CAPITULO 7 REENCUENTROS

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A

La música de la armónica llenaba todo el bosque mientras Candy miraba a su compañero con una sonrisa en los labios. Ella le había regalado el instrumento unos días después de su cumpleaños, en señal de agradecimiento por su fiesta y le había sugerido a Terrence usarla cada vez que quisiera encender un cigarrillo. Él la había mirado lleno de curiosidad y agradecimiento y le confesó que jamás le habían hecho un regalo tan sincero.

"¡Que apuesto es!" – pensó Candy mientras los cabellos del chico se agitaban al viento.

Terrence estaba muy concentrado, tocando el instrumento con los ojos cerrados como si pusiera toda su alma en la melodía que tocaba.

El perfil del muchacho era hermoso con su nariz recta y pómulos pronunciados.

Las cejas eran oscuras y las pestañas eran largas y espesas que enmarcaban unos maravillosos ojos azules como el zafiro. El cabello era oscuro también y lacio y caía desordenadamente sobre sus hombros.

"Parece un pirata" – pensó ella con una sonrisa.

Los labios del joven se movían hábilmente sobre la armónica y Candy se ruborizó al recordar el beso que habían compartido. Ninguno de los dos había hablado sobre eso, prefirieron comportarse como si nada había ocurrido.

No obstante algo había ocurrido: se había vuelto amigos. Amigos que iban juntos de cabalgata, que almorzaban en el campo o que remaban en el lago. Candy le hablaba de América y del Hogar de Pony y Terrence le hablaba de su afición por el arte dramático.

Los sirvientes de la casa notaron que el carácter de Terrence había mejorado. Era más amigable y no tenía lo que Candy llamaba "cara de pocos amigos". Las botellas de licor dejaron de vaciarse y las salidas nocturnas disminuyeron. Y ella procuraba acompañarlo cuando él sufría de insomnio para jugar ajedrez.

Sentados bajo la sombra del árbol del Duque y Eleonor, Candy disponía los alimentos que Grace les había preparado sobre una manta.

Terrence retiró el instrumento de su boca y abrió los ojos para encontrarse con la mirada de Candy.

"¿Qué te ocurre?" –preguntó él.

"Nada" – se disculpó – "es que te ves tan pacifico."

"¿Te parece?" – Le sonrió - "Me siento así. Me gusta la paz que ofrece la campiña…y tu compañía."

"Oh…"- dijo ella sonrojándose – "Sí, es agradable estar aquí."

"Cualquier cosa es mejor que estar en esa cárcel" – dijo Terry mirándola y añadió en tono burlón – aunque eso signifique estar con un Tarzan pecoso. Deberías usar ese sombrero."

"Me extrañaba que no te burlaras" – dijo Candy tomando el sombrero que había dejado caer sobre su regazo para colocárselo.

"No hagas eso" – dijo Terry tomando el sombrero de paja de sus manos.

"¿No?" – preguntó extrañada.

"Me gusta el reflejo del sol sobre tu cabello" – dijo Terry en voz baja y desviando la mirada.

Terrence se acostó sobre la hierba y empezó a leer "Romeo y Julieta" para ella. Candy, las rodillas recogidas, apoyaba la barbilla sobre ellas y lo escuchaba con atención.

"Eran jóvenes como nosotros" – pensó – "bueno aunque nosotros somos un poco mayores…pero Terry sería un perfecto Romeo…"

"¿En qué piensas, señorita pecas?"

"¿Eh? ¿Qué dices?" – se irguió.

"Tienes la mirada perdida. ¿Qué te sucede?"

"Nada. Creo que debemos regresar a casa ¿no crees?"

Corazones en juego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora