CAPITULO 3 UN PACTO ENTRE DOS

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"Mi lady ¿se siente bien?" – preguntó la doncella llamada Beth.

Candy apoyaba su espalda sobre la puerta mientras incrédula observaba el anillo que llevaba puesto en el dedo.

"Estoy casada" – se decía intentando convencerse.

La doncella miró a su nueva patrona con inquietud. Hacía más de diez minutos que habían subido a la habitación y la jovencita no se había movido de la puerta.

Parecía estar en un estado de shock.

"Mi lady ¿está bien?" – repitió en voz alta.

Candy levantó la mirada hacia la mujer que preparaba el lecho nupcial, acomodando las almohadas de encaje y el edredón. Era una mujer bonita de cabellos castaños y corto. Sus ojos eran melados y amistosos. Ella calculó que la doncella no tendría más de veinte años.

"No. No lo estoy" – dijo con voz temblorosa.

"Está asustada" – pensó Beth – "no es más que una niña".

La rubia tenía ganas de correr pero sus piernas temblaban demasiado para poder sostenerla. La sirvienta corrió hacia ella al verla tambalear y la ayudó a tomar asiento en un taburete al pie de la cama.

"Lo siento" - dijo Candy apenada.

"No se preocupe, mi lady. Es normal que esté nerviosa. Una no se casa todos los días."

"Casarse…"- repitió Candy incrédula.

"Y tan joven" – dijo mirando su rostro – "Bueno, al menos su esposo es joven también. Sería terrible que su esposo fuera un anciano ¿no le parece?"

"Un anciano"- repitió.

"¿Cuántos años tiene, mi lady?" – preguntó arrodillándose para desatar los cordones de las botas de Candy.

"Quince"- respondió ella apartando su pie – "No tienes que hacer eso. Puedo hacerlo sola, Beth."

"Estoy a su servicio, mi lady." – dijo continuando con su tarea.

La jovencita arrugó la frente al escuchar el apelativo que le daban.

"Deja de llamarme así, Beth" – pidió Candy.

"¿Prefiere que la llame duquesa?"- preguntó la doncella.

"Basta que me llames por mi nombre, Beth."

"Eso no estaría bien. Usted es la esposa del joven duque."

Candy dejó escapar un sollozo mientras Beth le desabrochaba los botones del vestido.

"Mi lady, no debe llorar. Sus ojos se hincharán y el joven no debe verla así."

"¡Me importa un rábano lo que él piense!"

Beth la miró sorprendida.

"Esto es un error" – dijo Candy en voz baja – "Yo no quería casarme. Yo quería elegir a mi esposo."

"Las damas de su condición no tienen ese privilegio, mi lady."

Candy la miró sorprendida y la doncella tragó en seco al darse cuenta de la dureza con la que había hablado.

"Discúlpeme, mi lady, hablé sin pensar. Siempre me regañan por eso."

"No te preocupes, yo también lo hago" – le sonrió y apenada antes su confesión, intentó corregir lo dicho – "Tienes razón, Beth, estoy muy nerviosa."

"Sí, mi lady."

"Lo que dijiste es verdad. Las damas de mi posición no tenemos derecho a elegir, ni a opina" – agregó con tristeza.

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