CAPITULO 25 AJUSTES

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"Albert" - Stear intentó hablar.

"¡¿Cómo?! ¡¿Cómo se les ocurrió intentar escapar?!"

La voz de Albert retumbaba por toda la mansión Andrey. El rubio caminó nerviosamente por el estudio hasta su licorera.

"¿No te parece que es demasiado temprano para un trago, tío?"

"¡Te callas!"

"No es para tanto, Albert."

"De Candy puedo esperar una reacción tan impulsiva pero de ti... ¡Por todos los cielos, Alister!"

"¿Qué esperabas que hiciera?" - Stear lo miró con frialdad.

"¡Eres el mayor de todos! ¡Esperaba un poco más de ti!"

"¿Qué habrías hecho tú si estuvieras a punto de perder la mujer que amas?"

Albert tragó en seco al escuchar sus palabras pero no cedió.

"Estuviste a punto de ir a la cárcel."

"No me hubiera importado con tal que Candy estuviera lejos de ese mal nacido."

"¿Cómo voy a arreglar esta situación, Stear? ¡Terrence se ha llevado a Candy!"

"No tienes que repetírmelo."

"Después de lo que intentaron hacer, dudo mucho que nos permita verla."

"No puede evitarlo. Somos su familia. Pienso ir mañana mismo en el primer tren a Nueva York."

"Te lo prohíbo" - dijo con voz seca y tajante.

"¿Qué?"

"Lo que escuchaste. Si alguien va, seré yo."

"¿Por qué tú?"

"Porque soy su tutor, así de sencillo."

"Estás equivocado si crees que..."

"Stear" - lo interrumpió Albert - "¿quieres que Terry acuse a Candy de infidelidad? Él es muy capaz de hacerlo."

"No me quedaré aquí."

"Lo harás o..."

"¿O qué?" - lo desafió Stear.

"Te encerraré en el ático."

Las palabras pronunciadas por Albert eran tan inverosímiles que Stear soltó una carcajada. El rubio sonrió de medio lado.

"No estoy bromeando."

"Lo sé, Albert."

"¿Harás lo que te pido?"

"Esperaré a que regreses y entonces partiré."

"De acuerdo, sobrino" - le puso la mano sobre el hombro - "Sé que esto debe ser muy difícil para ti."

"Es como si hubiera estado a punto de tocar el cielo."

"Y te lo arrebataron."

El tren seguía su camino hacia Nueva York a toda prisa. Candy y Alex se habían quedados dormidos poco después de dejar Chicago y horas después seguían durmiendo.

Terrence la observaba en silencio, sentado frente a ella. Su rostro estaba pálido y aún podían observarse los rastros de las lágrimas en las puntas de sus largas pestañas.

"Soy un canalla..."

En su canastilla, Alex se desperezaba. Terrence se inclinó hacia él para levantarlo en brazos. El bebé miró a su padre con curiosidad.

"Hola amiguito" - dijo Terrence en voz baja - "Te has de preguntar quién soy...pues bien, te diré que soy tu padre."

Terrence lo acomodó cerca de su hombro para mirarlo a los ojos...unos ojos tan idénticos a los suyos, que sonrió lleno de orgullo.

Corazones en juego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora