30. Disaster

2.5K 237 94
                                    

Y como soy buena chica, y estoy on fire, os traigo otro capítulo 😆

***

—Gaara, vete —le dije, con voz fría y autoritaria.

—N... No, claro que no —se opuso—. ¡Tengo que protegerte, soy el Kazekage! Sí algo te pasara... No podría perdonármelo —me miró preocupado y triste a la vez.

—Kazekage-sama, como kunoichi mi deber es protegerlo en todo momento, aún no estando bajo su poder directo —le dije—. Por lo tanto, por favor, deje que me ocupe yo de esto.

—_____, reacciona. ¡Es un Akatsuki!

—Vete a por Temari y Kankuro, y vigila la seguridad de tu aldea. Si no he vuelto en una hora, manda a mi equipo a por mí. Si no me encontráis, dadme por muerta, y poneros a salvo.

—Está bien —aceptó resignado.

—Y una cosa más: no le digas nada de esto a Neji.

Gaara, no muy convencido, salió de la sala. Me quedé frente al Akatsuki, que miraba la puerta. Sintió mi mirada en él, y él me devolvió la mirada.

Aquella sonrisa tétrica que hacía unos momentos adornaba su rostro, desapareció, y dio lugar a una cálida. Una cálida sonrisa que hacía nueve años que no veía.

—Hola, hermanita —me saludó.

Sin pensarlo dos veces, me abalancé hacia él, y le di un abrazo, el cual él correspondió al instante.

—¿Por qué? —pregunté susurrando.

—¿Por qué, qué?

—¿Por qué no me buscaste?

—_____... Es difícil...

—¡No era difícil! —grité—. ¡No era nada difícil! —golpeé un poco su pecho con mis puños—. ¡Estuve nueve años esperando una mísera señal de vida por tu parte, y nunca me la diste!

Mi hermano se encontraba mirando hacia otro lado, con la cabeza gacha y mirada perdida.

—¡Dime algo! —le volví a gritar.

—Lo siento —musitó—. Lo siento, lo siento, lo siento... Lo siento mucho... Sé que te lo prometí, pero no pude.

Ahora era yo quien no decía nada, y miraba hacia otro lado.

—Al reclutarme en Akatsuki, no me quedó tiempo para nada —se excusó.

—Viajé nueve años sola —le informé—, visité Suna... ¡Por si no te acuerdas, yo también estuve en Akatsuki! ¡Y aún así! ¡El día que me fui no hiciste absolutamente nada! ¡Nada!

Los ojos me ardían, pero me negaba a llorar. No iba a volver a derramar una sola lágrima por nadie.

—Me he comportado como un verdadero estúpido —dijo. Yo asentí—. Te dejé sola, a mi hermana pequeña, la dejé sola. Por favor, por favor perdóname —me pidió—. Sé que no lo merezco, he sido un idiota, pero por favor, dame una segunda oportunidad... Yo...

Y por primera vez, vi llorar a mi hermano.

—Te he echado mucho de menos —confesó, abrazándome más fuerte y escondiendo su rostro en mi cuello—. Muchísimo.

—Yo también. Te he echado mucho en falta —confesé yo.

Así nos mantuvimos por un largo rato, hasta que decidimos dar por finalizado el abrazo, y nos sentamos en el suelo.

—¿Y qué has hecho estos años? —me preguntó en tono dulce.

—Pues, verás...

Comencé a contarle todo lo que fui haciendo, lo que pasé y lo que viví. También la gente que conocí, y a la que le cogí cariño. Le conté sobre Daiki y Kohaku, y lo qué pasó ese día.

—Por cierto —me dijo. Se levantó, y se puso más cerca de mí—. Ese chico de la hoja... el Hyuga, ¿qué es para tí? —preguntó curioso.

—¿Cómo que para mí? Te sigues explicando cómo el culo, Dei.

—Vamos, ¿te crees que vivo debajo de una piedra? —preguntó, a lo que me pensé la respuesta—. Vale, no digas nada —me hizo callar antes de decir nada—. Me he fijado en las miraditas que os lanzáis vosotros dos —giré mi cabeza inocentemente, dando a entender que “no comprendía sus insinuaciones”—. Apostaste a ese chico en la partida de poker, porque sabías que podías ganar. Tú no apuestas nada de poco valor para tí, porque sino, no es un “reto de tu altura”. Ese chico para tí es muy importante.

—Q-que dices... No inventes.

—No puedes engañar a tu hermano mayor, querida _____. Dime, ¿te gusta? —me miró con cara de pervertido.

—¡N-no! —exclamé.

—¿Seguro? —asentí—. ¿Y por qué te has puesto roja en cuanto lo he mencionado?

Y sí. Estaba roja como un tomate. Ellos envidiarían mi color. No pude evitarlo. El simple echo de recordar a Neji sonrojado, abrazándome, rodeando mi cintura con sus brazos, él con la ropa mojada, marcándole el abdomen, diciéndome: creo que te quiero... Me hacía poner una sonrisa de idiota perdida.

—Lo sabía. Te gusta ese chico —dijo, inflando sus mejillas—. Ahora me vas a cambiar, vas a preferir a ese chico antes que a mí, tu hermano mayor del alma, tú compañero de la vida, tu maestro de jugarretas, tu-

—No te voy a cambiar. Es... un amor diferente.

—Lo has admitido. Te mola.

—Hmp —refunfuñé—. ¿Y qué si es así?

—Tú no cambias, ¿eh? —dijo, con una sonrisilla—. Pero _____, ten cuidado con los chicos. El que más sonrisas te puede sacar, es quien más lágrimas puede causarte.

—¿Ahora te pones en plan filósofo? —cuestioné—. ¿Después de nueve años?

—Sigo siendo tu hermano mayor —me reprochó—, por eso debes de respetarme.

—Sí, sí, Deidara-sama.

Estuvimos hablando, hasta que sentí un olor a quemado, y oí gritos de afuera.

—¿Qué está pasando, Deidara? —le pedí una explicación—. ¿Esto es obra vuestra?

—¿Qué? ¡No! —negó—. Esto no está de nuestra mano.

Salí corriendo de la sala, y miré por la ventana. Me encontré con una escena horrible: Sunagakure estaba en llamas, mientras que la gente entraba en pánico.
Salté fuera de la ventana, ignorando los gritos de mi hermano para que no lo hiciera.

Divisé la melena rojiza de mi amigo intentando mantener la calma del pueblo, cosa que no conseguía. Me subí a un tejado, y silbé fuertemente, atrayendo la atención de muchos.

—¡Escuchadme, pueblo de Suna! —grité todo lo alto que pude—. ¡Necesito que mantengáis la calma! —les pedí—. ¡Quiero que todos, calmadamente, vayan afuera de la aldea! ¡Los shinobi de la arena y de la hoja estaremos apagando el fuego, y protegiéndoos en todo momento, por lo que no debéis de preocuparos! ¡Ahora, id a la salida, y no os separéis!

La gente hizo caso, y al poco rato la aldea estaba evacuada. No pude ver por ningún lado a mis amigos, lo cual hizo que me preocupara.

—Tranquila, ellos están con los shinobi de elemento agua apagando el fuego de la zona este —me dijo Gaara, mientras me ponía una mano en el hombro.

Suspiré aliviada.

—Gaara, ¿sabes dónde comenzó a propagarse el incendio?

—Por el norte. El causante es Uchiha Itachi.

¿Nara o Hyuga? »Neji y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora