la lengua el gato? —preguntó burlón el Akatsuki. Le lancé una mirada de indiferencia y retadora, ocultando mi rabia—. Seguro que a tu hermano le alegra saber que nos hemos encontrado contigo, pero..., igual no tanto que te matemos.

—¿Qué quieres? —dije tranquila. Sabía que le molestaba mi actitud tan pacífica.

—Quiero el pergamino que has conseguido —informó—, y ya de paso, tu poder. Tu hermano no lo tiene, así que no merece la pena que lo mate, pero yo quiero tus ojos —una risa malévola salió de sus labios, e hizo que se me erizase la piel.

—Para conseguir el pergamino tendrás que matarme, y matarme no es asunto fácil. Hasta ahora, nadie lo ha conseguido.

—Entonces, tendré el placer de hacerlo yo.

—Peleemos una vez más, como el los viejos tiempos, Itachi.

Él activó su Sharingan, y yo el Byakugan. Quién lo diría, que dos de los tres Kkekei genkai visual más poderosos, se estuvieran enfrentando.

Comenzó a lanzarme kunai y shuriken rápidamente. No me era especialmente fácil esquivarlos, y mis técnicas se las sabía bien, ya que me entrenó por un tiempo, cuando yo vagaba por las aldeas.

—¡Elemento de fuego; jutsu gran bola de fuego! —una gran llamarada de fuego salió de su boca.

Me escondí de su ataque, que arrasó gran parte del jardín de camelias. Volvió a formular el jutsu, pero esa vez, yo contraataqué.

—¡Elemento de agua; jutsu bala de agua!

Un fuerte chorro de agua apagó sus llamas. Di gracias a ser, en parte, usuaria del agua.

Volvió a atacarme, con múltiples kunai. No pude esquivarlos todos por culpa de que estaba en el aire, y se clavaron gran parte de ellos en mis brazos y piernas. Caí al suelo, impactando con mi espalda el tronco de un árbol, haciéndome escupir sangre. Busqué con desespero la bengala. No era rival para Itachi, no aún. Él me superaba en fuerza, resistencia..., en todo, y si seguía así, acabaría matándome.

Cogí la bengala de mi porta-shuriken, y con un poco de fuego, salió volando al aire, explotando en él. En ese momento, lo único que podía hacer era esperar a que me ayudaran, y esquivar todo lo que pudiese, pero estaba cansada y adolorida. Además de la perdida de sangre que sufría, si seguía así, acabaría desangrándome.

Dieron las siete.

—¿Ya te cansaste? Te recordaba más fuerte. Te has vuelto una enclenque.

—Itachi... ¿Por qué haces esto? —intenté levantarme malamente, apoyándome en el árbol—. Túesto no eres así —le miré, pero no a los ojos.

—Mírame a los ojos —pude notar que había activado su Mangekyo Sharingan.

Se acercaba lentamente a mi. Sentía miedo, e inquietud. Cuando estuvo muy cerca, tomó mi barbilla con su mano, y me obligó a mirarle a los ojos.

—Nunca conseguirás el pergamino —dije jadeante.

—¿A, no? Entonces... Tsukiyomi.

Y de repente, todo se volvió rojo y negro. Había cruces por doquier, y muchos Itachis alrededor mío, todos armados con katanas. Estaba atada de brazos y piernas a una cruz, por lo cual no podía moverme. Empezaron a apuñalarme con las espadas. Uno a uno, clavándola lentamente. Dolía a más no poder, era horrible. Intentaba gritar, pero mi voz no salía. No era capaz de decir nada, solo abrir la boca en un intento de grito fallido.

¿Nara o Hyuga? »Neji y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora