CAPITULO 14 LA BUSQUEDAD

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Candy se movió inquieta sobre el lecho, un gesto de dolor cruzando por su rostro.

Stear se levantó de la silla donde dormía y se acercó a ella para apartar los cabellos de su frente.

"Tranquila Candy. Vas a estar bien" – dijo colocando un paño húmedo sobre su frente.

"Stear…" - dijo parpadeando – "Me siento…tan mal."

"Estarás bien, Candy."

"Beth… ¿dónde está?"

Descansando, Candy."

"¿Enfermó?"

"Deja de pensar en otros, Candy" – la regañó.

"¿Enfermó?"

"Un poco, Candy."

"¡Pobrecita!"

Al parecer, el barco arremetió contra una oleada porque sintieron un fuerte vaivén. Candy cerró los ojos.

"Me…estoy…muriendo…Este barco…se mueve…demasiado."

"Pronto entraremos a aguas más tranquilas, Candy"– intentó reanimarla – "Pronto pasará la tormenta."

"Resistir…no…puedo…"- se llevó las manos a la boca.

Con rapidez, Stear le alcanzó un balde y Candy vació los contenidos de su estómago en él.

"Lo siento"- murmuró ella, volviendo a acostarse.

Una vez más, Stear colocó el paño sobre su frente.

"No sabía que fueras tan mala marinera."

"Que se deje de mover" – murmuró ella antes de cerrar los ojos.

Stear recogió el balde y avanzó hasta el baño privado para vaciarlo.

"¡Estos barcos modernos son una maravilla!" – pensó al ver correr agua limpia en el sanitario.

Regresó al dormitorio para comprobar que Candy dormía y volvió a ocupar el asiento junto a la cama.

"Alister Cornwall de enfermero ¿quién se lo hubiera imaginado?"

Desde que habían entrado mar adentro, más de un pasajero había sido obligado a permanecer en su camarote. El trasatlántico, a pesar de su tamaño, se mecía con fuerza a causa del mal tiempo. La joven llevaba más de una semana en cama bajo la mirada atenta de Stear.

"¡Como la amo!"

Stear cerró los ojos y recordó la cara llena de felicidad de Candy al verlo aparecer a la media noche en el castillo. Candy había corrido hacia él y se había arrojado en sus brazos para besarlo por todo el rostro en agradecimiento.

"¡Viniste por mí! ¡Viniste por mí!" – decía alborozada.

"Nunca te mentiría, Candy" – decía él, sintiendo su corazón latir a mil por hora.

"De prisa, señor, de prisa" – urgía Beth un poco asustada.

La niebla cubría el puerto cuando llegaron. Aún era temprano para embarcarse pero Stear había usado el apellido de su familia y el aspecto demacrado de Candy para pedir una autorización especial de embarque, la cual le fue concedida. Con el alma en un hilo, esperaron la hora de partida dentro del camarote de Candy, y una vez en alta mar salieron al balcón mientras Beth se dirigía a sus aposentos.

"¿Estás contenta?" – había preguntado Stear.

"Sí" – había sonreído – "Pronto estaré con Terry."

El corazón de Stear se había encogido pero mantuvo la sonrisa en su rostro. Lo único que importaba era que Candy recuperara su alegría.

"Verás cómo nos divertiremos, Candy. Hay mil cosas que hacer durante este viaje."

Corazones en juego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora