EPILOGO EL AMOR NO DESAPARECE

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Mayo 7, 2005, Escocia

La limusina se aproximaba a la mansión de los Grandchester y la ancianita sintió su corazón latir apresuradamente en su pecho. Desacostumbrada a tales emociones, se llevó la mano hacia el corazón mientras Kathleen la miraba con preocupación.

"¿Se siente bien, nana?"

"Sí, queridita, no es nada."

"¿Segura?" – dijo tomando su mano para tomar su pulso.

"Estoy bien" – le dijo dándole palmaditas en la mano – "sólo estoy emocionada. Hace mucho tiempo que no venía a Escocia."

"Sólo tenías que pedirlo, nana. Sabes que a Graham y a mí nos encanta tenerte con nosotros."

"Lo sé…es sólo…que a esta anciana no le gusta importunar a los jóvenes."

Candy guardó silencio mientras la limusina se detenía frente a la entrada. Kathleen se apresuró a bajar y a plegar la silla de ruedas para la bisabuela de su esposo, Terrence Graham, Duque de Grandchester. La dama de cabellos blancos apoyó su bastón en el suelo y descendió del auto para recorrer la fachada de la mansión de verano.

"Nada ha cambiado" – dijo entre asombrada y maravillada.

"¡Abuelita! ¡Abuelita!" – gritó una vocecilla.

La mirada de Candy se enterneció aún más al ver a su tataranieta correr hacia ella con los pies descalzos.

"¡Candice Alexandra! ¿Qué te he dicho de andar sin zapatos?" – preguntó Kathleen al ver los pies de su hija.

"¿Qué es malo para el negocio de los zapateros?" – contestó con toda la audacia del mundo.

Kathleen se quedó de una pieza mientras Candy soltaba una carcajada antes de cubrirse la boca con una mano.

"Lo siento" – se disculpó – "es que me recordó a mí misma."

"Es igual a usted, nana" – dijo sonriendo muy a su pesar.

Candice Alexandra abrazó las piernas de su tatarabuela al saberse liberada del regaño.

"¡Abuelita! ¡Qué bueno que viniste! ¡Y hoy es tu cumpleaños y te hemos preparado una sorpresa! ¡Todos te están esperando en el jardín!"

"¡Candice!" – exclamó Kathleen completamente derrotada.

"¡Oops! No tenía que decirlo ¿verdad?

"¿Una sorpresa para mí?" –preguntó Candy.

"Vamos para el jardín" – le pidió la mujer apuntando a la silla.

"¡Ah, no! ¡De ninguna manera! No voy a entrar a mi propia fiesta en una silla de ruedas."

Y con esa frase, el bastón en una mano y Candice Alexandra de la otra, Candy empezó a caminar hacia el jardín. Kathleen se encogió de hombros y siguió a la anciana a corta distancia. La mujer no pudo evitar maravillarse que a pesar de sus 107 años, Candy White Andrey Grandchester estaba completamente lúcida, coherente y fuerte como un roble. Candy era tan saludable que había sobrevivido a su esposo y a sus hijos Terrence Alexander, Adam, Katelyn, Mark y Elly.

Según le había contado Graham, el bisnieto, a su esposa Kathleen, su bisabuelo, Terrence Greum, había sido un actor y luego un productor de películas en Hollywood. El hombre amasó su propia fortuna con estudios de cine hasta que los vendió y decidió convertirse en profesor de teatro. El hombre probó ser longevo también, viviendo hasta los 96 años antes de fallecer en su sueño.

El primogénito de Terrence y Candy se marchó a Inglaterra a completar su educación en Oxford antes de asumir su lugar en la corte para el deleite de Richard. También fue Comandante de las fuerzas aéreas de Gran Bretaña durante la II Guerra Mundial (para el desasosiego de sus padres) y se casó a los 30 años, naciendo Terrence Richard poco después.

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