"Buenas noches, señor" - saludó el mayordomo."Buenas noches, Stuart" - le entregó el abrigo y el sombrero - "¿Y la señora?"
"La señora Candy salió, señor."
"¿Salió?"
"Esta tarde apareció un joven y se la llevó con él."
"¿Un joven? ¿Cómo era?"
"Alto y rubio, señor Terrence."
"¡Albert!" - Masculló - "¿Salieron hace mucho?"
"Desde el mediodía, señor."
"¿Y Alex?"
"Su hijo salió con ellos...muy bien abrigado."
"¿Me dejó alguna nota?"
"Ninguna, señor."
"Gracias, Stuart. Estaré en mi estudio."
"¿No cenará, señor?"
"No tengo hambre."
Terrence azotó la puerta de su estudio y se encaminó hacia la licorera. Con las cejas fruncidas tomó la botella y un vaso antes de sentarse en el sofá.
"¿Qué se cree esta pecosa?" - tomó un sorbo - "Tendré que conversar muy seriamente con ella."
"No vas a conseguir nada a las malas, Terrence." - la voz de Eleonor le llegó desde muy lejos.
"¿Qué quieres que haga?" - le preguntó al cielo.
Hacía más de un mes que Candy había dejado de hablarle y de siquiera dirigirle una mirada. Y como si aquello no fuera suficiente, Eleonor se había marchado semanas antes a California donde le habían ofrecido estelarizar cine mudo. Todas las noches, Terrence llegaba a un ambiente silencioso.
El cumpleaños de Terrence llegó pocos días después de su arribo a Nueva York.
Esa mañana de invierno, el hombre se miró al espejo y recordó con amargura que un año atrás le había pedido el divorcio a Candy.
"Pensé que era lo mejor..." - se dijo mientras se rasuraba.
¡Qué equivocada había sido su decisión! Había apartado a Candy de su lado...se había condenado a una soledad que ni los amigos, ni el trago, ni el cigarrillo podía llenar. Por un tiempo había dejado que la depresión lo envolviera y si no fuera por Robert Hattaway, Terrence no tenía idea ni de dónde estaría.
"Vagando y pensando en ti, pecosa..."
Y durante aquel tiempo, ella se había convertido en madre. Muchas veces había intentado preguntarle a Candy sobre su embarazo, sobre el nacimiento de Alex pero ella se limitaba a darle respuestas cortas y a recordarle que Albert y Stear siempre estuvieron junto a ella.
Terrence dejó escapar un suspiro y terminó de vestirse antes de entrar a la recamara de Candy. Le dio una mirada a la rubia que dormía arropada hasta el cuello sobre su cama, una mano bajo la almohada.
"Aun parece un ángel..."
Alex se mordía el talón cuando su padre asomó el rostro por encima de la cuna.
"Buenos días, señor Grandchester... ¿sabe bien su pie?"
El bebé balbuceó alegre y estiró las manos hacia el rostro familiar. El actor lo levantó y Alex enredó sus manitas en el cabello de su padre para halarlo.
"Si sigues haciendo eso, voy a tener que cortarme el cabello" - lo amenazó Terrence antes de sonreír.
"Ba...ba...ba..."
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Corazones en juego
FanfictionEsta historia no es mia es de la autora MS Grandchester A mi en lo personal me fascino.